Donde el azul sangró carmesí

Si lees esto, no hay vuelta atrás

Perdóname, Padre, porque he pecado...

Desapareció. Como una luz que se extingue, como el último de los pétalos de un lirio al caer al agua y dejar solo el tallo desnudo.

Su existencia, tan real como efímera, ha dejado un vacío en mi pecho. ¿Cómo debo seguir mi camino, mi misión? ¿Cómo lidio con esta culpa que no conoce perdón?

No he hallado la respuesta todavía y cada día es más difícil cargar con esta cruz. El paso de los minutos se ha convertido en pura agonía. Un castigo que merezco, sin duda.

¿Pero soy acaso el único pecador? ¿Cómo pasé de mártir a verdugo?

Todo se vuelve peor cuando la veo a ella. Tan parecida y tan completamente distinta.

Solo deja su morada en la noche y, como si formara parte de mi penitencia, siempre la encuentro. Esas noches mis pesadillas se vuelven más vívidas. Despierto entre sudores y ecos de sus lamentos con un dolor tan agudo en mi pecho que es un milagro que no caiga fulminado.

Pero no es un milagro. Es solo otro flagelo que debo soportar. ¿Seré castigado doblemente por ser incapaz de resistirlo? ¿Es posible condenarme aún más?

... Y a ti me entrego, por mi propia voluntad. Que sea la tuya la que decida mi condena o salvación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.