Donde Coincidimos

Capítulo | 6

P.O.V: Nebraska Grey

Suspiro cerrando los ojos y perdonando a quienes me han lastimado, sobre todo a dos que ya no quiero en mi vida aunque haya un vacío que llenar. Mi yo interior los llora amargamente, pero yo debo ser fuerte, debo dejarlos y que no me consuman porque yo no hice nada malo.

—Ahora te vas a concentrar en tu energía y en la recarga de tu día —asiento y abro los ojos, la calma en su rostro es un espejo de lo que yo debería ser—. Vas a botarlo en respiraciones, pero aun así se siente pesado, por lo que vas a buscar tu equilibrio tal y como ayer y golpearás el aire como te enseñé a golpear el saco.

—Eso es raro, el aire no es tangible.

—¿Vas a cuestionar todo? —me encojo de hombros—. Aquí el maestro soy yo, para que sea más fácil, yo seré el terapeuta y tú el paciente o quien busca la terapia. 

—Nunca he asistido a un psicólogo como tal —admito frunciendo el ceño.

—Ya lo dijiste, predicas y no practicas, ahora vas a practicar.

—Es que se siente raro golpear a la nada —me quejo y me vuelvo a parar sin buscar el equilibrio, como le llama él.

—Espera aquí —dice cansado y se aleja a buscar algo, lo miro por sobre mi hombro y de espalda se ve tan bien como de frente.

Toma una pequeña colchoneta y me vuelvo para que no note que lo estaba viendo. Veo que hay unos cuadros en la pared y me llaman la atención, realmente ha ganado premios con estos deportes. Luego su cuerpo bloquea mi visión y me obligo a verlo a los ojos, por alguna razón, los suyos no reflejan nada más que a mi.

—Sostendré esto y los vas a golpear —asiento entendiendo y volviendo a la posición que él dijo—. Recuerda respirar, antes de golpear vas a inhalar y junto con el golpe vas a exhalar.

—Bien.

Me concentro y al primer golpe funciona, siento una descarga en mi cuerpo que se siente muy bien. Lanzo otro aun siguiendo sus instrucciones, una sonrisa baila en mis labios y siento calma en mi, no pienso en nadie más y se siente mucho mejor que ayer golpeando el saco con ira.

—¿Ves que se siente mejor? 

—Mucho mejor —hasta ahora recién noto que me he cansado.

—Tienes pésima condición física —señala bajando la colchoneta.

—Lo sé, vivo entre paredes.

—Podrías salir a correr por las mañanas, hacer cardio tal vez.

—No lo creo, me aburro rápido si es que no hay alguien conmigo —menciono y recibo la botella de agua que me tiende, es la suya. 

—Salir en parejas sirve —musita mientras bebo agua, se siente muy fría, sus ojos recorren mi rostro y termina en mis labios, pero rápidamente vuelve a mis ojos.

—Mi novio se hastiaba porque era más lenta que él —digo limpiando el agua que quedó en los labios.

—Podrían haber hecho otro tipo de cardio —señala como si fuera normal hablar de la vida sexual.

—Si lo hacíamos —digo casi ofendida y sonríe de medio lado, otra vez mi mini yo se derrite.

—¿Te has hecho electrocardiogramas? ¿Alguna radiografía pulmonar?

—Estoy bastante sana a decir verdad —señalo acomodando el peto deportivo.

—Bueno, entonces vas a practicar el mismo golpe pero con la otra mano —señala tomando la colchoneta.

—¿En la misma posición?

—No, cambia, porque es el mismo movimiento pero con la otra mano.

—¿Cómo? —realmente estoy perdida en el espacio.

—Permiso —musita parándose a mi espalda y toma mi cintura con delicadeza.

Mi pulso se dispara cuando su pulgar roza la piel descubierta, trato de disimular que no me afecta. Siento su cuerpo demasiado cerca de mi y habla sobre mi oído.

—Tu pie por delante —lo empuja con el suyo—. Ahora flecta las rodillas. Bien.

Carraspeo y él hace lo mismo cuando se aleja, tengo que buscar aire y llenar mis pulmones que habían quedado tan secos como mi boca. Cuando vuelve a quedar frente a mí, toma la colchoneta y sus ojos se fijan en los mios.

—La espalda recta —señala y pone sus brazos como deberían ir los míos—. Ahora controla tu respiración y golpea.

Me tomo mi tiempo y suelto el primer golpe, no se siente tan bien como hace un rato porque sigo con mi mente en él, pero cuando me coordino y pienso en mi, todo se siente mucho mejor y hasta siento el éxtasis en mi cuerpo.

—Bien, si vuelves a venir, puedes golpear el saco hasta que quieras aprender más —señala bajando lo que golpeaba.

—Está bien —me tiende el agua y va a dejar donde corresponde lo que ha sacado.

—Eso sí, tienes que utilizar guantes porque te puedes dañar si golpeas fuerte como ahora, la colchoneta no tiene la misma dureza que el saco —le tiendo el agua y el toma del mismo lado que yo.

—No tengo guantes.

—Aquí hay, no te preocupes. Aunque si quieres tener los tuyos puedes comprar —asiento a lo que dice—. Ahora sí ¿Me vas a decir tu nombre?

—¿Te parece una letra por día?

—Si no llegas a venir dentro de otros días habrás hecho trampa —señala entrecerrando los ojos mientras se vuelve a acercar a mi.

—Comienza con N y termina en A —me compadezco.

—Muchos nombres —hace una mueca casi como si estuviera pensando aunque no es así, solo quiere forzarme a que le diga.

—Ninguno como un estado 

—Nebraska —contengo el suspiro por cómo dice mi nombre.

—Fácil —sonrío y él hace lo mismo, su dentadura es perfecta, le hace una sonrisa perfecta.

No puede ser que me esté interesando tan fácil y de esta manera, se supone que debería estar en un lapso de odio a los hombres como la mayoría de mis pacientes cuando sus novios las dejan, mi caso de hecho fue mucho peor y ya sin querer me interesa el instructor de Boxeo de un gimnasio.

—Está bien, psicóloga Nebraska. Un gusto haberla visto por acá, la espero mañana.

—Pues, espero ser bien recibida —me guiña un ojo y yo volteo ocultando la sonrisa mordiendo mi labio inferior.

Salgo de la sala y voy donde sea que esté Mont, cuando la veo voy hacia ella. Lo peor es que ni siquiera siento culpa por pensar en Edward, nada más pasa que mi cuerpo reacciona al suyo por completo. Esto no debería estarme pasando y lo peor es que no quiero hacer nada para evitarlo, porque no quiero huir, no quiero acobardarme.




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