El silencio que nos envolvía era tan denso que podía sentirse en la piel. Cada palabra que Thalorion había revelado caía sobre nosotros como un martillo, derrumbando certezas y levantando más preguntas de las que podíamos manejar. El murmullo del agua cayendo por la cascada, detrás de nosotros, era lo único que osaba romper aquel instante, como si incluso el viento temiera interrumpir.
Keiden frunció el ceño, claramente confundido y dirigiéndose a Thalorion dijo.
Keiden: —Puedes continuar… porque ya me perdí. ¿No se suponía que ustedes no tenían poderes, que solo manejaban las runas de los dragones?
Thalorion sostuvo su mirada, y en sus ojos ardía una mezcla de orgullo y melancolía.
Thalorion: —Así era… —respondió con voz grave—.
Al principio, solo éramos, simples intérpretes del poder de los dragones. Pero mi conexión con Nyssariel, fue más fuerte que cualquier vínculo que un humano hubiera forjado jamás. Gracias a ello… yo obtuve algo más.
Podía hacer todo lo que las runas hacían… pero sin necesidad de dibujarlas. El poder fluía en mí como un río indomable. Sin embargo, el destino intervino. Velkranor, rompió el vínculo que tenías con él… en el instante en que el Arenno atravesó con su espada el pecho de Raff. Fue entonces cuando Velkranor se unió a mí, junto a Aelyndra, Ithryss y Xyndra.
Con el poder de los Cinco Dragones fluyendo por mis venas, lancé un hechizo para que durmieras, y para que tu cuerpo permaneciera joven mientras el tiempo pasaba. Cuando el cometa finalmente cruzó los cielos, los dragones, con su fuerza casi agotada, lucharon hasta el límite para contener a los seres oscuros.
Yo aproveché ese instante para atar el cometa con los Arennos y los Varnoks. Sellé también las almas de los Cinco Dragones en aquel vínculo, para que vigilaran y evitaran que los seres oscuros regresaran jamás. Y cuando el último verso de mi hechizo fue pronunciado… los cuerpos de los dragones se desintegraron, cayendo como cenizas luminosas sobre la tierra.
El cometa siguió su rumbo, arrastrando con él a los seres oscuros hacia el vacío del firmamento. Después, construí con mi propia magia la montaña tras nosotros, para ocultar a Maika en su interior y mantenerla a salvo. Cuando la última piedra fue colocada… mi poder se apagó.
Me senté en la cima de aquella montaña recién creada, y contemplé cómo el cometa se alejaba, dejando tras de sí un rastro de diminutas partículas… Eran los cuerpos desintegrados de los dragones, pero todavía impregnados de su magia.
Esas partículas cayeron sobre los humanos de un pueblo cercano… y aquellos que fueron tocados por ellas despertaron poderes que ningún humano había conocido. Ellos… fueron quienes forjaron la historia del Cometa Woodma. La historia que ustedes conocen que dice que gracias al fragmento que el cometa dejó atrás, convertido en polvo, los humanos obtuvieron sus dones.
Un tiempo después, cuando el cometa volvió a pasar cerca de la Tierra, sentí un estremecimiento en el alma: todos comenzaban a perder sus poderes, como si una fuerza invisible los arrancara de cuajo.
Al alzar la vista hacia el cometa, lo vi con claridad… había una brecha. Pequeña, casi imperceptible, pero lo suficientemente poderosa como para absorber la magia del mundo.
Entonces, sin dudarlo, levanté mi bastón y utilicé una runa que Nyssariel me había enseñado mucho tiempo atrás… una que nunca me había atrevido a emplear.
La energía dejó de fluir hacia el cometa y comenzó a redirigirse hacia mi bastón, arremolinándose como un río de luz y poder. Sentí que me quemaba por dentro, pero aguanté. Y cuando el cometa, por fin, abandonó nuestra órbita, lo solté.
Todos recuperaron sus poderes… excepto unas pocas personas. Esa es la razón por la que el mundo pierde sus poderes cada vez que el cometa pasa. Y así fue durante generaciones enteras.
El tiempo siguió su curso hasta que los espíritus de los dragones, notaron que yo ya no era tan joven como antes. Fue entonces cuando Nyssariel abandonó el cometa y se fusionó conmigo, otorgándome la longevidad de un dragón. Gracias a ello pude vivir siglos, resistiendo el paso del tiempo como un roble en medio de la tormenta.
Décadas después, los otros cuatro siguieron su ejemplo, cada uno uniéndose a su portador. Así fue como ustedes cuatro fueron escogidos. Nyssariel eligió a Maika, pero permaneció dentro de mí hasta que ella despertó.
Ahora que está en ella, mi ciclo se acerca a su fin… me quedan apenas unos días.
Los entrenaré con todo lo que me queda de fuerza, y cuando llegue mi hora, Maika quedará a cargo de completar su preparación. Deben estar listos para el día en que los Arennos y los Varnoks logren romper el cometa y liberarse.
Con esas palabras, Thalorion puso fin a su historia.
Yo… no pude pronunciar palabra; solo miré a los demás.
Maika tenía los ojos inundados de lágrimas; Keiden fruncía el ceño con rabia contenida; Sara permanecía boquiabierta; Hinty abrazaba a Maika, rascándose un ojo para disimular que estaba a punto de llorar; mi abuela mantenía el rostro serio, como siempre; y Klior tenía ambas manos cubriéndole la boca.
Todos tratábamos de asimilar lo que Thalorion acababa de revelarnos.
Fue mi abuela quien rompió el silencio primero.
Elda: —Es algo difícil de creer… pero si estamos en el peligro que dices, estos niños deben empezar a entrenar ya. El cometa está cerca.
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Editado: 05.09.2025