Dominados

8

Connor

Deseaba poder encontrar una explicación a todo este desastre, pero la verdad era que estaba lejos de lograrlo.

¡Connor!

Todo había sucedido tan rápido.

En un segundo estaba en la arena, asesinado zombies por los tan deseados creditos extra, y al siguiente me encontraba aquí. Atrapado en la oscuridad, sin nada más que mi ropa y esa estridente voz que repetía mi nombre una y otra vez.

¡Connor!

Estaba atrapado en medio de un vacio sin poder sentir mi cuerpo, como sí cualquier movimiento que hiciera fuese igual de ligero que el contacto con una pluma.

No podía mover mis labios y todo lo que sentía era ligereza, como sí el aire fuese capaz de dividir mi ser.

¿Cómo podía ser eso posible?

¿Acaso estaba muerto?

¡No!

¡No podía ser cierto!

¡Yo no podía estar muerto!

¿O sí?

No lo sé.

Eran demasiadas las dudas.

¡Connor! Y solo tenía la compañía de esa estridente voz que repetía mi nombre una y otra vez ¡Connor! un simple sonido que aumentaba su volumen por cada segundo que pasase, como una especie de eco.

¡Connor despierta!

Una señal que mente tomó como muleta para poder conectarse con la verdadera realidad…

—¡Ahhhh! —…al abrí los ojos.

—¡Connor! —o al menos eso pensé.

No estaba en la arena peleando, como se suponía que debía de estarlo, sino en mi habitación, recostado sobre la cama y sintiéndome mareado, como sí cualquier cosa que viese pudiese partir mi mente en dos.

—¿Wayne? —y no estaba solo.

Wayne estaba sentado al otro lado del colchón con un pequeño plato reposando sobre sus brazos.

—Ya era hora de que despertaras, hermano —el parecía intrigado, como sí hubiese deseado verme así.

—¿Qué pasó?

—Te desmayaste estando a solo veinte minutos de que terminará el juego. Nick te encontró y me llamó al ver que no estabas respirando, así que te trajimos de regreso.

—Y supongo que perdimos.

—Así es.

—Vaya —me sentí decepcionado de mi mismo— debió ser duro.

—Lo fue. Estuvimos a solo treinta blancos de ganar los créditos.

—¿Y cómo lo tomó Nick?

—Solo te sugiero que no te acerques a Nick, durante los próximos 30 días. Así lo olvidará todo en le próximo juego.

—Eso espero. Pero en donde está.

—Abajo, con los otros. Es la hora de cenar.

—¿En serio?

—Padre hizo estofado —Wayne no se veía contento— te traje un poco.

—Gracias hermano —ya que por como lo veía él también deseaba tanto poder ganar esos créditos.

Me dio un poco del estofado, cuidando de no quemar mi lengua, ya que ambos comprendimos que todo lo ocurrido fue a causa esa perdida de sangre que tuve por mi donación.

—¿Esta caliente?

—Algo —Wayne no parecía responder de la misma forma que lo hacía siempre —oye Wayne —por lo general el siempre sonreía —¿Te ocurre algo?

Sus ojos se veían caídos, como sí algo los estuviese atrayendo al suelo.

—No es nada, hermano.

—No parece que sea nada.

—¿Qué?

—Wayne te conozco desde que nací. Sé cuando ocultas algo —pero su mirada tenía más dolor oculto del que imaginé— puedes decírmelo. Para eso somos hermanos.

Pero no iba a ser facíl.

Wayne estaba aturdido.

—Vamos viejo.

—Es solo que…

—¿Qué ocurre?

—El régimen le llamó a Padre esta tarde. Poco antes de que nos fuéramos al juego.




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