Todos se quedaron boquiabiertos ante lo que Elda acababa de revelar. El silencio que siguió fue tan denso que parecía aplastar el aire, todos esperaban expectantes a que alguien se atreviera a romperlo. La revelación no disipaba las dudas: por el contrario, las multiplicaba y las clavaba como espinas en el corazón de cada uno.
Elda: —Hija… lo siento mucho por ocultarte esto. Cambié la profecía de tu padre para protegerlos, pero ya no puedo seguir callando. La verdadera profecía decía que el tercer hijo que tuvieran sería uno de los cinco destinados a devolver la vida a los dueños de todos nuestros poderes… los dragones. Y con su ayuda poder vencer a un mal del pasado que ya comienza a despertar.
Sus palabras se expandieron por todo el lugar, retumbando en los oídos de todos.
Raff: —El abuelo me confesó, antes de morir, que en aquel momento había tenido otra visión. Y sabía que si tú, mamá, descubrías la verdad, jamás habrías inscrito a Troy en el instituto. Pero él tenía que estar ahí… tenía que encontrarse con Keiden, porque solo así podría devolverle su poder. Por eso… por eso hicimos todo lo que hicimos.
Un murmullo recorrió al grupo. Yo bajé la mirada, recordando cada momento de dolor, cada vacío en mis recuerdos, cada duda que me había atormentado desde niño. Luego levanté la cabeza con firmeza.
Troy: —Ahora que sé la verdad… ya no me siento tan confundido como antes. Todos esos huecos en mi memoria se llenaron. Ahora todo encaja.
Mi padre, con los ojos vidriosos, intentó acercarse, pero cada palabra se le atragantaba en la garganta al hablarme.
Mark: —Troy… perdóname por todo lo que creíste que te dije. No era yo. Todo fue obra de Raff y de tu abuela. Yo nunca… nunca quise que cargaras con tanto odio hacia mí.
Pero yo no retrocedí ni mostré compasión. Mi mirada ardía con una verdad más dura que cualquier reproche.
Troy: —No, papá. Acabo de recuperar todos mis verdaderos recuerdos… y lo que recuerdo de ti es aún peor de lo que imaginaba. Intentas limpiar tu culpa ahora que sabes que sí tengo poderes, pero yo no olvido. No intentes hacerte el bueno. —Mi voz resonó con una fuerza casi sobrenatural—. Pero tampoco estamos aquí para aclarar las sombras de mi pasado. Thalorion ha venido a nosotros para contarnos sobre el mal que se avecina. Ese mal no esperará a que resolvamos nuestras disputas. Tenemos que escuchar y prepararnos, porque el día llegará… y ninguno de nosotros está listo para lo que nos aguarda.
En ese momento, Thalorion dio un paso al frente. Su presencia, imponía silencio por sí sola. Comenzó a narrar ante todos lo mismo que ya nos había revelado a nosotros en la cabaña. Sin embargo, apenas avanzó en sus palabras, los murmullos crecieron entre la multitud y pronto se convirtieron en gritos de incredulidad.
—¡Mentiras! —vociferaban algunos.
—¡Ha manipulado sus mentes! —acusaban otros, con furia en los ojos.
El aire se llenó de tensión, de desconfianza y hostilidad. Los aldeanos y guerreros presentes no podían creer lo que escuchaban, y cada frase de Thalorion parecía hundirlo más en su desprestigio.
Nos miramos entre nosotros con desesperación. ¿Cómo podíamos lograr que creyeran en lo que era verdad? La duda estaba consumiendo a todos, y la verdad corría el riesgo de perderse en medio del miedo. Fue entonces cuando una idea cruzó mi mente como un rayo.
Troy: —¡Thalorion! —dije con fuerza, llamando su atención—. Usa tu bastón… activa la runa que empleas cada vez que pasa el cometa.
Los demás me miraron sorprendidos, y en ese instante comprendieron mi plan.
Maika: —Sí —dijo con firmeza—, es una gran idea. Nuestros poderes provienen del alma misma de los dragones. Esa runa les quitará fuerzas a todos, pero no nos afectará a nosotros.
Sara: —Ya entendí —añadió, con un brillo de determinación en los ojos—. Mientras ellos estén sin poderes, nosotros usaremos los nuestros para demostrar la verdad. Solo así nos creerán.
Hinty: —Buena idea… para ustedes que tienen poderes que mostrar. ¿Y yo qué hago? ¿Acaso debo inventar una poción en medio de todo esto?
Keiden: —Exactamente, Hinty. Eso mismo tienes que hacer. Tú prepara pociones para amplificar nuestros poderes. Si vamos a hacerlo… hagámoslo a lo grande.
Thalorion guardó silencio unos instantes, pensativo, como analizando las consecuencias de lo que proponíamos. Finalmente, asintió con firmeza.
Thalorion: —De acuerdo —dijo, y sus ojos centellearon —Que la verdad se muestre bajo la luz de los dragones.
Alzó su bastón y comenzó a trazar en el aire una runa brillante, cada uno de los trazo se suspendía como fuego líquido en el viento. Cuando cerró el círculo, la runa cobró vida: una esfera luminosa estalló en resplandores y las partículas de poder comenzaron a reunirse en su interior, como estrellas atrapadas en un corazón de cristal.
De inmediato, el pánico se desató. Uno a uno, todos los presentes sintieron cómo su energía mágica desaparecía. Voces de terror llenaron la plaza:
—¡No tengo poderes! ¡Los he perdido!
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Editado: 05.09.2025