SHANE
La emoción que tenía controlada a Mireya Arnowin la atrapó en el misterio en cuanto todas las luces del escenario comenzaron a apagarse de manera repentina, debido a que esa era la señal de que el torneo iba a dar su inició.
El silencio abundó entre nosotras durante solo unos cuantos minutos.
Tres para ser exactos.
Tres simples minutos de silencio y oscuridad que trajeron consigo una resplandece dora luz y un nuevo escenario.
La arena estaba cubierta por diferentes paredes y rocas falsas, que daban la impresión de ser un campo de batalla sin salidas y con pocos agujeros para poder esconderse durante los sesenta minutos de juego.
Sí es que no resultaba ser menos tiempo.
—¡Shane! ¡Querida,! ¿Ya los viste? —Y Mireya estaba complacida al ver que era la hora de dar inicio al segundo paso.
Los Imperfectos.
En la arena existían seis puertas, las cuales eran resguardadas por jaulas de acero. Dentro de ellas se podía ver a los Imperfectos que habían sido seleccionados para participar en grupos no menores a 60, ya que así podían colocar a trescientos miembros por cada sesenta minutos.
—Dios mio —era lógico que Mireya no encontraba palabras para describir lo que sentía— son más atractivos en persona que en fotografía— y eso era lo que me diferenciaba de ella.
Yo me sentía decepcionada, porque por alguna razón entendía lo que estaba sintiendo esos Imperfectos.
Las puertas del escenario comenzaron a abrirse dando paso a los diversos grupos de Imperfectos que entraban en contra de su voluntad, ya que ninguno entendía la razón del porque estaban ahí.
Solo caminaban sintiendo confusión, miedo o dudas. Los clásicos sentimientos que una victima expresaba.
Héctor me comentó que cuando un miembro de Sexo Imperfecto era seleccionado para jugar en el Torneo de la Vida a ellos nunca se les informaba nada. Solo los traían en contra de su voluntad, usando una inyección que los mantenía dormidos durante un lapso no mayor a las seis horas, la cuál ellos permitían porque les hacían creer que era parte de los procesos, debido a que los Imperfectos están obligados a donar sangre o semen una vez al mes.
Una inyección que en sí no era letal, pero que los traía a una arena donde más del 85% perdía la vida.
—¡Ya va a comenzar! —y Mireya no dejaba de pensar en el dinero—espero que valgan la pena.
CONNOR
Nick corrió al modulo de inscripciones y dos minutos después regresó con tres mochilas en la mano.
Dentro de ellas había un pequeño kit el cuál consistía en un casco, un chaleco, una pistola láser y un pañuelo. Todo del mismo color.
—Nos tocó el azul.
—Genial —Wayne se sentía emocionado— ese es mi color favorito —ya que ese era uno de los gustos que compartía con Nick.
Yo por otra parte los veía como un par de tontos que solo pensaba con las patas.
¿Ósea en serio?
Amaban tanto el juego que no podían darse cuenta de mi estado.
¿Acaso tenía que gritar “quiero irme a casa” para que me dejasen ir?
—Y por cierto —dijo Wayne—, ¿En qué turno nos tocó?
—En el primero, como fuimos de los que matamos más blancos en el juego pasado, nos dieron la oportunidad de competir contra los últimos ganadores.
—Eso es bueno —dije— siempre que no nos quieran disparar.
—Recuerda hermano. La percepción es siempre lo más importante, y también los créditos.
Eso era de lo poco que concordaba con Nick.
Necesitábamos esos créditos.
Tomé mi mochila y seguí a mis hermanos a los vestidores. Dentro encontramos a los otros miembros que también habían sido seleccionados para el equipo azul, solo que no todos para jugar en el mismo turno que nosotros y por esa razón algunos de ellos nos veían como un grupo de bichos raros.
Pero eso era algo común.
Muy pocos de los miembros tenía la opción de convivir con otros, ya que solo debíamos de trabajar y no hablar con un miembro que no fuese de nuestra familia, y cuando se trataba de los torneos existía la menor convivencia ya que casi todos nos dejábamos guiar por el instinto de la competencia.
Los créditos estaban ahí y solo se les daban a quienes más blancos destruyesen.