Connor
Estar en medio de la oscuridad me hacía sentir atrapado, como sí las paredes comenzaren a hacerse más pequeñas por cada segundo que pasaré; como sí creyera que estaba dentro de un espacio que se hacía más pequeño.
El silencio se convirtió en un perfecto aliado porque era la única forma en que podía permanecer a salvo de cualquier otra arma que el régimen tuviese como una sorpresa ya que ellos eran demasiado impredecibles.
¿Acaso iba a ser asesinado sí no era capaz de mantenerme en silencio?
Podía ser una posibilidad porque era un Imperfecto.
Había pasado una gran parte de mi vida sirviendo como un esclavo controlado por una de las dos emociones que más abundaban en miembros como yo.
El miedo...
—¡¿Qué rayos esta pasando?! —...y la furia.
Igual que una simple metáfora.
La euforia y desesperación me tenían obligado a mantener en silencio, como a cualquiera de los Imperfectos que se dejaban controlar por la ambición de querer estar a salvo del régimen o los mismos Imperfectos que poseían la misma mentalidad que un insecto.
—¡Qué alguien diga lo que esta pasando!
Era como volver a casa.
—¡No van a responder! —Oía voz tras voz de Imperfectos sucumbiendo ante la ansiedad por saber la verdad, como también... —¡Hablen!
...los que solo querían algo de paz.
— ¡Mejor guarda silencio!
—¡Tú guarda silencio!
—¡Obligarme! —un básico sentimiento...
—¡Hijo de mierda! —...que traía consigo la violencia.
Y a mi ante a la obligación de dejar que el miedo volviera a convertirme en un pequeño ratón.
Débil y deseoso por permanecer en silencio al oír el primer golpe.
—¡Idiota!
—¡Mejor trágate esto! ¡Pendejete!
Los miembros comenzaron a pelear entre ellos, uno a uno.
Algunos se arrojaron contra los pisos y otros hacía las paredes, de la misma forma que ocurría en las minas, solo que allá existía la diferencia de que había guardias vigilando detalles como este que se podía controlar por medio de la detención.
La muy amada ayuda que podía ayudarnos en un momento como este.
—¡eh! —o al menos eso pensaba—¿Qué esta sucediendo?
—¡No lo sé! ¡No puedo desprender los pies del suelo.
—¡Yo tampoco!
De hecho nadie podía.
Mis pies estaban adheridos, como sí estuviesen imantados.
—Ahhh —Y esa no era la única sorpresa.
El piso comenzó a moverse, como una banda magnética, obligándonos a ir sin tener una idea de a donde, ya que todo lo que contemplábamos a nuestro alrededor era solo oscuridad.
Shane
—¡Oh sí! —Mireya volvió a entusiasmarse al ver como la cuarta batalla llegaba a su fin— ¡Wow! —. La campana que le daba fin al encuentro era su señal favorita porque podía conectarla con su único y verdadero amor—¡Vean cuanto he ganado—. El dinero — ¡Otros cincuenta millones a mi bolso!.
Mireya había ganado un total de ciento ochenta millones de créditos, en cuatro rondas, a costo de tres Imperfectos que habían logrado sobrevivir.
—Esa sí que es una buena racha —dijo madre.
—Lo sé —respondió sonrojada—. Solo tienes que saber escogerlos. Pero tu, Marron. Dime cuantos llevas.
—Algunos, recuerda que tu siempre te llevas a los mejores —era obvio que Marron intentaba fingir estar entusiasmada ya que no había ganado lo suficiente para competir con Mireya.
En el cuarto combate Marron tuvo la mala suerte de tener un solo Imperfecto que no logró esconderse de un Miembro que parecía medir el doble de su tamaño.
Ahhhh Todavía recuerdo el momento que pasó.
El Imperfecto corría por la arena sin saber a donde ir.
Una pobre criatura atrapada en un laberinto con un ligero problema.
Tropezarse.
Una ligera caída que le permitió al otro Imperfecto poder llegar hacía él y clavare su espada sobre la columna vertebral. ¡AHHHHHH! Terminando con un grito que seguía plasmado en mi mente.