Dominios mágicos

4 - Donde Mueren las Mentiras, Nace el Poder

Troy: —¡Eso no puede ser posible! ¡Yo nunca morí! Mis padres... jamás me dijeron nada.

La tensión en el aire era casi insoportable. La incredulidad se me clavaba en el pecho como una daga, y mi mente se debatía entre la razón y el delirio. Fue entonces cuando, con la calma de quien ha vivido más de una vida, una voz femenina quebró el silencio desde detrás de mí.

Elda: —Es mejor que les creas, Troy. Están diciendo la verdad.

Me giré con el corazón latiendo con violencia. Allí estaba una mujer de mirada penetrante, firme, como si supiera exactamente lo que debía decir... y lo que yo necesitaba escuchar.

Troy: —¿Quién eres tú? ¿Y cómo es que sabes todo esto?

Elda: —Porque Raff, tu hermano, me lo confirmó.

Mi respiración se cortó por un segundo.

Troy: —¿Cómo rayos conoces a Raff? ¡Mis padres no permiten que hable con nadie! ¡No sale de la casa!

Elda: —Puedo comunicarme con él gracias al poder que heredó de mí.

Mis piernas flaquearon, y una sospecha oscura me envolvió.

Troy: —Espera… ¿Qué estás diciendo? ¿Acaso tú eres…?

Elda: —Así es, Troy. Yo soy tu abuela.

Y en ese instante, fue como si el mundo se detuviera. Todas las historias, los susurros, las advertencias temerosas de mis padres... la figura prohibida, maldita, temida. Elda. La mujer que arrastró a mi hermano a la reclusión. La que desapareció como un fantasma. Y ahora... la tenía frente a mí.

Troy: —Está bien... les creo. Pero hay algo que aún no tiene sentido en todo esto.

Sara: —¿Qué cosa?

Troy: —Dijeron que todos murieron, pero... en ningún momento dijeron cómo. Keiden solo me explicó cómo se unieron a él… y a mi abuela. ¿Qué ocurrió realmente?

Keiden: —Claro, no te lo conté yo porque no era mi lugar. Esa parte le corresponde a Hinty y a Sara. Así como yo te conté cómo fue mi muerte... ellos deben contar la suya.

Troy: —En ese caso… ¡sorpréndanme! Estoy ansioso por saberlo —dije con una sonrisa irónica, intentando ocultar el temblor en mi voz.

Hinty: —Cuando apenas tenía unos meses de vida, un simple cordón se convirtió en mi condena. Se enredó en mi cuello… y morí asfixiado. Mientras mis padres me llevaban, sin esperanza, a enterrar, el cometa surcó el cielo. Su luz me tocó. Y regresé de la muerte.

Sara: —Yo tenía dos años. Mis padres me llevaron a acampar con mis dos exmejores amigas, cerca de aquel lugar donde, años después, enfrenté a Keiden. Curiosa como siempre, entré sola a una cueva oculta. Una piedra cayó sobre mí. Así fue como morí. Pero entonces... el cometa pasó. Su luz lo transformó todo: convirtió la cueva en un santuario de belleza mística, el mismo que conoció Keiden… y me devolvió a la vida. Pero no volví igual. Mi cabello cambió de rubio a negro. Y con él, despertó mi poder.

Quedé paralizado. Las palabras pesaban más que mil imágenes. Aquello no era casualidad. No eran simples revividos... eran elegidos por una fuerza ancestral, una voluntad celestial que les había dado una segunda existencia.

Y aun así, mi alma no encontraba descanso. Una nueva pregunta se alzó como un fuego voraz dentro de mí.

Troy: —Bien… les creo. Pero ahora quiero saber algo más. Keiden, Elda… explíquenme algo: ¿Por qué?

Elda: —¿Por qué qué, Troy?

Keiden: —Sí… sé claro. ¿Por qué qué?

Troy: —¡¿Por qué me metieron en esto?! ¡Keiden, me hiciste matar a mi mejor amigo! ¡Y tú, Elda! ¿Por qué causaste tanto daño cuando vivías aquí? ¿Por qué, en lugar de enfrentar a la justicia, huiste como una criminal?

El silencio se tornó denso, más pesado que antes. Entonces, desde lo más profundo de la oscuridad de aquella casa antigua, una voz surgió. Familiar. Grave.

—Eso… te lo puedo explicar yo. Con mucho gusto —dijo la silueta emergiendo de las sombras.

Cada paso que daba hacia nosotros parecía retumbar en mi pecho. El aire se volvió frío. La tensión, insoportable. Cuando la luz por fin alcanzó su rostro, mi corazón se detuvo un instante.

Mis ojos se abrieron como platos.

Era Raff.

Raff: —Todo fue parte de nuestro plan. Cada paso, cada mentira, cada recuerdo sembrado… todo para poder sacarte de ese lugar y despertar el poder que llevas dentro. Nick nunca murió, Troy. La abuela jamás cometió los crímenes que te contaron. En realidad, fui yo… todo este tiempo estuve manipulando sus pensamientos, distorsionando la verdad, creando una red de ilusiones para que creyeran que sabían algo. Pero todo lo que recuerdan... fue una farsa tejida por mí.

Troy: —¿Qué...? ¿Cómo puede ser posible? ¿Por qué hiciste todo eso? ¿Dónde está Nick? ¿De quién era ese cuerpo que vimos cuando el instituto ardía en llamas? —pregunté, con la voz quebrada, sintiendo cómo las lágrimas me nublaban la vista—. ¡Explícame, por favor! ¡No entiendo nada!




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