Shane
Desde lo más profundo de mi corazón deseaba poder ver la escena de ese Imperfecto siendo acuchillado por la espalda, como algo que simplemente ocurría en el Torneo de la Vida.
La muerte de un Imperfecto era el momento donde se hacía justicia por todos esos daños que fueron ocasionados por el Sexo Imperfecto durante milenios.
Debía pensar en eso.
Pero era imposible.
En el fondo mi corazón me estaba sintiendo agobiada por el hecho de ver que todavía faltaban cinco combates y que las muertes eran más sangrientas por cada segundo que pasase.
¿Acaso esta tortura no se iba a acabar nunca?
—Esto es hermoso —y mi madre era quien más me decepcionaba.
¿Cómo podía disfrutar de ver a esos Imperfectos correr y ser asesinados?
¿Acaso ese era el verdadero significado de la palabra "justicia"?
¿Ver a otros morir como sí nada?
—¡No! —O tal vez era el dinero —¡No puede ser! —ya que para otras personas los Imperfectos tenían un cierto valor especial— ¡Maldito idiota!
Ver que al segundo Imperfecto, por el que apostó treinta millones de créditos, perder la vida en el momento que corría a lado de otro, como sí intentase salvar su vida, la dejó con un gran hoyo en el corazón
Mireya Arnowin había perdido cien millones de créditos en solo una hora.
—Tiene que ser una maldita broma —estaba devastada.
—Madre —Y Riley adoraba poder verlo—, por favor—ella se mostró muy complacida, como sí ver a su madre perder todo ese dinero fuese la forma perfecta de callarla por todos esos años en los que le repitió ser la mejor en las apuestas— todavía quedan cinco combates.
—¡Cállate Riley! —pero Mireya estaba cegada por el odio.
Nadie la había visto expresarse de esa forma.
Normalmente ella solía esconder lo que sentía por medio de su sonrisa demoníaca.
Yo en lo personal si me sentí obligada a tener que mantenerme en silencio, ya que una simple palabra podía hacer que mi madre o Riley mi mirasen como sí quisiese empeorar las cosas.
"Vamos Shane" me repetí a mi misma "solo debes permanecer unas cuantas horas más en silencio". Aunque era más fácil decirlo que hacerlo.
Odiaba los Torneos de la Vida.
Tener que verlos y permanecer en silencio era una tortura, como recordar el hecho de que el próximo mes tendría que regresar, y el siguiente y así durante el resto de mi vida. Viendo una y otra vez a esos Imperfectos morir o ser obligados a convertirse en esclavos.
—Bueno —mi madre, en cambio, se mantuvo guiada por el suspenso al ver que
resultados por fin habían sido publicados— wow—. Algunos Imperfectos solían sobrevivir a diversos golpes y esa era la razón por la cual mi madre se mantenía en silencio hasta ver lo que había conseguido—. Sobrevivió el Imperfecto por el que aposte cuarenta millones—. Sin duda la manera perfecta de poder ignorar a Mireya— ¿Cómo te fue hija?
—La verdad no se —Tenía la corazonada de que mis numeros iban a estar en cero porque solo compitió uno de mis Imperfectos y era el que aparentaba debilidad—Oh miren —pero la vida tenía muchas sorpresas planeadas.
—No puede ser —Ni siquiera Riley lo podía creer.
Uno de mis Imperfectos había sobrevivido.
Nick
(hace cinco minutos)
—¡Connor! —nada de lo que había contemplado en las últimas horas parecía tener sentido—. ¡No! —ya no podía creer sí estaba o no bajo el efecto de una droga porque todo era tan real como para poder ignorarlo.
En un segundo Connor estaba recostado y al siguiente esa cosa perforó su espalda, quitando le su vida.
—¡No! —No podía ser cierto—. ¡Connor! —Mi hermano ya no estaba.
Su mirada ahora permanecía perdida, como sí de la nada se hubiese trasformado en un muñeco que solo me veía sin poder moverse dejándome en la arena junto de esa cosa.
—¡No! —Ahora su mirada estaba enfocada en mi— ¡Por favor no! —y no tenía otra opción.
Sí intentaba correr él me iba a atrapar y no podía defenderme.
Convertirme en su presa era inevitable...
—¿Eh? —...lo que no fue verlo detenerse.
El hombre de luz dejó de moverse, como sí fuese una especie de robot sin vida.
Y no fue el único.
Los demás hombres de luz se detuvieron en un solo segundo y en el siguiente solo desaparecieron. Todas las compuertas se abrieron al mismo tiempo y diversos guardias armados salieron de ellas, mirándonos como a los clásicos niños que no se sabían portar bien.
—A todos los Imperfectos que sobrevivieron favor de ingresar en las salidas más cercanas —y esta vez sus macanas eléctricas eran más grandes de lo normal.
Nos superaban en numero y tenían orden de lastimarnos.
—¡Muévete niño!.