El sonido de las tazas chocando contra los platillos llenaba el pequeño café en el que Ethan y yo habíamos decidido pasar la tarde. A pesar de que la conversación entre nosotros fluía con naturalidad, una parte de mi mente no dejaba de divagar, atrapada en pensamientos que no me atrevía a compartir en voz alta.
Ethan era brillante. Su forma de hablar sobre nuestra carrera con tanta pasión y seguridad me hacía admirarlo aún más. Era el tipo de persona con la que cualquiera podría sentirse cómodo, y, sin embargo, yo no podía evitar sentirme un poco atrapado en mi propia cabeza.
–Entonces, ¿qué opinas de lo que te mencioné sobre la nueva metodología de análisis? –preguntó Ethan, inclinándose ligeramente sobre la mesa. Su mirada intensa demostraba su genuino interés en mi respuesta.
Parpadeé un par de veces, sacudiéndome la distracción de encima.
–Creo que tiene sentido, aunque necesitaría leer más sobre ello –respondí con una sonrisa leve, tomando un sorbo de mi café.
Ethan asintió, pero sus ojos no se apartaron de los míos. Había algo en su expresión que me hacía sentir como si pudiera ver a través de mí, como si supiera que mi mente estaba en otro lugar.
–Noa, ¿estás bien? –preguntó con un tono de preocupación.
Solté una pequeña risa y me encogí de hombros.
–Sí, solo he estado un poco distraído últimamente. Ya sabes, el estrés de la universidad y todo eso.
No era una mentira, pero tampoco era toda la verdad. La realidad era que, desde que le dije a Lucas que me estaba viendo con alguien, había estado luchando con una tormenta de emociones contradictorias. No estaba seguro de por qué lo había dicho en primer lugar. Tal vez quería convencerme a mí mismo de que había superado lo que sentía por él. O tal vez solo quería ver su reacción.
Pero la expresión de Lucas cuando lo mencioné… ese destello de dolor efímero en su mirada, que intentó ocultar casi de inmediato, había sido suficiente para remover algo dentro de mí. Aun así, él solo asintió y cambió de tema, como si la noticia no le importara. Y eso dolía más de lo que quería admitir.
Ethan me observó por unos segundos más antes de sonreír con suavidad.
–Si necesitas hablar de algo, ya sabes que puedes contar conmigo –dijo, dándole un giro a la cucharilla en su taza.
Asentí, agradecido por su presencia. Ethan y yo nos habíamos hecho cercanos en poco tiempo, y aunque no sentía por él lo que alguna vez sentí (y probablemente aún sentía) por Lucas, me hacía bien su compañía.
Pasamos un rato más conversando sobre proyectos, profesores exigentes y nuestras expectativas para el futuro. Pero en algún punto, mientras Ethan hablaba con entusiasmo sobre una conferencia a la que quería asistir, mi teléfono vibró sobre la mesa. Miré la pantalla y mi respiración se detuvo por un instante.
Era un mensaje de Lucas.
Lucas: “¿Sigues en la ciudad? Quería hablar contigo.”
Mi corazón se aceleró. ¿Hablar sobre qué? ¿Se refería a lo que había dicho la última vez? ¿O era simplemente una casualidad? No estaba seguro de querer averiguarlo, pero tampoco podía ignorarlo.
Ethan notó mi reacción y alzó una ceja.
–¿Todo bien? –preguntó con tono casual, pero con una pizca de curiosidad en la mirada.
Guardé el teléfono en el bolsillo y le sonreí.
–Sí, solo un mensaje de un amigo.
Ethan no preguntó más, y yo agradecí su discreción. Aunque intentara actuar como si nada, la verdad era que Lucas seguía teniendo un poder sobre mí que no entendía del todo. Y por mucho que intentara alejarme, una parte de mí seguía buscándolo, incluso cuando sabía que no debía.
La tarde transcurrió con tranquilidad, pero mi mente estaba lejos de allí. Me forcé a concentrarme en Ethan, en nuestra conversación, en el café caliente entre mis manos. Pero en el fondo, sabía que no podría ignorar a Lucas por mucho tiempo.