Donde Coincidimos

Capítulo Extra

Miro por la ventana, hace una semana que no me dejan salir, no me dejan hacer absolutamente nada y maldigo el día que Edward los llamó para decirles que se acercaba la fecha de mi parto, pues han creído que es buena idea invadir mi espacio y mi vida. Por mi parte me siento bien la mauor parte del tiempo, si no fuera por el dolor de espalda, el dolor de caderas y el hecho de que no puedo dormir por la inquieta niña que se aloja en mi panza.

—Mamá —me giro y veo a Justin llegar de la mano de Kansas, quien sí ha sido de gran ayuda.

—Hola mi amor —mi hijo corre hasta donde estoy sentada, la pelota de yoga funciona muy bien para el dolor de pelvis—. ¿Qué tal te fue en clases?

—Bien, hay un niño que dice que sus hermanos nacieron el mismo día, pero ambos son chicos cómo yo.

—Justin, ya te he dicho que es sólo una niña —mira mi panza y la besa al mismo tiempo que mi hija se mueve provocando sentir que poco más y sale.

—¿Papá aún no llega?

—No —musito sintiendo otra contracción, es la décima del día y son más dolorosas que las de hace una semana.

Sigo haciendo los ejercicios que mi doctor ha recomendado, realmente estar embarazada no ha sido fácil pero tampoco ha sido complicado y agradezco infinitas veces que todo vaya bien, de lo contrario no me imagino cómo estaría mi familia porque ahora me tratan como si fuera de cristal, en realidad me estresan más ellos que Edward o Justin o incluso yo misma. 

—Señorita Grey ¿Cómo está usted? —miro hacia la puerta y me levanto rápidamente para ir con él—. Cariño, no es necesario que te levantes.

—No estoy invalida —besa mis labios y acaricia mi espalda baja que ha dolido como nunca el día de hoy.

—Pero no quiero que gastes energía que luego necesitarás en el parto, lo digo por tu bien —beso nuevamente su boca y camino con él hacia la cocina, Justin juega con Kan y mamá le sirve un plato de comida a novio.

—Nebraska ¿Quieres comer algo?

—Sí —busco entre mis muebles hasta que encuentro lo que buscaba mucho más alto de lo que creía, me empino en la punta de mis pies y saco el paquete de galletas.

—Deja de hacer eso —me riñe mamá y yo río para ir a sentarme al lado de mi novio, pero en eso llega Justin a tirar de mi camiseta.

—Dime, bebé.

—Nana ¿Cuándo va a nacer mi hermanita?

—Si lo supiera no estaría toda esta gente invadiendo mi casa —mamá niega con la cabeza, Kansas ríe audiblemente y mi novio besa mi sien.

—Yo quiero jugar con ella.

—Justin ya lo hablamos, si tu hermana nace, ella primero tiene que crecer —dice Edward con toda la paciencia del mundo, yo he respondido la pregunta tantas veces que lo único que me sobra es la ironía.

—Y tampoco es que vaya a crecer del día a la mañana.

—No entendí, Nana.

Río y comienzo a comer nuevamente, mi hija no para de moverse y yo quisiera que me la saquen ya, pero resulta que decidí parto normal y no pienso cambiar de opinión sólo para que nadie pueda decir “Te dije”, además, soy una persona muy valiente. Miro a mi novio y sonrío admirando su perfil, me encanta cómo se ve su mandíbula cuando come.

—Señorita Grey, deje de verme así.

—¿Si no qué?

—Señorita Grey, por dios —se inclina y me besa sorpresivamente.

A veces me cuestioné si en realidad lo amaba o era porque me estaba dando lo que yo siempre quise, si es que sólo estaba con él porque me daba o porque realmente lo amaba a él, a su persona. Y la verdad es que cada día siento que me enamora mucho más allá de simplemente amarlo, y lo amo tanto.

Luego de cenar y hacer cada ejercicio que nos han indicado en todos los talleres que hemos ido, nos vamos a dormir, debido a la poca disponibilidad de espacio y a que amo el olor de mi niño, de mi hijo, duermo con mis dos solecitos. Justin abraza mi panza como hace cada que tiene pesadillas o cuando simplemente me quedaba dormida con él al irlo hacer dormir.

*

—Nana ¿Te sientes bien? —pregunta Edward cuando me vuelvo a quejar, llevo unos quince minutos despierta, desde que me levanté al baño a hacer pipí.

—La nena me está aplastando una costilla —susurro mientras Justin se acomoda para abrazar mi panza otra vez, milagrosamente el dolor pasa—. Espera, Jus la acomodó.

—Bien, estoy despierto por cualquier cosa.

—Sí —susurro volviendo a cerrar los ojos a pesar de la contracción.

*

—¿Qué hora es?

—Las 5 ¿Otra más?

—Sí —mascullo entre el dolor agarrando su mano que me abrazaba.

—Vamos a la Clínica, Aska, ya van demasiadas, no parece ser falsa alarma.

—Bueno.

—¿Sí?

—Sí —se levanta de un salto y se viste con la ropa que ya tenía lista.

Por mi parte sigo abrazando a mi niño y permanezco tranquila, mi novio va a despertar a mi hermana y cuando regresan ambos, me ayuda a salir de la cama, me cambio la pijama y tomamos mi bolso con mis documentos. Mi hermana besa mi frente y mamá con papá están listos para ir con nosotros ¿La razón? Ni puta idea.

—¿Te sientes bien?

—Sí —quito la mano de mamá y tomo la mano de mi novio, no quiero que me toquen la panza ni la espalda—. ¿Podemos pasar a comprar una cajita feliz?

—Por supuesto, Señorita Grey.

En el ascensor me da una contracción y lloro en el hombro de mi novio pero no de dolor, sino de saber que en pocas horas o tal vez un día ya tendré a mi bebita en brazos. Mi esposo me abraza y besa mi frente muchas veces, él ya se acostumbró a que yo llore de la nada, pero mi madre se preocupa y hasta crucifica a Edward hasta por lo más mínimo.

—Señora, no le pasa nada, así es Nebraska —y así es cómo ahora hasta me duele la panza de reír a carcajadas secando mis lágrimas—. Vamos al auto.

—Yo me voy con mi hija atrás —dice mamá y yo niego rápidamente.

—No, se va a ir Edward porque con él practicamos esto. Papá conduce y tú compras mi cajita feliz.




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