Dominios mágicos

6 - Donde el Silencio Tiene Memoria

Nos quedamos un buen rato en silencio. No fue un silencio incómodo, sino uno espeso, lleno de pensamientos entrelazados, miradas cruzadas y corazones palpitantes. Las palabras se resistían a salir, como si el aire mismo se negara a romper la tensión que se había tejido en la sala como una telaraña invisible. Finalmente, mi abuela Elda, con la serenidad de quien ha vivido más de lo que ha dicho, se incorporó levemente y con voz firme pero temblorosa, rompió aquel hechizo de silencio.

Elda: —¿Quién eres tú... y cómo es que sabes de la profecía? Pensé que todos la habían olvidado… que solo nosotros, la conocíamos.

Sus ojos centelleaban con una mezcla de desconfianza y esperanza, como si enfrentara un fantasma del pasado al que temía y ansiaba volver a ver.

El hombre frente a nosotros, envuelto en una capa oscura y con una mirada profunda como los abismos del tiempo, dio un paso adelante. Su presencia era imponente, no por su fuerza física, sino por una energía ancestral que se percibía en cada gesto.

Thalorion: —Perdón por mis modales… He pasado tanto tiempo aquí, sin nadie con quien hablar, que había olvidado cómo se sentía el simple arte de conversar.
—Mi nombre… es Thalorion.

El nombre cayó como un rayo en medio de nosotros. No fue solo un sonido; fue un eco que resonó en nuestras memorias, despertando algo dormido en lo más profundo de nuestras almas.

Klior: —Thalorion… ¿Por qué me suena tan parecido ese nombre?

Troy: —Sí… yo también lo he escuchado antes. Pero no recuerdo de dónde…

Keiden: —¿Es en serio que no lo recuerdan? ¡Ese nombre pertenece al primer hombre que portó el poder del abuelo! ¡Él fue quien dio a conocer la profecía!

Hinty: —Qué... qué coincidencia… que usted se llame igual que ese señor de las leyendas.

Thalorion alzó la vista con dignidad, su rostro iluminado por el reflejo del sol que titilaba como una memoria viva.

Thalorion: —No es ninguna coincidencia, jovencitos.
—Yo soy ese hombre.
—Yo soy a quien se le reveló la profecía… y fui yo quien la dio a conocer en aquellos días oscuros de guerra.

Las palabras golpearon nuestros pechos como un tambor de guerra. Nuestras bocas se abrieron al unísono, incapaces de contener la sorpresa. El aire se tornó más denso. Las sombras parecían haberse detenido a escuchar también. Todos compartíamos la misma pregunta, una sola duda que zumbaba en nuestra mente, pero fue Sara, la más valiente entre nosotros, quien dio un paso al frente.

Sara: —¿Cómo… cómo es posible que todavía siga vivo? Han pasado siglos desde entonces… siglos desde que los libros registraron tu última aparición.

Thalorion: —Lo sé, lo sé… es difícil de creer. Pero no por ello es menos cierto. Soy yo. Sigo aquí… y sigo esperando.

Troy: —¿Pero cómo… cómo hiciste para vivir todos estos años? ¿Y por qué estás aquí… escondido en estas montañas?

Elda: —¡Basta! —interrumpió mi abuela, con un destello de urgencia en su voz—. No hay tiempo para tantas preguntas. No perdamos ni un segundo más. Tenemos que ir por la que nos falta.
—Sara, haz lo tuyo.

Sara asintió, aún con la mente agitada por la revelación, y empezó a preparar todo para empezar a hacernos volar.

Pero Thalorion levantó la mano, deteniéndola con una autoridad que no necesitaba palabras.

Thalorion: —¿Así que por fin vienen a rescatar a Maika?
—Me alegra saber que no todo está perdido… pero les recomiendo que no vayan ahora.

Se giró hacia el horizonte, donde el cielo comenzaba a teñirse de naranja y violeta. El sol se escondía tras las cumbres como si huyera de algo que temía.

Thalorion: —Miren… ya el sol está bajando. Cuando lleguen a la cueva, allá arriba, la oscuridad será tan profunda que ni siquiera podrán ver sus pies. Esa cueva… no es común. Está protegida por un encantamiento antiguo. Uno que yo mismo ayudé a conjurar.
—La oscuridad que la envuelve no es natural. Es un velo vivo que consume la luz.

Troy: —Entonces… usaré mis llamas. ¡Puedo hacerlas tan brillantes como el día! Las llamaradas disiparán cualquier sombra.

Thalorion: —No, muchacho. No funcionará. Esa oscuridad no es como las demás. Apagará tu fuego como si fuera una vela mojada.
—El hechizo fue hecho para impedir que cualquiera se acercara a Maika. Solo existe una única hora cada día… cuando el conjuro se debilita.

Keiden: —¿Y cómo sabes eso?

Thalorion volvió a mirarnos, esta vez con una expresión que mezclaba pena, lealtad y una tristeza inmortal.

Thalorion: —Porque fui yo… quien fue designado para protegerla.
—He estado aquí desde entonces, en este exilio voluntario, observando, esperando…
—Esperando que ustedes vinieran. Porque solo ustedes, pueden entrar a salvarla… cuando llegue el momento.




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