El calor del sol en la playa se sentía sofocante, pero la compañía hacía que todo fuera más llevadero. El grupo entero estaba reunido, disfrutando de las olas y del descanso después de semanas de estrés por la universidad y el trabajo. Noa había estado pasando más tiempo con Ethan últimamente, y eso no había pasado desapercibido para nadie, especialmente para Lucas.
–¡Oye, Noa, ven aquí! –gritó Ethan, haciendo un ademán para que se acercara. Noa, sin pensarlo demasiado, corrió y se dejó caer junto a él sobre la arena caliente.
Lucas, quien estaba a unos metros de distancia con Amanda y Leo, frunció el ceño sin darse cuenta. Observaba cada uno de los gestos cálidos de Ethan hacia Noa, desde cómo lo tocaba en el brazo al hablar hasta cómo le revolvía el cabello entre risas.
–Si sigues apretando los puños así, vas a terminar con calambres –comentó Amanda con sorna, dándole un codazo a Lucas.
–No es nada –respondió él, desviando la mirada. Pero Leo no dejó pasar la oportunidad.
–Seguro que no –dijo con tono burlón–. Porque claro, a nadie le molesta ver cómo alguien más trata de forma tan cariñosa a su... amigo.
Lucas rodó los ojos y se levantó, fingiendo que el tema no le afectaba. Pero la realidad era otra.
Mientras tanto, Noa se acomodaba sobre la arena, apoyándose sin darse cuenta en el regazo de Ethan. Este, sin ninguna vergüenza, le pasó un brazo por los hombros y sonrió ampliamente.
–¿Cansado? –preguntó Ethan con un tono dulce.
–Un poco. –Noa cerró los ojos, disfrutando de la brisa. Era tan fácil estar con Ethan, sin presiones, sin dudas. O al menos eso quería creer.
Desde su posición, Lucas sentía que algo le quemaba por dentro. Sabía que Noa tenía derecho a estar con quien quisiera, pero no podía evitar la molestia que le causaba verlo tan cómodo con alguien más. En el fondo, sabía que era un idiota por haber dejado que las cosas entre ellos se enfriaran tanto.
–Noa, ¿quieres algo de beber? –preguntó Lucas, acercándose con la excusa de que quería ser amable. Noa abrió los ojos y lo miró con una ligera sonrisa.
–Sí, estaría bien. –Se movió un poco para incorporarse, pero Ethan lo mantuvo en su sitio por unos segundos más antes de soltarlo con una risa.
Lucas sintió una punzada de frustración, pero no dijo nada. En su lugar, se alejó hacia la nevera portátil para sacar un par de bebidas. Cuando volvió, Noa ya estaba de pie, sacudiéndose la arena de la piel.
–Gracias, Lu. –Le sonrió con esa calidez que siempre le había sido familiar, pero ahora se sentía distinta. Más distante.
–No hay de qué –respondió él, intentando ignorar el sentimiento de que lo estaba perdiendo.
El resto del día transcurrió entre risas, bromas y momentos incómodos para Lucas cada vez que Ethan se acercaba demasiado a Noa. En algún punto, Amanda, con su afilado sentido del humor, no pudo evitar soltar un comentario.
–Noa, si sigues sentado en el regazo de Ethan, voy a empezar a pensar que ustedes tienen algo –dijo con una sonrisa juguetona.
–No seas ridícula –rió Noa, pero no se movió de su lugar.
–Bueno, bueno, tampoco hay que negar que hacen una bonita pareja –agregó Leo, lanzándole una mirada rápida a Lucas, quien desvió la vista de inmediato.
Ethan no dijo nada, pero sonrió con diversión. Noa, por su parte, solo se rió y cambió de tema. Pero en el fondo, el comentario se quedó con él. ¿Realmente era tan evidente? ¿Lucas se habría dado cuenta también?
Cuando la tarde comenzó a caer, el grupo decidió dar un paseo por la orilla antes de regresar a sus autos. Noa caminaba al lado de Ethan, escuchando atentamente lo que este decía sobre un proyecto en su carrera, pero de vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia Lucas. Lo notaba distante, pensativo.
Por primera vez en mucho tiempo, Noa se preguntó si tal vez aún quedaba algo entre ellos. Y lo peor era que no sabía si eso era bueno o malo.
El sonido de las olas y la brisa fresca hacían que la escena pareciera sacada de un sueño. Pero para Lucas, la sensación de celos era demasiado real.