Connor
Era normal sentir mareo o cansancio en cada ocasión que hacía una de esas tediosas donaciones, porque siempre me quitaban una parte de las energías.
Pero no tenía sentido.
Una cosa era sentir sueño y desmayarte, ya sea en la mina o el juego y despertar en donde creías que deberías estar, como me pasó la última vez que vi a Wayne delante de mi diciendo que él y Nick me habían llevado a casa.
Pero hoy no fue así.
No estaba en mi habitación ni en las minas, como en otras veces, sino en otro lugar que al solo verlo me sentí como sí hubiese caído en una especie de trampa.
—¿Qué esta pasando? —todo se veía extraño.
Era como sí la oscuridad hubiese tomado el control de mi realidad. En un segundo estaba en la enfermería donando sangre y al siguiente me encontraba atrapado en medio de la oscuridad.
No sentía mis brazos o piernas y tenía un fuerte dolor de cabeza agobiándome, como sí hubiese explotado.
—¿Eh? —lo cual hizo que mis sentidos se volvieran a conectar.
La vista…,
…el olfato…
—¿Oigan? —…y el oído
—¿Qué esta pasando?
—¿Dónde estamos?
Aquellas voces que comenzaron a zumbar en mi cabeza me tuvieron atrapado en medio de la duda de sí estaba o no en el mundo real, cuando la verdad era que estaba más cerca de llegar a una pesadilla que podía superar cualquier otra cosa que conocía del supuesto mundo “real”.
—¡Ah! —pero levantarme era inútil.
Todavía sentía como mis brazos y piernas estaban adheridos al suelo, como sí algo los tuviese magnetizados ya que no sentía señales de que estuviese esposado.
¿Cómo era posible que eso pudiese pasar?
Podía escuchar, respirar y oír, pero no sentía mis brazos ni piernas. Era como sí estuviesen…
—¡Ahhh! —…paralizados.
Y no era el único.
—¿Qué esta ocurriendo?
Todos los chicos que estaban a lado de mi mostraban síntomas parecidos.
Ninguno podía moverse y…
—¡Ahhh! —no estábamos solos.
—¡Guarden silencio!, ¡Inútiles!
¡Shock! No se podía ver la figura de nadie, pero entre las sombras.
Se podían ver algunas luces, como descargas electricas que obligaban a los miembros a guardar silencio.
—¡Qué esta pasando aquí! —pero nadie respondía.
Todos los que intentábamos pedir una respuesta eramos atacados por una leve descarga electrica.
—¡Ahhhhh! —que nos debilitaba durante solo unos minutos.
Todo mientras que ellos solo nos mostraban la imagen de su presencia.
—¡Qué esta ocurriendo aquí! —pero el solo abrir mis labios provocó— ¡Ahhh! —que yo también fuera castigado.
Shane
—¡Miren! —Marron rompió el silencio al ver abrir la puerta del acenso por donde yo estaba abordando, como una señal hacía todos los presentes de que debían de mostrar su más cordial respeto por la chica que se convertiría la próxima dictadora del Régimen.
Al fin tenía la edad por la que muchos miembros iniciaros del Sexo Perfecto darían lo que fuese por poseerla.
La edad que daba el inicio a una vida en donde teníamos más derechos y oportunidades.
Yo.
Shane Wintinfield.
La hija de la dictadora Marron Wintinfield había logrado cumplir los 22 años y todos los miembros más importantes del Sexo Perfecto estaban aquí para celebrarlo.
La directora Beatrice Willow, del área medica, la jaeza Evelyn Vandekamp, los doctoras Jocelyn Pride y Lana Benson, también conocidas como las descubridoras de la cura contra el VIH, entre muchas otras celebridades. Incluso la misma Mireya Arnowin estaba aquí. Mirando el domo de batalla como siempre lo hacía, sin dirigirla la mirada a nadie.
Clásico de una mujer que solo quería dinero.
Pero ese no debía ser un problema.