Connor
Las rocas seguían ahí.
Una enorme barrera de piedra en donde clavaba la punta de mi pico una y otra vez de manera interminable.
—¡ahhhh! —sentía mis brazos como sí fuesen dos grandes mazos atrapados en una rutina que parecía no terminar.
Picaba una y otra vez.
FLIIIIIIHHHHH
Pero como todo tiene su tiempo, mi turno llegó a su fin.
Me sentía cansado, mareado y harto de tener todo ese pegajoso sudor adornando mi piel, dándome la típica señal de qué debía hacer al llegar a casa, eso sí Tyler no lograba acaparar la regadera.
Mi estomago rugía como un león y cualquier cosa que estuviese viendo, desde mi área de trabajo hasta la salida, se hacía más grande y borrosa, como sí mi mente estuviese creando un callejón sin salida.
—¡Connor! —pero al oír la voz de Wayne pude re conectarme con la realidad.
Él estaba esperándome en la entrada de las minas, por el área donde dejábamos todas nuestras herramientas para los inventarios que se realizaban diariamente, mirándome como sí no me hubiese visto en días.
— ¡hermano! —y solo habían sido unas cuantas horas— ¡Cómo te fue! —Catorce para ser exactos.
—Igual que en mi primer día en las minas Alpha —respondí—, solo que ahora tengo un fuerte dolor de cabeza.
—Seguramente te tocó sangre, verdad.
—Sí.
—Wow —Wayne comprendía lo que sentía.
Donar sangre era la peor pesadilla que le podía ocurrir a un Imperfecto, porque te quitaba mucha energía.
— Se nota que no les importaste.
—Sí. Al menos en las minas Alpha se esperaron a que cumpliera los 13 para que comenzará a donara.
—Ya se te pasará, recuerda que aquí las cosas son diferentes.
—Eso sí.
Wayne no parecía tener los mismos síntomas que yo.
Me miraba atento, como sí el día hubiese durado solo un minuto, pero no me sentía dispuesto a averiguar quien más había donado sangre.
Estaba muy cansado y todavía tenía la presión de tener que escuchar a mi hermano actuando bajo la influencia de la euforia, como normalmente lo hacía, durante el camino que tomamos para ir a la parada.
Wayne me comentó que a uno que otro de sus compañeros le tocó la mala suerte de donar sangre pero que aquí las cosas tal vez eran distintas ya que en estas minas siempre era puesta a prueba nuestra resistencia debido a que lo pocos miembros que lograban ingresar a las minas Delta ya no eran obligados a hacer donaciones.
—Oye por cierto, desapareció alguien de tu grupo.
—La verdad no lo sé —su tono de voz no logró convencerme— eran demasiados los miembros que no pude poner atención.
—Por favor, Wayne. Eres el más listo de la casa. Tu pudiste darte cuenta.
—Creo que no. Todos los chicos que ví en la mañana regresaron.
Y mis sospechas siguieron en curso.
En cuanto el autobús se detuvo Wayne y yo lo abordamos, sin preocuparnos por Tyler apareciera, ya que él solía regresar a casa por su cuenta.
—Oye hermano, se me olvidó preguntarte una cosa.
—¿Qué?
—¿Tienes algún plan para esta tarde?
—La verdad no. Creo que tal vez solo iré al bar a tomar una cerveza o dos y luego me regresaré a casa.
—¿En serio?
—Sí, viejo. Hoy no tengo mucho en mente.
—¿Y qué hay del LaserTag? ¿No piensas ir?.
—No lo sé.
—¿Por qué?
—Wayne. Apenas puedo moverme.
—Pero los juegos se hacen en los días de donaciones, Connor. Son una tradición. Además tú no puedes dejarnos.
—Hoy no creo que vaya a poder. Todo el cuerpo me está matando.
—Por lo menos inténtalo, recuerda que Nick nos necesita.
—¿Y qué hay de Tyler?
—Ese tonto nunca esta con nosotros —y eso era cierto— solo trabaja y se va a la casa. Además tú eres el amo de la pistola. De no ser por ti seríamos un asco en el juego.