Domenico Cavalcanti

CAPÍTULO 4

FLORENCIA, ITALIA

GIULIA

 

¿Soy paciente? Sí, lo soy, o bueno, al menos eso intento.

Han pasado un par de semanas de ese viaje a Canaima y de saber que hicimos a nuestros hijos, que no tengo idea de cuántos son y la idea me aterra tanto como me gusta, me da miedo pasar lo que pasó Karlenys con su embarazo y los trillizos, porque si bien la tía, Faby y Sofía no tuvieron complicaciones con los mellizos, no todos los casos son de éxito. Yo tampoco soy una niña, tengo ese antecedente que no sé si pueda afectar el embarazo, ha costado tanto que no sé si el problema sea yo.

Me siento más unida a Dome y me nacen hacer más cosas por y para él, siento que nos compenetramos, pero también esa pizca de dolor de que me crea capaz de lastimar a nuestros hijos es algo que me atormenta y está ahí, como una espinita presionando en la herida. ¿Puedo culparlo? Realmente no, yo me lo busque, podré haber hecho mi trabajo, pero que él dude supongo que es algo que no puedo cambiar de la noche a la mañana, al menos no hasta que superemos todo este proceso y nuestra relación no se dañe.

Sé que Dome me oculta lo que pasa porque tiene miedo y eso me duele, pero a la vez de cierta forma comprendo un poco el lugar desde donde actúa, quiero ser paciente y apoyarlo, demostrarle que merezco su confianza y que esta vez haré las cosas bien, pero sí él no me dice nada yo tampoco es que puedo hacer mucho, ¿verdad?

Me ha redoblado la seguridad y cree que no me doy cuenta, claro que lo noto, así como también sé que pide informes detallados de mis días, mis rutas y todo lo que hago, no puedo decir que es molesto porque la seguridad no interfiere en mi vida, pero después de todos estos años y lo que hemos pasado juntos, la desconfianza duele y escuece en mi corazón.

«¡Contrólate, Giulia! No enloquezcas, es tu turno de ser fuerte y ser la contención de Dome, aunque no sepa exactamente qué hacer».

Suspiro y le escribo a mi madre para pedirle un favor, ella accede y le digo que nos veremos al rato en su casa, aprovechando que Dome va a estar fuera hasta tarde por algunas entregas que tiene. La angustia y la ansiedad me están matando y yo necesito saber, necesito confirmar lo que Dome y los pequeños signos en mi cuerpo me gritan; los mareos, el sueño, la ligera sensibilidad en mis pechos al usar ropa ajustada o Dome tocándome cuando hacemos el amor, los dolores de cabeza más frecuentes. Digo, ya debería de ser posible detectar algo, ¿no? ¿Por qué mi cuerpo me daría síntomas de no ser así?

Manuela ya no está viniendo por lo avanzado de su embarazo, así que me ha tocado hacerme cargo de más responsabilidades últimamente, no me pesa, amo mi trabajo y ya estoy más en paz con la idea de tener una hermosa sobrina mágica. Después de dos reuniones virtuales finalmente puedo salir, las niñas están bajo el cuidado de Manuela en su casa y por eso no tengo de que preocuparme, pasaré por ellas en un rato. Por supuesto que le aviso a Dome que iré un rato a casa de mi mamá, él me pide que le dé saludos y le mando muchos besos.

Llego a casa de mamá y ella me abre con una sonrisa que no le llega a los ojos, le doy un abrazo y noto que faltan cosas en la casa, tenía varios días sin venir, pero nos hablamos casi a diario.

—¿Qué pasó aquí, mamá?

—Tomás se fue, eso pasó. —suspira y noto el semblante triste en su mirada.

—Lo siento mucho, mamá, ¿se van a divorciar o qué es esto?

—No lo sé, me dijo que necesitaba tiempo porque yo he cambiado mucho, que ya no soy la misma de antes, que este nuevo trabajo me hace irreconocible, lo cuál es irónico porque desde que empecé en ese trabajo es cuando me siento más yo que nunca. Loco, ¿no?, que eso que me da tanta satisfacción sea lo que afecte mi relación.

—¡Dios, mami, lo siento tanto! —La abrazo de nuevo y ella deja un beso en mi mejilla.

—Yo también, pero al único hombre que una vez le rogué fue a tu padre y en esta ocasión yo no soy la que ha faltado ni la que ha hecho las cosas mal, ¿por qué tengo que rogarle a alguien que ya no me entiende? Puede existir amor, pero no hay comprensión y eso acaba con todo lo demás. —declara y me separo un poco para tomar sus manos.

—Mamá.

—Sé que no soy perfecta, estoy lejos de serlo, pero he dado lo mejor en esta relación y durante años me sentí perdida y ¿sabes por qué? Porque me estaba mintiendo, creyendo que podía ser feliz sintiéndome miserable en mi trabajo, ansiando sentirme viva y realmente útil de nuevo. Podrán criticarme lo que quieran, pero ahora estoy donde quiero estar y sí, me duele porque son muchos años y…

—Tienes mi apoyo, mamá, —interrumpo sus palabras—, sé que no he sido siempre la mejor hija y chocamos muchas veces, pero te amo y solo quiero que estés bien, que te sientas feliz con quién eres y lo que haces. Además, no estás sola.

—Sé muy bien que no, hija. —Deja un beso en mi frente—. Ahora, vamos a que te hagas esa prueba y salgas de dudas.

—Podemos hacerla otro día y…

—Ya la compré, ya estás aquí e independientemente del resultado, ya tienes una vida buena, hija. No dejes que la obsesión empañe todo lo bonito que tienes ahora. —suspiro.

—Tienes razón, pero debe ser positiva ya, ¿no?




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