Todos nos quedamos en un profundo silencio, admirando y analizando aquel portón majestuoso que se alzaba frente a nosotros. Su superficie parecía forjada en oro puro, tan brillante que iluminaba toda la cueva con un resplandor dorado cálido, como si el mismo sol se hubiera ocultado allí desde tiempos inmemoriales. Las figuras de dragones, esculpidas con tal detalle que parecía que respiraban, nos observaban con ojos de piedra, y por un instante, juraría que uno de ellos parpadeó. Parecían estar a punto de cobrar vida y romper el silencio con un rugido letal.
Elda dio un paso al frente, sus ojos brillando con asombro y temor
Elda: —Ya estamos aquí... ¿Y ahora? ¿Cómo abrimos el portón?
Thalorion clavó la mirada en las figuras de los dragones. Su voz resonó firme, grave
Thalorion: —Sólo existe una forma de abrirlo... la misma con la que se cerró hace años atrás. Necesitaremos la energía de los cinco dragones grabados en el portón.
Yo me crucé de brazos, alcé una ceja con sarcasmo
Troy: —Genial... Gracias por avisarnos. ¿Vinimos hasta aquí solo para perder el tiempo?
Thalorion, sin inmutarse, replicó con firmeza
Thalorion: —No vinimos a perder el tiempo.
Keiden frunció el ceño, y con una clara frustración le replicó
Keiden: —Claro que sí. Por si lo olvidabas, los dragones llevan siglos extintos.
Thalorion nos miró fijamente, su túnica ondeaba con la brisa mágica que emanaba del portón.
Thalorion: —Exacto. Los dragones ya no existen... pero su energía sigue viva. Y ustedes cuatro... ustedes llevan dentro el poder de los cinco dragones más poderosos que jamás caminaron por este mundo. Por eso sus poderes son únicos.
Elda, aun asimilando las palabras, murmuró con incredulidad
Elda: —¿Cómo... cómo es eso posible?
Thalorion suspiró, con una mezcla de paciencia y urgencia:
Thalorion: —Si me hubieran dejado terminar la historia en su momento, ya lo sabrían. Pero ahora no hay tiempo para explicaciones completas. Concéntrense en lo que está en juego. ¡Maika necesita nuestra ayuda! Una vez ella esté con nosotros, les contaré todo. Revelaré la verdad completa y disiparé todas sus dudas.
El aire vibraba. El portón comenzaba a emitir un leve zumbido, como si reconociera nuestra presencia. Las figuras de los dragones, esculpidas con asombroso detalle en la superficie de la puerta, comenzaron a brillar levemente, como si despertaran de un largo sueño.
Fue entonces cuando sentí una atracción profunda, casi magnética, hacia uno de ellos: el dragón situado en la parte superior izquierda. No era una elección racional… era instinto, llamado, destino. Al voltear, vi que los demás también estaban siendo guiados.
Sara comenzó a elevarse suavemente del suelo. Sin vacilar, se dirigió hacia el dragón en la esquina superior derecha. Keiden, con paso firme, se acercó al de la esquina inferior izquierda. Hinty, envuelto en un resplandor apenas visible, avanzó hacia el que se hallaba en la esquina inferior derecha.
Cuando todos estuvimos frente a las figuras, alineados como piezas de un antiguo rompecabezas, los ojos de los dragones se iluminaron como carbones encendidos, y una voz llenó el espacio con su eco majestuoso.
Thalorion: —Ya los están llamando. Escuchen lo que tienen que decirles... y mostrarles.
Yo lo sospechaba, pero ahora lo confirmo sin duda alguna: cada uno de ustedes es portador del poder de un dragón antiguo.
Sara, tú contienes el poder de Xyndra, la llama danzante que arde entre la creación y el caos.
Keiden, en ti habita el poder de Ithryss, el guardián de la roca eterna y los secretos de la tierra.
Hinty, tu alma resuena con la energía de Velkranor, señor de los hielos que nunca mueren.
Y tú, Troy… el tuyo lo reconocí desde el primer instante. Es inconfundible: tú portas el legado de Aelyndra, mi doradita, la joya celeste de los cielos perdidos.
En ese momento, lo imposible sucedió.
Los dragones tallados en el portón comenzaron a moverse. Las figuras inertes cobraron vida, y con una majestuosidad abrumadora, emergieron de la piedra, como si esta los liberara tras siglos de encierro. Nos rodearon, etéreos y brillantes, imponentes como espíritus forjados en fuego y cielo.
Y entonces… sus esencias entraron en nosotros.
No fue doloroso. Fue sublime. Un torrente de energía nos atravesó, conectando nuestras almas con algo que iba más allá del tiempo. Sentí cómo Aelyndra me abrazaba desde dentro, como si siempre hubiese estado allí, esperando que yo la encontrara.
Justo en ese instante, imágenes nítidas comenzaron a formarse en mi mente: símbolos, movimientos, secuencias. Eran indicaciones de cómo abrir el portón. Llego a nuestra mente como una memoria. Como si lo hubiera hecho antes, en otra vida.
Y sin pensar, sin hablar, comenzamos a actuar. Cada uno de nosotros repitió los gestos que se nos mostraban en la mente, moviéndonos como uno solo, sincronizados por algo más grande que nosotros.
El portón aún no se abría, pero algo había cambiado.
Estaba despierto.
Nuestros cuerpos se movían como uno solo, guiados por la energía que fluía dentro de nosotros. No había palabras entre nosotros, solo la certeza silenciosa de que lo que hacíamos era lo correcto. La conexión con los dragones nos envolvía por completo. Sentía a Aelyndra arder dentro de mí como una llama dorada, marcando el ritmo de cada uno de mis gestos.
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Editado: 05.09.2025