Capitulo 7
Los acordes flotaban en el aire, envolviendo la sala de mezclas. Era una tarde tranquila en el estudio, pero algo en el ambiente parecía distinto. Jungkook se encontraba inclinado hacia adelante, concentrado en las voces que resonaban por los monitores.
Una demo sin nombre. Una melodía suave, pero profunda.
Y entonces... la voz.
No era simplemente hermosa.
Era familiar.
Una nota específica, al final del verso, le erizó la piel.
La misma voz que había escuchado en ese callejón lluvioso semanas atrás.
La misma chica que se disculpó torpemente mientras recogía sus cosas del suelo.
La que llevaba unos audífonos enormes y una chaqueta dos tallas más grande.
No sabía su nombre. Nunca lo supo. Pero esa voz... estaba en su memoria.
-¿Quién es ella? -preguntó de pronto, interrumpiendo la sesión.
-Aún no se lanza oficialmente -respondió el productor-. Se llama Sol-a. Hija de empresarios, pero al parecer quiere otra cosa. Tiene talento, pero no la dejan salir al mundo tan fácil.
Jungkook no respondió.
Solo se quedó allí, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal.
Sol-a.
Un nombre corto, pero fuerte.
Un sonido que empezaba a grabarse en su mente como una melodía sin final.
Mientras tanto, del otro lado de la ciudad, Sol-a caminaba sola por un parque cercano a su academia.
Acababa de rechazar una cena con su familia. Otra conversación vacía, otra noche de tensión.
El frío rozaba sus mejillas, pero no le molestaba.
Llevaba puestos sus audífonos, aunque no escuchaba música.
Solo necesitaba sentirse... desconectada.
De pronto, recibió una llamada de un número desconocido.
-¿Sol-a? -preguntó una voz amable, pero formal-. Soy el asistente de PD Lee. Nos gustaría invitarte a una sesión de grabación con un artista de alto perfil interesado en colaborar contigo.
-¿Colaborar... conmigo? -preguntó ella, incrédula.
-Sí. Le impresionó tu demo.
-¿Quién es?
-No podemos decirlo aún. Pero es alguien importante.
Colgó con el corazón latiendo más fuerte.
Apretó los puños con suavidad.
Por primera vez... algo de su mundo le pertenecía solo a ella.
Y sin saberlo, ambos pensaban en la misma escena:
La noche lluviosa, el cafe en el suelo, la disculpa apresurada.
Ambos ignoraban que el otro ya les había tocado el alma.
Y que el destino solo había comenzado a escribir su partitura.