Donde empieza lo nuestro

Compañía

La pelea con Ethan había dejado un ambiente pesado entre todos. Noa aún sentía el ardor de la cachetada en su mejilla, pero lo que más dolía era la decepción. Mientras sus amigos se acercaban para ver si estaba bien, él intentaba contener las lágrimas, sin éxito.

—Nunca pensé que Ethan fuera así —dijo en un susurro entrecortado, con la voz temblorosa—. Siempre fue amable con todos…

Max se cruzó de brazos, claramente molesto.

—Hay personas que ocultan bien lo que sienten —sentenció, mientras Jack ponía una mano en su hombro para calmarlo.

Lucas, por otro lado, permanecía en silencio, su mirada oscura y fija en el suelo. Noa sabía que la rabia en su amigo no se iría fácilmente. La tensión era evidente.

El evento de voluntariado terminó de manera abrupta después de aquel conflicto. Noa intentó mostrarse fuerte y despedirse con normalidad, pero todos podían notar que no estaba bien. Jack le dio un abrazo fuerte antes de irse, Max revolvió su cabello con cariño y Amanda y Leo le recordaron que estaban ahí para lo que necesitara. Pero Lucas se quedó hasta el último momento, asegurándose de que Noa llegara a casa a salvo.

Al día siguiente en la universidad, Noa se encontró con Ethan en los pasillos. Quiso ignorarlo y seguir caminando, pero Ethan se adelantó, bloqueando su camino.

—Noa, por favor… —dijo con un tono de culpa—. Sé que fui un idiota. Lo que hice fue imperdonable y no tengo excusas.

Noa lo miró con frialdad, cruzando los brazos.

—¿Entonces qué quieres? —preguntó sin rodeos.

Ethan suspiró.

—Quiero disculparme. Estaba celoso. Me gustas, Noa, y ver lo cercano que eres con Lucas me hizo perder el control.

Noa se quedó en silencio. No esperaba esa confesión. Su mente estaba hecha un caos.

—Ethan… —dijo tras unos segundos—. Aprecio tu disculpa, pero lo que hiciste no estuvo bien. No puedo aceptar tus sentimientos solo porque te arrepientes.

Ethan asintió con tristeza.

—Lo entiendo. No quiero perderte como amigo… Pero sé que tengo que ganarme tu confianza de nuevo.

Noa se quedó mirándolo un momento antes de asentir con cautela.

—Veremos con el tiempo.

Ethan esbozó una sonrisa triste y se apartó para dejarlo pasar.

Esa noche, al llegar a casa, Noa escuchó gritos desde la sala. Su corazón se aceleró. Sus padres estaban peleando de nuevo. Cerró la puerta con cuidado y se dirigió a su habitación, pero las palabras hirientes llenaban el aire, envolviéndolo en una angustia sofocante.

—¡Siempre haces lo que quieres sin pensar en nosotros!

—¡Y tú solo te preocupas por tu trabajo, ni siquiera ves lo que pasa en esta familia!

Noa apretó los puños, sintiendo una opresión en el pecho. No pudo más. Buscó su teléfono y, sin pensarlo demasiado, llamó a Lucas.

—¿Noa? —respondió Lucas al instante, notando el temblor en su respiración—. ¿Qué pasa?

—Ya no puedo más… —susurró, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a caer—. Mis padres… creo que se van a divorciar. No sé qué hacer.

Lucas no dudó ni un segundo.

—Voy para allá.

Noa intentó decirle que no era necesario, pero Lucas ya había cortado la llamada. Minutos después, cuando Noa salió de la casa para tomar aire, vio a Lucas corriendo hacia él. Antes de que pudiera reaccionar, sintió los brazos de su amigo rodeándolo con fuerza.

—Noa… —murmuró Lucas, acariciándole la espalda—. Estoy aquí. Todo va a estar bien.

Noa escondió el rostro en su hombro y sollozó. Se sentía vulnerable, pero en ese momento, Lucas era su única ccompañía.

Lucas se separó un poco y le tomó el rostro con ambas manos, limpiando las lágrimas con los pulgares. Luego, le dio un beso en la frente, con un gesto lleno de ternura y determinación.

—Voy a ayudarte. Con tus padres, con Ethan… con todo. Pero primero, dime qué necesitas.

Noa tragó saliva, sintiendo su corazón latir con fuerza.

—Solo quédate conmigo un rato más.

Lucas asintió y volvió a abrazarlo, prometiéndose a sí mismo que haría todo lo posible para que Noa nunca más se sintiera solo.




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