Capitulo 11
El pasillo del piso doce era silencioso, largo, casi estéril. Las luces cálidas del techo daban una falsa sensación de hogar. Sol-a caminaba con una bolsa de papel grande en brazos, recién salida del supermercado.
No sabía si estaba más cansada por el peso... o por la semana en sí.
Desde que se había mudado, no había hablado mucho con nadie.
Las cajas seguían a medio abrir, los cuadros aún sin colgar.
Había algo en vivir sola que se sentía... necesario. Pero también pesado.
No era soledad. Era vacío.
Justo cuando intentaba sacar las llaves del bolso, sin éxito, una puerta se abrió a su derecha.
Se giró automáticamente.
-¿Otra vez tú? -dijo Jungkook, medio sorprendido, medio curioso.
Sol-a lo miró con esa expresión neutra suya. Esa que confundía a todos.
Pero él ya comenzaba a leer entre líneas.
-¿Compraste el supermercado entero? -preguntó, señalando la bolsa gigante.
-Me gusta cocinar. -Fue lo único que dijo, sin una sonrisa.
-¿Sabes que el botón del portón no funciona desde ayer, cierto? Yo tuve que trepar por la rampa de carga como un ladrón.
Ella apenas levantó una ceja.
-Ya lo arreglarán.
Jungkook cruzó los brazos, apoyándose en el marco de su puerta.
-Eres difícil de leer.
-No soy un libro -contestó ella, con voz serena pero firme.
Silencio.
Ella finalmente logró sacar las llaves y abrió su puerta.
Pero antes de entrar, se giró hacia él.
-Gracias por la ayuda el otro día... con el café y mis papeles. En la calle.
No lo miró a los ojos cuando lo dijo. Pero él sí la miró.
Mucho.
-Pensé que no me habías reconocido.
-No lo hice. No al principio. Pero... hay miradas que se quedan contigo. Aunque no quieras.
Esa última frase flotó entre ambos como una confesión involuntaria.
Y luego, ella cerró la puerta tras de sí.
Jungkook se quedó parado ahí, con el eco de esas palabras en la cabeza.
"Hay miradas que se quedan contigo. Aunque no quieras."
Esa noche, la lluvia volvió a caer sobre Seúl.
Suave. Persistente.
Jungkook estaba en su cocina, preparando ramen instantáneo.
Con la tele encendida en bajo volumen, y su guitarra al lado del sillón.
Todo era rutinario.
Todo era normal.
Hasta que... escuchó algo.
Música.
Una melodía suave, una voz femenina.
Venía de la otra pared.
La pared que conectaba con el departamento de Sol-a.
Se quedó quieto.
Y escuchó.
Ella estaba cantando.
No era fuerte. No era una presentación.
Era íntima. Como si lo hiciera solo para sí misma.
O tal vez... para sanar algo.
Jungkook se sentó lentamente en el suelo, apoyando la espalda contra la pared. Cerró los ojos.
La canción hablaba de alas rotas, de un corazón encerrado en una jaula de cristal, de no querer amar... pero seguir sintiendo.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien más entendía lo que había en su pecho.
Sin decir una palabra.
Del otro lado de la pared, Sol-a cerraba los ojos también.
Cantaba con los audífonos puestos, sin saber que alguien más escuchaba.
Ella no creía en la suerte.
Ni en las coincidencias.
Pero había algo extraño en vivir tan cerca de alguien que parecía ver lo que los demás ignoraban.
Y aunque no confiaba fácilmente...
Aunque aún no sabía si quería abrirse...
Había algo en Jungkook que no podía evitar mirar dos veces.
Aunque doliera.
Aunque diera miedo.
Aunque todo en ella le gritara que no se acercara.
Porque si volvía a confiar... y volvía a romperse, ya no sabía si podría juntar las piezas otra vez.