Donde Coincidimos

Capítulo | 13

P.O.V: Nebraska Grey

Termino mi jornada laboral teniendo que ir al juzgado de familia por uno de mis casos anteriores a la luna de miel, hoy le daban el cierre al caso y al final mis terapias ayudaron bastante, tanto así que hasta me regalaron unas flores y una caja de chocolates de manera de agradecimiento. Amo ver a mujeres tranquilas y felices, pero cuando un padre dedicado gana su felicidad y las de sus hijos, es algo que supera.

—Muchas gracias, Aska. 

—Descuide, solo hago mi trabajo, velar por el bien de los pequeños.

—De hecho, quisiera ver si los podía seguir atendiendo. Entiendo que para ellos debe ser mucho más difícil que para mí y con usted ellos siempre salen sonriendo —quiero hacer un puchero, me encanta esta parte de mi trabajo.

—Está bien, si quiere va a la consulta y las chicas lo pueden ayudar para ver cómo hacemos con mis agendas —le entrego la tarjeta del espacio donde trabajo y también una de las mías.

—Chicos, vengan a despedirse de Aska —los niños corren y me abrazan, luego se resguardan bajo el brazo de su padre.

—Bien, yo tengo que regresar a mi trabajo, pero les deseo una buena noche y disfruten de lo que resta de vacaciones.

Llamo a un taxi y me despido de ellos agitando la mano, le señalo la dirección al chofer y miro mi celular que había mantenido en silencio al estar en la corte. 

*

Edward

E: Espero verte hoy

E: No tardes en llegar.

*

Sonrío y muerdo mi labio inferior con nerviosismo, fue pésima idea traer este tipo de ropa al gimnasio, me van a comer viva. Falda de cintura alta con abertura en una pierna y la tela por ser liviana cuando camino tiende a enseñar de más, tiene un estampado floral en tela oscura, por otro lado está el top blanco estilo bandeau fruncido, sin mangas ni nada, sólo se mantiene en su lugar porque mis pechos son grandes y los sostuve con cinta en caso de cualquier cosa. Un estilo bastante bohemio de mi parte. Por lo menos traigo el cabello suelto y este al llegar a la cintura cubre una parte.

—Ya llegamos, señorita —ni siquiera había notado que habíamos parado.

—Cierto —le pago el viaje y bajo un tanto insegura.

El viaje fue demasiado corto en mi opinión y ni siquiera compré algo para comer. Entro al gimnasio y no veo a Mont por ningún lado, por lo que voy directo a la zona de Edward, su zona de seguridad (así lo llamaré a partir de ahora). Al entrar, no lo veo por ningún lado, pero Avery me encuentra super fácil.

—Hola Aska —saluda cansada al estar golpeando un saco.

—Hola Avery ¿Está Edward?

—Dile Eddy —se ríe de algo que sólo ella entiende—. Está en la oficina, si quieres puedes ir, está acomodando espacios para sus nuevos clientes.

—Gracias.

Sonriendo saludo a algunos que me saludan y se me quedan viendo, pésima idea la mía. Me apoyo en la entrada de la oficina, donde lo observo por unos segundos, tiene el cabello húmedo y está hablando consigo mismo en unos susurros que no logro entender, cuando me siento demasiado psicópata toco la madera de la puerta semiabierta.

—Hola, Señor Lewis.

Alza la vista y se centra en mis ojos sonriendo, luego se recuesta en la silla y se cruza de brazos mientras escanea mi outfit, siento que me sonrojo y de pronto me da calor aun así con lo descubierta que voy.

—Hola Nebraska —frunce el ceño y me parece divertido ver su confusión—. No me has dicho tu apellido.

—Te lo digo si prometes que me dirás Aska —señalo viendo los papeles de snickers que tiene sobre el escritorio.

—No lo sé, me gusta tu nombre.

—¿Te has comido todas esas? —señalo los papeles y el dirige su vista hacia el punto que indico.

—Sí, son un poco adictivas y me ayudan con este dolor de cabeza —mira el cuaderno casi queriendo desaparecerlo.

—¿Te puedo ayudar? —asiente con la cabeza y me adentro en la pequeña oficina, dejo mi cartera sobre el espacio en el escritorio— ¿Qué se supone que haces?

—Tengo que adecuar los tiempos para que todos estos puedan ser ayudados por mi, durante mi horario de trabajo —señala la lista de nombres y luego el calendario que señala su horario de trabajo.

Me paro a su lado y de inmediato puedo sentir su aroma, se recuesta y pasa la mano por entre su cabello, no entiendo que tienen los hombres con ese gesto. Reviso la cantidad de alumnos por la cantidad de minutos que tiene disponible.

—¿Cuánto tardas en dar tu clase?

—No son clases, son ayudas —señala mientras inclina su cabeza para verme.

—Cómo sea, igual me entendiste —deja salir una risita.

—Casi veinte minutos, a veces treinta. Pero todos tienen distinta disponibilidad para venir, entonces igual tengo que ver eso —se frustra y saca otra barrita desde un cajón lleno de ellas.

—Dame la silla, yo lo veo y tu ve a trabajar.

—¿Segura?

—Sí, yo vivo haciendo esto con mis agendas —lo hago casi a ojos cerrados.

Se levanta y estira su cuerpo, quizás cuánto tiempo lleva sentado.

—Sospecho que recibiste muchas miraditas —murmura frente a mi.

—Bastante, no pensé a la hora de escoger esto —suspiro cuando tengo que acercarme para poder llegar a la silla.

—Lo imagino, mejor te quedas aquí hasta que yo te diga. 

Sonrío y niego con la cabeza mientras me siento y saco mi IPad de mi bolso. Noto que sigue parado en el mismo lugar, por lo que inclino mi cabeza para verlo.

—¿Sigues aquí?

—Ya —alza las manos en defensa propia.

—Oye —le llamo cuando va saliendo—. ¿Puedo pedir sushi? Es que no he cenado y ya sabes, tu sales muy tarde de aquí.

—Bueno, pero me avisas y yo lo salgo a recibir.

—Está bien —sonrío mientras se va.

Busco mi celular para buscar alguna aplicación de delivery, rápidamente pido una orden de sushi para dos, tal vez a él también se le antoje comer un poco. Con eso listo, me dispongo a trabajar, pero primero ordeno el escritorio porque me perturba ver los envoltorios.




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