Donde empieza lo nuestro

Mala persona

El grupo de amigos había decidido unirse a una actividad de voluntariado programada para el viernes. Desde temprano, Noa, Ethan, Lucas, Jack, Max, Leo, Amanda, Dylan y Félix se reunieron en el punto de encuentro. Todos estaban entusiasmados, charlando sobre sus vidas mientras esperaban las instrucciones.

Jack y Max, quienes ya estaban casados, fueron los primeros en comentar sobre su vida juntos. Max, con una sonrisa burlona, dijo:

–A que no adivinan quién olvidó sacar la basura esta mañana.

Jack puso los ojos en blanco y respondió:

–Déjame adivinar, ¿el mismo que olvidó pagar la factura del agua la semana pasada?

Los demás se rieron. Amanda, que estaba de la mano de Leo, comentó:

–Ustedes ya parecen una pareja de ancianos discutiendo por cosas domésticas.

Lucas sonrió al escuchar la conversación, pero su mirada se desviaba constantemente hacia Noa, quien estaba hablando animadamente con Ethan. A pesar de que habían solucionado el problema anterior, la presencia de Ethan le incomodaba.

Cuando comenzaron con las tareas del voluntariado, Lucas se quedó cerca de Noa, ayudándolo con una caja de suministros. Mientras trabajaban, Noa bajó la voz y le confesó:

–Creo que mis padres se van a divorciar.

Lucas dejó lo que estaba haciendo y lo miró sorprendido.

–¿Qué? Pero si siempre parecían estar bien.

Noa suspiró.

–Sí, lo parecían. Pero últimamente todo es peleas y distancia. No sé cómo sentirme al respecto. Ya tengo 20 años, no soy un niño, pero...

Lucas vio la expresión de tristeza en su rostro y sintió una punzada en el pecho.

–Eso no significa que no puedas sentirte mal por ello. Son tus padres, es normal que te afecte.

Noa asintió en silencio. Antes de que pudieran seguir hablando, Ethan y Félix se acercaron.

–Oye, Noa –dijo Ethan sonriendo–, vamos a tomar un helado con los demás. ¿Vienes?

Noa asintió, pero Lucas notó que Ethan lo miraba con cierto recelo. La tarde transcurrió en relativa calma hasta que, mientras caminaban hacia la heladería, Ethan se acercó más a Noa y le susurró:

–¿Por qué sigues tan cerca de Lucas después de lo que pasó entre ustedes?

Noa frunció el ceño.

–Porque ya lo perdoné, Ethan. Eso quedó en el pasado.

Ethan chasqueó la lengua, visiblemente molesto.

–¿Así de fácil? ¿Y qué hay de lo que me hiciste sentir a mí?

–Pero...

Antes de que Noa pudiera responder, Ethan levantó la mano y le dio una cachetada. El sonido resonó en el aire y todos los presentes se quedaron en silencio. Noa llevó la mano a su mejilla, con los ojos llenos de lágrimas. La conmoción en su rostro hizo que Lucas reaccionara sin pensarlo dos veces: se lanzó hacia Ethan y le dio un puñetazo en la cara.

–¡¿Cómo te atreves a ponerle una mano encima?! –gritó Lucas, furioso.

Ethan, aturdido por el golpe, lo miró con enojo, pero antes de que pudiera decir algo, Lucas continuó:

–¡Eres un imbécil! ¡Noa no merece esto! ¡Eres una basura humana!

Ethan, avergonzado y con la mejilla roja por el golpe, murmuró una disculpa y salió corriendo. Noa, con el rostro aún marcado por la cachetada, se derrumbó en los brazos de Lucas, quien lo sostuvo con fuerza.

–Noa... –susurró Lucas con voz temblorosa.

–Yo... sólo quería que todo estuviera bien –murmuró Noa, dejando que sus lágrimas cayeran sobre la camiseta de Lucas.

Lucas cerró los ojos, sintiendo cómo la ira aún ardía en su interior. Lo único que le importaba en ese momento era proteger a Noa, sin importar las consecuencias.




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