Noa despertó sintiendo un leve ardor en su cuello. El recuerdo de la noche anterior aún era borroso, pero lo que sí recordaba con claridad era la sensación del cálido aliento de Lucas contra su piel y el leve roce de sus labios. Su mente se nubló por un instante, pero se obligó a no darle más importancia de la que debía. "Lucas solo tiene malos hábitos al dormir", se repitió internamente, aunque la duda persistía.
Lucas, por su parte, se estiró en la cama con una expresión de absoluta calma. Observó a Noa de reojo, notando cómo este se tocaba el cuello, confundido. Sonrió apenas. Sabía perfectamente lo que había hecho, pero no iba a admitirlo. En su interior, sentía una satisfacción extraña al haber dejado esa marca. Era un recordatorio de su presencia, aunque Noa aún no entendiera qué significaba realmente para él.
Mientras desayunaban, Noa evitó el contacto visual con Lucas. La tensión en el aire era palpable, pero ninguno mencionó lo sucedido. En cambio, la conversación derivó hacia Ethan, quien había enviado un mensaje disculpándose nuevamente.
—Voy a seguir siendo su amigo, Lucas —dijo Noa de repente, con determinación en su tono.
Lucas dejó la taza de café en la mesa con un sonido seco.
—Hablamos, y entiendo que fue por celos. Pero Ethan siempre ha sido alguien amable conmigo y no quiero perderlo como amigo.
Lucas apretó los labios, tratando de controlar su frustración. No podía decirle lo que realmente pensaba, que la presencia de Ethan lo irritaba, que cada gesto amable hacia Noa se sentía como una amenaza. En cambio, se limitó a asentir lentamente.
Más tarde, en la universidad, Noa se encontró con Ethan. El chico le sonrió con cierto nerviosismo y desvió la mirada hacia el cuello de Noa.
—¿Eso… te lo hizo Lucas? —preguntó con un tono extraño, entre curioso y molesto.
Noa frunció el ceño y se tocó el cuello con incomodidad.
—Fue un accidente, Lucas se mueve mucho cuando duerme —respondió rápidamente.
Ethan no pareció convencido, pero no insistió. En cambio, sonrió levemente y cambió de tema, hablando sobre una actividad de voluntariado en la que quería que Noa participara. Noa agradeció el cambio de conversación, pero en su mente aún rondaba la pregunta de Ethan. ¿Por qué Lucas había hecho eso?
De regreso a casa, Noa encontró a Lucas esperándolo en la puerta de su edificio.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sorprendido.
Lucas se encogió de hombros.
—Solo pasaba por aquí y pensé en verte. ¿Puedo subir?
Noa suspiró, pero le dejó entrar. Mientras conversaban en la sala, la cercanía entre ambos se volvió más evidente. Noa comenzó a notar pequeños gestos de Lucas que antes pasaban desapercibidos: cómo lo miraba fijamente cuando pensaba que él no se daba cuenta, la forma en que su mano siempre buscaba su brazo al hablar, los silencios prolongados cuando sus miradas se encontraban.
Esa noche, cuando Noa se acostó en su cama, aún podía sentir la presencia de Lucas cerca, la sombra de un sentimiento que no terminaba de entender. Algo había cambiado entre ellos, aunque aún no supiera cómo ponerlo en palabras.