Donde el azul sangró carmesí

Te lo advertí

"La belleza de la rosa se marchita, pero su esencia perdura en la memoria, como un recuerdo agridulce"

— tallado en un lugar oculto del Monasterio de Saint-Ravelle.

¿Cómo murió Evangeline? ¿Qué ocurrió realmente aquella noche? ¿Fue un accidente... o algo más oscuro?

Son las preguntas que se han hecho los habitantes de Fauclerc durante cinco años.

Las mismas que atormentaron al párroco hasta su ultimo dia.

Ha pasado una semana desde que decidimos buscar las respuestas.

Una semana desde que Lysander apareció frente a mí.

Hoy, 31 de Octubre, víspera de Todos los Santos, tal vez—por fin— la dejemos descansar en paz.

Me pongo mi vestido favorito de terciopelo escarlata, sin guantes. Paso una hora frente al espejo, esmerándome más que nunca en dejar perfecto mi peinado y maquillaje.

El futuro se siente más brillante que nunca. Lysander le da color y música. Emoción.

No creo que él quiera quedarse aquí, pero no me preocupa. Yo tampoco tengo nada que me ate a este lugar.

Le pediré que me deje explorar el mundo que nunca conocí, junto a él. Y me aseguraré de no ser una carga.

Los dos podemos ver cosas que el otro no.

Nos complementamos. Estamos conectados.

Y el hilo de inquietud que ha crecido en mí estos días es solo mi mentalidad pesimista. No estoy acostumbrada a ser feliz.

Pero lo he estado esperando.

Esperado vivir. Sentir. Ser.

Y finalmente, voy a cumplir mi deseo.

Le sonrío a mi reflejo a medias visible y me levanto del tocador para ir a buscar a mi enigmático héroe.

🕯️

Tres días después del exorcismo— que el pueblo piensa que fue un éxito, sin saber del papel crucial que jugó Lysander— encontramos por fin al autor de "Ofrenda de Sangre y Cera".

Solo que en lugar de un autor resultó una autora.

Bernadine fue una novicia en la misma época que Evangeline y sentía una profunda admiración por ella. A pesar de que nunca se las vio cruzar palabra.

—Gracias —digo cuando la chica me ofrece una taza con manos temblorosas.

Se sienta con la cabeza gacha y los puños apretados.

—Si han leído eso, ya se imaginarán lo que sentía por ella. Pero no se preocupen... mi familia ya se encargó de quitarme esas ideas inmundas de la cabeza.

—Eso no es asunto nuestro —responde Lysander con calma—. Solo queremos saber si viste algo aquel día. Has tenido mucho tiempo para pensarlo. Tal vez haya algo, cualquier detalle que no dijiste porque te pareció una tontería... pero se ha quedado en tu mente.

Bernadine traga saliva. Tras un largo silencio, frunce el ceño.

—¿Importa ya? Han pasado cinco años. ¿Qué voy a ganar recordándola?

La angustia está grabada en cada una de sus palabras. No sé qué habrá hecho su familia para "curarla", pero no ha sido muy efectivo.

—El cuerpo de Evangeline nunca se encontró —dice Lysander—. ¿Qué pasa si no está en el lago, sino enterrada en otro lugar? ¿No te gustaría saberlo? Si alguien le hizo daño, ¿no querrías que pagara por ello?

Bernadine aprieta los ojos, luchando contra las imágenes que evocan sus palabras. Finalmente los abre y sus hombros se desploman.

—Esa noche gritó —susurra al fin, con gruesas lágrimas cayendo por sus mejillas—. Gritó mucho. Estábamos juntas, siempre juntas... pero a escondidas. De mi familia, del párroco. Nos sentíamos terriblemente culpables, pero no podíamos evitarlo. Teníamos catorce años y estábamos enamoradas.

Bebe un trago tembloroso de té antes de continuar:

—Los días anteriores estaba muy mal, sé que le pasaba algo más, pero nunca quiso contármelo. Siempre terminábamos discutiendo. Esa noche, después del rito, nos vimos en su sitio favorito, junto a la estatua del arcángel. Me enfadé porque sabía que algo estaba mal con ella, pero se negaba a hablar. Así que me fui.

Empieza a sollozar.

—Me fui y la dejé sola. Escuché sus gritos y corrí de vuelta, pero era tarde. La vi caer al lago. Vi el brillo de la sangre en sus muñecas y escuché el golpe sordo de su cuerpo contra el agua.

Bernadine se limpia el rostro con torpeza, intentando reunir fuerzas para decir lo que nadie más sabe aparte de ella:

—No fue un accidente. No la mataron. Se suicidó. Se suicidó porque estaba mal, y nadie la escuchó. Nadie la ayudó. Le fallamos. Esa es la verdad.

Bernadine suelta un suspiro que parece venirle del alma, como si al fin soltara el peso que la ahogó durante cinco años.

🕯️

Con la verdad ya revelada, dejamos atrás la casa de la novicia. Caminamos en silencio, el peso de sus palabras todavía flotando entre nosotros, hasta llegar al lugar que nos ha unido a todos: la estatua del arcángel.

Me adelanto para acercarme a ella y paso la mano por la fría piedra.

Incluso si mi mundo es más brillante, el azul sigue dominándolo. Todavía no puedo leer la Inscripción grabada bajo mis dedos, aunque sé perfectamente lo que dice.

—"En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu".

Sonrío al escuchar la voz grave y casi musical de Lysander a mi espalda.

—Creo que ya podemos dar por cerrado el caso. Bernadine dijo que no le contó a nadie lo que vio esa noche porque tu tío le dijo que no lo hiciera; así la gente la vería como una víctima y no una pecadora. Creo que fue su manera de redimirse por no haberla podido ayudar. Sus suicidios fueron por culpa, pero no son culpa de nadie.

Él no dice nada. Creo que todavía lo está asimilando.

—Tú también puedes dejar de sentirte culpable, Lysander. Hiciste lo que tenías que hacer, descubriste la verdad. Cumpliste con tu deber y nadie puede juzgarte.

Su mano se posa suavemente sobre mi hombro y un suspiro de felicidad estremece mi pecho.

—Ahora es tiempo de enfocarnos en una nueva misión, ¿no crees?

—Sí —susurra.




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