Aún teníamos preguntas ardiendo en la mente:
¿Cómo era posible que Klior fuera una elegida más?
¿Por qué su destino había permanecido oculto incluso para los dragones?
¿Y qué papel jugaría ahora que Nocthyrax —un dragón anterior a la era de Maika, Nyssariel y Thalorion— había revelado su existencia?
Pero esas preguntas, por más urgentes que parecieran, debían esperar.
Los dragones regresarían pronto... y entonces, quizá, llegarían también las respuestas.
Sin debatir más, seguimos avanzando hasta las escaleras talladas en la roca. Al apoyar el pie en el primer escalón, sentí cómo mi poder se agitaba dentro de mis venas, latiendo al ritmo fuerte, algo que nos esperaba más arriba. Los demás también lo percibieron: un pulso profundo, casi como un llamado.
A cada paso, la escalera se volvía más estrecha, como si quisiera envolvernos. Las paredes a nuestro alrededor se cerraban poco a poco, formando un túnel natural, aunque el cielo seguía visible sobre nuestras cabezas como una grieta azul entre montañas vivientes. Era un contraste hermoso y a la vez inquietante.
El entorno cambió sin que nos diéramos cuenta.
Lo verde nos envolvió.
Plantas gigantescas emergían a ambos lados, con troncos tan gruesos como torres y hojas del tamaño de escudos. Parecían haber vivido siglos, tal vez milenios, respirando la magia que saturaba aquel lugar. La luz se filtraba entre ellas en tonos dorados y esmeralda, creando un ambiente que se sentía más antiguo que cualquier ruina del mundo.
Todos estábamos maravillados.
Era como caminar a través de un portal abierto hacia el pasado, hacia una era donde la magia dracónica corría libre como el viento.
Cuando por fin alcanzamos la cima, nos encontramos con una fuente circular de agua cristalina. Su superficie desprendía un leve resplandor azul, y a su alrededor flotaban diminutas partículas de energía que se movían como luciérnagas hechas de pura magia. Era un espectáculo silencioso, pero tan intenso que nos dejó sin aliento.
Al otro lado de la fuente se abría la entrada de una cueva.
Una boca oscura que parecía esperarnos desde siempre.
Maika dio un paso al frente, sus ojos reflejando el brillo de las partículas mágicas.
Maika: —Ya estamos cerca. Cruzando esta cueva está la fuente de toda la magia dracónica… el lugar donde nacieron nuestros poderes. Detrás de esta caverna se encuentra el Valle del Dragón.
Troy: —Con razón siento que mi poder late con más intensidad cada vez que avanzamos…
Sara: —Entonces no era la única que lo sentía…
Maika negó con un gesto suave pero firme.
Maika: —No, Sara. No eres la única. Al acercarnos al origen de nuestros poderes, es natural que estos aumenten. Aquí la magia no solo vive… respira con nosotros.
Pero no debemos perder más tiempo. Pronto oscurecerá, y no queremos que la noche nos alcance dentro de la cueva.
Sin añadir una palabra más, Maika avanzó decidida hacia la entrada. La cueva la recibió con un susurro de viento. El resto la seguimos, uno tras otro, con el pulso acelerado y la certeza de que, al cruzar ese umbral, nada volvería a ser igual.
La oscuridad de la cueva nos envolvió apenas cruzamos el umbral. El eco de nuestros pasos rebotaba en las paredes irregulares, y el aire se volvió más denso.
Yo caminaba al frente, guiando a los demás. Con un movimiento de mi mano, formé una esfera de fuego dorado que flotó sobre mi palma, arrojando destellos cálidos sobre la roca. Las sombras danzaban alrededor de nosotros con cada paso que dábamos.
Apenas avanzamos unos metros más, cuando el suelo comenzó a temblar.
Primero fue sutil, casi imperceptible…
Luego se volvió un latido profundo, como si la montaña despertara.
De las paredes surgieron raíces gruesas, vivas, que se retorcían como serpientes gigantes. Desde el techo, lianas oscuras descendieron con movimientos lentos pero precisos, tratando de atraparnos por los brazos, la cintura, los tobillos.
Sara gritó, y Keiden levantó un muro de energía para esquivar una raíz que intentó sujetarlo.
Pero fue Klior quien reaccionó antes de que todo se descontrolara.
Se colocó al lado de Troy, sus ojos brillando en señal de que había activado su poder. La esfera de fuego iluminó su rostro decidido.
Klior inhaló profundamente y extendió ambas manos hacia adelante.
Klior: —¡Retrocedan! ¡Los detengo! —exclamó, su voz resonando como un trueno.
El aire cambió.
El viento surgió de la nada, arremolinándose alrededor de ella.
Una ráfaga de fuerza elemental barrió la cueva, empujando raíces y lianas hacia atrás como si fueran simples ramas secas.
Pero no se detuvo ahí.
Klior cerró los ojos y el suelo comenzó a responder a su llamado. Rocas se levantaron, formaron una especie de escudo y abrieron un camino entre la maraña de raíces vivientes que intentaban bloquear nuestro avance.
Un estruendo recorrió la cueva.
La tierra obedecía.
El fuego de Troy iluminaba el sendero abierto por la fuerza de Klior.
Los seis avanzamos juntos, cubriéndonos unos a otros, abriendo paso entre los latidos de la montaña que parecía querer retenernos. Sentía cómo la magia del lugar nos observaba, probándonos, empujando contra nosotros como si quisiera medir nuestra determinación.
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Editado: 10.12.2025