—¡Tú lo mataste!
Me despierto de un salto de la cama. Llevo días consecutivos soñando como la gente me acusa a mí del asesinato de Eden. Lo he soñado tantas veces ya, que incluso, poco a poco, me lo estoy empezando a creer. Despertar dolorida y con los ojos rojos no es la mejor manera de empezar el día. Mi mente trata de darle una explicación razonable a esa noche, pero no puede, siento como si la cabeza me fuera a explotar. No quiero salir de mi cama, llevo sintiéndome así aproximadamente 5 días. Así es, han pasado 5 días desde lo sucedido y todas las noches las paso así, sufriendo. Hoy es su funeral, el día en el que lo vería por última vez.
En la planta baja me espera mi tía Alena con el desayuno ya preparado. Son las 7 de la mañana y a pesar de haberme echado a dormir a las 3 de la madrugada, me he despertado muy temprano.
—Buenos días— me saluda ella, haciéndome una seña para que vaya a sentarme a su lado.
—Buenos días— le muestro una media sonrisa y tomo asiento.
Enfrente mío tengo una taza de café y unas tortas con crema de cacahuetes y mermelada de arándanos. Se ven deliciosos, como una de esas fotos perfectas que se encuentran en Pinterest. Eso, sumado al ambiente cálido en el que estoy envuelta, hacen que mi mañana haya mejorado un poco. El fuego quema lentamente la madera en la chimenea, de fondo se escucha Apocalypse distorsionada, ya que la está escuchando mi tío desde su habitación, que queda muy alejada de la sala de estar. Mi tía Alena no dice nada, yo tampoco. Este es uno de los pocos momentos de paz que he tenido en mi vida.
La canción se deja de escuchar y la puerta de la habitación de mi tío se oye abrirse. Por el pasillo, a lo lejos, puedo observar a mi tío acercarse al salón. Sigue en pijama, con su cabello despeinado y unas ojeras muy oscuras que contrastan con sus ojos.
—Buenos días— saluda él, con las mismas ganas que yo tengo de salir de casa. Al parecer no soy la única que se ha despertado mal.
—Pensaba que te habías muerto. ¿Acaso se te ha olvidado que a las 8 es el funeral? — la voz de mi tía suena más animada que la nuestra.
—¡Odio los funerales! Son muy aburridos. — se queja él, soltando un largo suspiro y agarrando la taza de café entre sus manos.
—¿Desde cuándo un funeral debería ser divertido? — dice acentuando aún más el sarcasmo.
—No recuerdo que nos invitaran— se queja mi tío, dando el primer sorbo. Mi tía se le queda mirando molesta, es entonces cuando mi tío se da cuenta. Van al funeral por mí, no hemos sido invitados, pero yo le pedí a mi tía ir al funeral de igual manera.
Nada más terminar el desayuno friego las tazas de todos y me dirijo a mi habitación a prepararme para el funeral. Hace mucho que no voy a un funeral, el último fue el de mi madre, pero tenía solo 5 años, es imposible que me acuerde. Agarro el mejor vestido que tengo en mi armario y me lo pongo encima, a continuación me encabezo al cuarto de baño y me paso el peine por el cabello. Lo hago todo lentamente y sin ganas.
—¿Estás segura de que quieres ir con ese vestido? — mi tío está en la puerta, mirándome un poco preocupado. Sin abrir la boca, asiento. Él ya no dice nada y se va.
Las rojas hojas estaban cayendo de los árboles, humo salía por las chimeneas de las casas del vecindario, coches pasaban por nuestra izquierda y nos adelantaban. Todo parecía estar pasando lento a través de mis ojos, simplemente parezco no estar consciente. Por mi mente solo pasa el recuerdo de aquella noche, se ha convertido en una pesadilla, cada día estoy más convencida de que yo soy la culpable. No puedo dejar de escuchar voces acusándome de que yo lo maté, y que probablemente vaya a matar a más personas. Voces que me decían que soy una celosa, que estoy llena de envidia y que algún día, ese odio, me corrompería.
—¿Nunca os habéis parado a pensar por qué apretamos fuerte los botones del mando a distancia cuando este no funciona correctamente? — mi tía aparta la mirada del volante para ahora mirar a mi tío.
—¿En serio utilizas tus neuronas para esto? —le pregunta ella sarcásticamente.
Mi tío Danil es una persona muy interesante en mi opinión. Su forma de actuar y de pensar parecen de otro mundo, y no lo digo en un mal sentido. Pues, puede que a veces sus preguntas sean estúpidas o muy inesperadas, pero es bueno preguntarse cosas, por muy tontas que sean.
—No entiendo por qué te pones así— suelta un suspiro.
—El otro día preguntaste dónde está la otra mitad de Oriente Medio— dice mi tía mientras me mira por el retrovisor con cara de divertida. Ambas nos empezamos a reír.
Logramos llegar al cementerio en menos 15 minutos, tardamos tanto ya que tenemos que ir a otro distrito, el nuestro no tiene cementerio. Vivimos en una ciudad-estado, Saint Jacob, una ciudad, que como bien dice el nombre, funciona como un estado. Esta está organizada por distritos.
Al lado del cementerio hay una pequeña iglesia, en la cual se llevará a cabo la ceremonia. El sitio está lleno de familiares, amigos, vecinos e incluso profesores. Los Zak se encuentran en el centro del altar de la iglesia, rodeando la tumba de Eden. Están llorando, al igual que mucha gente que ha acudido. Nada más atravesar la puerta de la iglesia la ceremonia da comienzo. Una corona de flores está apoyada sobre el ataúd de Eden, y en frente, se encuentra una foto suya. Ever es la que empieza a dar el discurso.
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Editado: 16.02.2021