Dominio.

Me alejo de la mesa, harta de estos juegos. Lejos de todo el ruido de los nobles, me dirijo al balcón para tomar aire fresco y dejar de pensar.

Cuando creo que estoy sola, escucho una voz a mis espaldas. Es Vladimir. No sabe dejar de ser un idiota.

—¿Necesita algo? ¿O solo me sigue para molestarme?

Vladimir me sonríe con frialdad, tanto que corta la respiración.

—¿Es acaso que no puedo pasar tiempo con mi prometida?

No soy la prometida de nadie, menos de él. Si no se lo dejo claro ahora, va a seguir pensando que soy su trofeo.

—¿Tu prometida? Porque yo no la veo. Aquí solo estoy yo, y que sepa, no soy prometida de nadie...

Vladimir se fue acercando hasta estar a una distancia demasiado molesta.

—Mmm, tienes razón, todas aquí pueden serlo. Deberías sentirte honrada de que vas a ser tú. Lástima que no seas suficiente para mí... tendré que conformarme con migajas.

Se cree gracioso.

—¿Tú con las migajas? No me digas... Pensé que era la conserje. Esa que no te quita los ojos de encima y me fulmina.

Empecé a acercarme lo suficiente a él para que ella lo notará.

—No pensé que tuvieras gustos tan humildes. Si tuvieras una pizca de valentía, ella estaría aquí y no yo. Pero solo tienes miedo de deshonrar tu apellido. Lo que no sabes es que con tu existencia ya lo haces.

La mirada de Vladimir se oscurece. Antes me haría temblar de miedo. Ahora solo me da risa.

—Te prohíbo que hables de ella. No estás al mismo nivel. Ella no es una decepción para su familia.

Ese insulto no se lo voy a permitir. Le doy un puñetazo que provoca que se caiga.

—No te atrevas a insultarme. Mejor vuelve con ella, que está para recoger las migajas. En cambio, yo puedo tener lo mejor... y eso no eres tú.

Me alejo del balcón mientras Vladimir se levanta. Me alegro de que ese lugar esté oculto, si no me metería en problemas.

Localizo al rey, lo saludo y se me ocurre algo.

—Majestad, hace rato vi a Vladimir con una conserje. Él estaba en el suelo… creo que lo golpeé. Deseo equivocarme. Sería una humillación para su familia.

El rey se puso tenso, se disculpó y salió hacia donde le señalé. Cómo lidiará Vladimir con esto.

Mi padre se me acerca con esa expresión que finge que todo está bien cuando en realidad va a reprenderme. Solo que esta vez no me dejaré.

—¿Qué ocurre contigo? Pensé que estarías emocionada por el compromiso, pero te comportas de manera insolente. Sabes que dependemos de tu compromiso. Tienes que honrar esta familia.

—Hay mejores pretendientes que el príncipe Volkov. ¿Por qué elegirlo a él cuando tengo más opciones? Ese honor no se lo merece. Como mi padre, deberías saber mi valor, pero al parecer solo te importa tu beneficio, no el de la familia… y mucho menos el mío. Verás si aceptas o no, pero por mi parte rechazo cualquier compromiso con Vladimir.

Me dirijo al salón donde están bailando, y solo tarda un segundo para que me pidan bailar. Decido aceptar la invitación de un lord de alto prestigio, con el cual Vladimir se lleva de lo peor.

Mientras bailamos, veo al rey discutir con el príncipe. Al parecer no me equivoqué. Sabía que la conserje se le iba a acercar.

Cuando vuelvo a verlo, nuestras miradas se cruzan. Le doy una sonrisa de autosuficiencia y él me fulmina con la mirada. El mejor baile de mi vida, sin duda.

Pasan unos minutos hasta que Vladimir le pide al lord bailar con su prometida, eliminando todas mis esperanzas de no comprometerme.

—Si buscas causarme problemas, no lo consigues.

—¿Seguro? Vi a tu padre muy enojado. Qué deshonra eres como su hijo. ¿Cómo soportas causarles molestias?

Volkov aprieta más su agarre, causándome una gran molestia.

—Por lo menos no ando por ahí aceptando invitaciones de hombres estando comprometida.

—Primero que nada, aligera tu agarre. No soy una amante tuya para que hagas lo que quieras. Y segundo, espero que mi padre te haya expresado mi negación a este compromiso. Y si me disculpas, tengo que retirarme. Me abruma estar cerca de cobardes.

Me alejo lentamente, pero firme del salón, mientras Vladimir se queda viéndome.

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