FLORENCIA, ITALIA
GIULIA
¿Fue fácil dejar de lado mi orgullo herido y acercarme a Dome? No, no lo fue.
¿Fue fácil tragarme el dolor de sus palabras? No, no lo fue.
¿Fue horrible caer en cuenta de cómo me sentía realmente respecto a embarazarme otra vez? ¡Fue espantoso!
Jamás imaginé que algo muy dentro de mí está persiguiendo ese embarazo por otros motivos más que el deseo de ser madre, que Domenico tiene razón al decir que quiero demostrarme a mí misma y a los demás que puedo ser madre —en toda la extensión de la palabra— aún después de lo que hice. Y sí, ya sé que es horrible el pensamiento y no lo había analizado hasta que Dome me lo escupió en la cara.
Admitir tal cosa me hace sentir como la peor mujer del mundo porque sé que él también está pasando por un proceso y yo simplemente no puedo confiar y apoyarlo como me lo ha pedido, pero no pienso rendirme, así me equivoque mil veces, voy a demostrarle que esta vez todo será diferente y que nuestro amor puede con cualquier cosa.
—¿Yo, mami? —pide Viola tocando mi pierna mientras estoy sentada maquillándome, sonrío y acaricio su cabello.
—Solo brillito, ven. —Tomo el gloss y apenas lo presiono en sus labios, ella se frota los labios y muevo el espejo para que se vea, sonríe y lanza un beso a su imagen.
—Bella yo. —recita.
—Sí, eres inteligente, fuerte, hermosa, poderosa, valiente, valiosa y…
—¡Amada! —exclama y mi corazón se regocija ante su reconocimiento de ese sentir.
—Muy amada, ambas lo son, mi amor.
Giro la cabeza para ver a Zita acostada en el puff tomando su leche y riendo mientras mira al techo, sé que está viendo a alguien de la familia y no la interrumpo, Dome me dijo que es normal y yo trato de relajarme como madre y entrenarme mejor en esto de ser mamá de dos niñas mágicas. Porque jamás será igual cuidar a mis sobrinos mágicos a tener a mis hijas de las que debo cuidar 24/7 y puedo entender más a fondo muchas cosas.
«Ellas son mis más grandes maestras de la vida».
Hoy es sábado y Dome salió muy temprano, poco antes del amanecer porque anoche algo salió mal con una entrega que delegó y debe resolverlo. Y si bien estoy acostumbrada a esto, ahora con las niñas me pongo más nerviosa al pensar en que algo podría pasarle, porque no soy solo yo, nuestras hijas dependen de ambos y los dos debemos estar bien.
Y aunque las cosas siguen un poco tensas por todo el asunto de la prueba de embarazo y lo que nos dijimos, he puesto todo de mí estos últimos días para estar mejor y sé que eso no será de la noche a la mañana, pero estar con Dome vale la pena todos los obstáculos que deba sortear.
Pero hoy iremos de compras con mamá mientras Dome se desocupa y pasamos el resto del día juntos. Admito que me encanta esto de combinar con mis hijas, así que las tres vamos similares el día de hoy, las tres con enterizos rosados pastel de mangas cortas y el cabello recogido en coletas altas. A pesar del pasado, yo soñaba con poder hacer esto con mis hijas, aunque muchos crean es cursi o ridículo, a mí me encanta y es una forma de crear recuerdos con ellas y fortalecer nuestros vínculos. Y claro, siempre les pregunto sí les gusta, hasta el día que me digan que no, mientras tanto, les doy la opción y hasta ahora les gusta tanto como a mí.
—Bebé, mami. —dice Zita cuando estoy ajustándole el cinturón en la silla del auto.
—¿Cuál bebé, mi vida?
—Nuesto hemanito, mami. —explica Viola—. ¿Puede vení Ángel?
—¿Su hermanito? —Miro alrededor y Viola señala el pequeño espacio entre ambas sillas, trago grueso.
—¿Po qué tenes miedo, mami? Es tu bebé y de papi. —insiste Viola.
—Amo bebé. —expresa Zita.
—¡Amamos bebé Ángel! Es dindo, jugá mucho y tene cicatiz como papi y sus ojos de enegía revulta.
Siento un nudo en la garganta y como mi corazón se acelera al instante. No lo veo ni puedo sentir nada, ¿cómo se supone está ahí entre mis hijas? ¿Por qué? Todo mi cuerpo se pone alerta.
Zita estira su manito hacia ese espacio, empieza a reírse a carcajadas y yo no sé cómo reaccionar o qué decir. ¿Cómo actúas cuándo tus hijas llaman hermanito al bebé que tú decidiste abortar y al que le temes por cómo luce? Porque por supuesto, la parte más superficial en mí predomina, aunque a veces no quiera. Maldigo mentalmente.
—Malas palabas, mami. —Escucho su voz y me sobresalto de tal forma que me golpeo la cabeza con el techo del auto. ¡Diablos!
Me froto la cabeza y voy al asiento del conductor para calmarme, pero el golpe me ha dolido bastante.
—¿Tas bien, mami? —pregunta Viola.
—Sí, solo fue un golpecito, hija. —le aseguro para que no se preocupe.
—¿Po qué bebé achusta a tú?
—No lo sé, hija, ojalá lo supiera. —admito y cierro los ojos al tomar una profunda inhalación.
—Te adepientes y a la vez no.