Prologo

Año 1427 del Calendario Imperial

El viento cruzaba las montañas de la Frontera del Celestium como un susurro antiguo, cargado de presagios. Desde lo alto de las murallas del Castillo de Aurelios, las antorchas temblaban como si también temieran lo que estaba por venir.

Durante siglos, Aurelios y Drakenfall habían permanecido unidos por tratados frágiles, intercambios comerciales y una diplomacia que apenas lograba contener los resentimientos heredados.
Y sin embargo, ese equilibrio estaba a punto de romperse.

La noche en que todo comenzó, el príncipe Lior de Aurelios recibió una carta sellada con el emblema del dragón de plata.
El mensajero llegó exhausto, con el rostro pálido y la armadura cubierta de polvo y sangre seca.

—“Del príncipe Caelan de Drakenfall… para tus ojos únicamente” —susurró antes de desplomarse.

Lior rompió el sello y leyó.

Era una advertencia.
Un ruego.
Una confesión.

Valestrid, el reino enemigo en el norte, movilizaba su ejército. Sus espías habían cruzado la frontera, y la primera incursión estaba a días de distancia. Pero lo que realmente estremeció al joven príncipe no fue la amenaza de guerra…

Sino la última línea escrita con una caligrafía temblorosa:

“Si la guerra estalla, Lior… quiero que sepas la verdad.
Yo no temo perder el reino.
Temo perderte a ti.”

Lior sintió que el mundo se abría bajo sus pies.
Aurelios prohibía el amor entre dos príncipes.
Drakenfall lo celebraba como un símbolo de unión divina.

Y ahora, entre amor y deber, ambos estaban atrapados.

Esa misma noche, mientras el cielo se teñía de rojo por un eclipse inusual, Lior tomó una decisión que cambiaría la historia del continente de Elyria:

Cruzar la frontera prohibida. Encontrar a Caelan.
Y enfrentar, juntos, a un enemigo que no se conformaría con conquistar un reino… sino los tres.

Porque cuando dos príncipes desafiaban una corona,
el destino del mundo temblaba.