Connor
Servir al sexo perfecto es primordial para mantener la paz.
|Era imposible ignorar el tan codiciado lema del Régimen porque aparecía en cualquier parte que fuésemos.
Todas las casas lo tenían grabado en la entrada, al igual que los autobuses y anuncios; e incluso debíamos de verlo en a través de un video mensaje de la dictadora Marron Winthinfield, que se repetía una y otra vez por medio de las pantallas de los autobuses, narrando la historia acerca de cómo todo fue destruido por los miembros del Sexo Imperfecto; ataques terroristas, bombas nucleares, enfermedades, violencia y maltratos que yo veía como una simple repetición, porque no cambiaba nada.
Nosotros, los miembros del Sexo Imperfecto, habíamos destruido al mundo y los miembros del Sexo Perfecto lo lograron salvar por medio de la división, llevándose así a los seres Perfectos a un lugar seguro y dejando a los Imperfectos, como yo, en un mundo que contemplaba todos los días.
Caminos repletos de baches o grietas y los hogares en ruinas donde solían vivir familias como la mía.
Algunos eran casas y otros edificios donde se podía ver a miles de niños jugando entre las ventanas y paredes dañadas, sin que nadie se diese cuenta de nada.
Porque eran Imperfectos.
—Qué tiempos aquellos, no hermano.
—¿Eh?.
—Ya sabes, hermano. Cuando éramos niños y nos subíamos a la azotea.
—Sí, Nick. Lo recuerdo. Padre nunca nos hizo caso.
—Porque siempre estaba cuidando a los bebes.
Para mi ver a esos niños jugando solo me traía recuerdos que para mí solo eran situaciones tontas que trataba de olvidar, en cambio Nick era de esos chicos que les gustaba mirar siempre hacía el pasado.
—Míralos, Connor. Jugando sin saber lo que les depara.
—Lo sé —para mi verlos era como contemplar a un animal antes de ser sacrificado— Sí tan solo lo supieran.
—No tienen por qué saberlo. Nadie se los dice.
—¿Qué cosa?
—Las Minas Delta.
La probabilidad de salir era una en un millón, ya que con la excepción de Clint ninguno otro de mis hermanos había logrado permanecer ahí más de cuatro años.
Muchos desaparecían sin dejar rastro y muy pocos podían llegar a una edad como la de Tyler. Y de hecho esa es la razón por la que muchos de mis hermanos creen que tal vez él pueda llegar a ser el próximo miembro de la familia en ingresar a las Minas Gama.
—Muy bien, hermano suerte —en cuanto el autobús se detuvo en la entrada de las Minas Delta, Nick me dirigió una última mirada de conformismo, como si estuviese esperando a que regrese a casa esa misma noche— y recuerda que en un mes estaré ahí contigo
—Sí viejo —Ojala tuviera esa suerte.
Los autobuses comenzaron a rodear la entrada, dejando paso a miles de chicos que trabajaban en las minas. La mayoría mostraban tener la misma edad que yo y algunos mostraban tener la edad a la que llego Tyler, sin embargo esos eran contados, como también los que llegaban a la edad de Wayne.
Mis hermanos abandonaron el autobús y yo les seguí el paso hasta llegar a la entrada principal, sin mirar a nadie.
Una gran gruta protegida por un guardia del Sexo Imperfecto.
—Brazo derecho—. Cada miembro tenía en su brazo derecho un código, el cual debía de ser escaneado todos los días, para marcar nuestra asistencia y ritmo de salud, ya que de esa forma el Régimen podía elegir tu sector y qué debías donar cada fin de mes.
Debíamos de cumplir la rutina, sin decir nada, y dejar que los miembros nos dijesen a qué lugar debíamos partir.
—Área G-415 —en cuanto terminó el escaneo él guardia me entregó una mochila que contenía mi equipo de trabajo—, Siguiente.
“No va a pasar nada” volví a repetirme, en lo que colocaba mi mochila y me dirigía hacía los túneles “solo vas a trabajar”.
La mayoría caminos estaban protegidos por guardias, cámaras de vigilancia y drones que monitoreaban todo el tiempo, de la misma forma que lo hacían en las minas Alpha, solo que la diferencia era que aquí había miembros más adultos, que trabajan perforando las rocas o empujando carritos con piedras brillosas, las cuales siempre tenían que ser entregadas a los guardias, quienes también estaban a cargo de que llegasen sanas y salvas a su destino, el cual nosotros no teníamos permitido saberlo.