Donde Coincidimos

Capítulo | 7

P.O.V: Edward Lewis

Detengo el auto en el parking del centro comercial donde Haysel me dijo que estarían. Salgo del auto, en las manos llevo las llaves y mi celular, nada más que eso. Le marco para ubicarnos pero no es capaz de contestar, siempre buscando más atención, esa chica está mal.

Hola.

—¿Dónde estás?

En Converse. ¿Llegaste?

Si, espera ahí.

Guardo el celular y voy donde ella indicó que estaba, ojalá no se mueva de ahí porque suficiente tuve con mi madre por la mañana haciendo show porque no le compré su fruta favorita. Las mujeres en mi vida están locas.

Llego a converse y me encuentro con su novio fuera, me mira de arriba a abajo y juro que me dan ganas de golpearlo, pero no lo puedo hacer y por lo menos sé controlar mis impulsos violentos para con él. La busco por todos lados y luego la veo aunque ella no a mi.

—Papá —sonrío al escuchar a mi bebé.

Haysel se voltea y veo como mi hijo se retuerce en sus brazos para venir conmigo, mi ex lo deja pisar suelo y él viene hacia mi, caminando como él puede y llega a mis brazos, lo levanto y besa mi mejilla, sólo por él suelo afeitarme. Su madre se acerca y me entrega el bolso.

—Te extrañó.

—Te lo llevaste durante la semana que me correspondía —menciono de mala gana.

—Todavía no hay resultado por parte del juez —toca mi brazo de manera que quiere ser seductora.

—Porque alegaste daño psicológico y por eso lo aplazaron para que puedas ver un psicólogo.

—Me dejaste —reclama cuando en realidad no le debería afectar, tiene novio.

—Es que a ti no te amo, yo sólo te dije que me haría cargo de nuestro hijo y eso hago, no incumplo ninguna promesa, jamás te prometí amor.

—Igual que te acostaste conmigo.

—Una vez y estando ebrio, eso no cuenta —recuerdo para que no siga con sus ilusiones de ser una familia feliz—. Ya sabes que hacer.

Dejo al niño en el suelo y lo distraigo mientras lo llevo de la mano y su madre camina a nuestro lado y cada vez se la alejando un poco, así el niño no llora que ella se vaya. Toca los guantes de boxeo que hay en un mostrador y sonrío divertido antes de levantarlo.

—Vamos que papá debe trabajar —digo tomándolo en brazos.

Mi hijo me habla pero yo con suerte entiendo solo algunas palabras, es que recién tiene un año y meses, por lo que su lenguaje es casi nulo. Vamos al auto y sé que muchas personas no están de acuerdo con lo que hago, pero es que en mi auto son pocas cosas las que se pueden hacer bien. Abro la puerta del Chevrolet Camaro que me compré hace dos años, mi hijo sonríe y aplaude porque para él esto es divertido.

Dejo el bolso en el asiento de copiloto y me acomodo en el asiento tras el volante con mi hijo en mis brazos, cierro la puerta y enciendo el vehiculo. 

—Justin, te vas tranquilo —mi hijo asiente con la cabeza.

Cruzo el cinturón por mi pecho y el cinturón de mi hijo es mi brazo que lo rodea. Echo a andar y mi hijo sonríe tomando el volante aunque soy yo quien lo dirige pero él cree que es él quien va manejando. Mi hijo es lo más hermoso que tengo ahora mismo, es mi pequeño tesoro aunque fue prácticamente consecuencia de un condón roto, no todos los métodos anticonceptivos son cien por ciento seguros.

Papá siempre me apoyó en cuanto a tomar responsabilidad sobre el niño, aunque nunca pensamos que la madre estaría más loca que una cabra y además completamente obsesionada conmigo, por algo tuve que privar todas mis redes sociales. Mamá por otro lado, con suerte puede ver a mi hijo, pero por lo menos lo puedo llevar a mi trabajo.

—Papá —miro al niño por unos segundos.

—Dime.

—Ato —me muestra el auto y sus ojitos de almendra brillan.

El niño no se podía parecer más a mi, aunque cuando nació era muy similar a su madre, ahora es mi imagen de pequeño. Llego a mi casa, la que era de papá obviamente, yo tenía un departamento pero lo terminé vendiendo hace tres años cuando él enfermó y me vine a vivir acá a la casa de mi infancia. 

—Vamos que llegamos —canto a mi hijo y este se ríe.

Tomo el bolso y quito el cinturón, las llaves y a mi hijo. El niño se sacude porque ahora quiere caminar todo el tiempo. En la acera lo dejo en el suelo y tomo una de sus manos, sube las escaleras con cuidado y espera a que abra la puerta.

—Abe a peta —río porque es muy gracioso ver y escuchar a mi hijo golpeando la puerta y diciendo eso, lo amo a mi gordo.

Abro la puerta y pasa como si nada, llega al living y ya se está tratando de quitar la chaqueta.

—Justin, ven aquí —se acerca y le quito la chaqueta aunque él quiera hacerlo solo. 

—Llegaste, hijo ¿Trajiste chocolate?

—Dije que iría a buscar a mi hijo, yo no hago lo que tu me mandes a comprar  y si vas a hacer encargos me pasas el dinero —digo llevando a mi hijo a la cocina para darle de desayunar—. Espero que hayas conseguido trabajo, yo no te voy a mantener.

—Está la pensión de tu padre y su seguro.

—Ese dinero es mío, por suerte se divorció de ti a tiempo —entrecierra los ojos un tanto molesta.

Le paso un pedazo de pan integral, son mis favoritos y a él le gusta comer todo lo que yo. También le doy unas frutillas porque son sus favoritas. 

—¿Con quién vas a dejar al niño hoy?

—Mi mejor amigo no trabaja, va a venir a cuidarlo porque hoy solo tengo el turno de la tarde, además mi hijo y su hija se llevan bien.

—Ustedes se pusieron de acuerdo para ser padres.

—No, Niall me copió —digo la broma que tenemos con mi mejor amigo.

Mi hijo mira atento a mi madre, siempre le llama la atención pero ella nunca se acerca, por suerte. Mi celular comienza a sonar y se trata de Avery, hoy tiene que entrenar pero también tiene una cita, así que ella tiene que decir el horario que quiere utilizar.

—Dime, niña.




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