Donde empieza la lluvia

Capítulo 3

La primera carta no fue pensada como carta. Fue un impulso.

Julien encontró un pequeño sobre dentro de La elegancia del erizo, uno de los libros que Élise hojeaba con frecuencia. No estaba firmado. La letra era fina, redonda, un poco torcida, como si las palabras hubieran sido escritas deprisa, pero con emoción.

"A veces pienso que hay libros que huelen a ciertas personas. Este, por ejemplo, me recuerda a ti. A tu forma de mirar el mundo sin romperlo. A tu silencio que, curiosamente, dice más que muchas voces."

Julien no sonrió. No suspiró. Solo guardó el sobre en su bolsillo y pasó el resto de la tarde con una tibia inquietud bajo la piel.

Al día siguiente, esperó que Élise volviera. Cuando la vio entrar —mojada, con el cabello suelto y el cuaderno entre los brazos—, ya tenía algo preparado. Dentro de El Principito, entre las páginas 78 y 79, dejó su respuesta:

"No sé si me parezco a un libro. Pero si tú me lees así, tal vez empiece a comprenderme. Hay algo en ti que hace que las palabras cobren sentido otra vez. Incluso las que nunca me atreví a decir."

No se lo dijo. Nunca se lo dijo en voz alta. Pero Élise encontró la carta tres días después y, en lugar de buscarlo con la mirada, dejó otra en Los cuadernos de don Rigoberto. Esta vez, escrita con tinta azul.

Y así empezó el diálogo. Sin necesidad de verse. De saberse. Las cartas aparecían escondidas entre páginas, bajo tapas sueltas, entre las grietas de libros viejos. Había días en los que no se cruzaban, pero sus palabras seguían encontrándose.

"A veces tengo miedo de que esto no sea real. Que lo invente todo con la esperanza de no sentirme tan sola."

"A veces también tengo miedo. Pero si estamos inventando, que sea juntos. Así duele menos."

Las cartas eran más que confesiones. Eran reflejos. Ecos suaves de un sentimiento que crecía sin pedir permiso.

Una tarde, Élise entró con una bufanda roja anudada torpemente. Julien estaba en la trastienda, pero cuando volvió, encontró en el mostrador un libro abierto. Y dentro, una última nota:

"Tal vez no nos dijimos todo. Tal vez no haga falta. Pero si alguna vez dudas, recuerda esto: no era la lluvia. Era yo. Eligiéndote."

Julien apretó el papel entre los dedos. Luego alzó la vista. Afuera llovía, como siempre. Pero por primera vez, quiso salir a mojarse.




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