Donde empieza lo nuestro

Asco?

El último año de universidad había comenzado con más presión que nunca. Lucas y Noa estaban en su último ciclo, tratando de manejar los exámenes, proyectos finales y la inminente incertidumbre del futuro. Pero todo cambió un día cuando, en una de las clases, Noa escuchó un comentario que le hizo helar la sangre.

—Qué asco los homosexuales —dijo alguien en voz baja, lo suficiente para que Noa lo escuchara.

Al principio, pensó que era solo un comentario fuera de lugar, pero cuando tomó su teléfono y vio lo que circulaba en los grupos de la universidad, sintió cómo su cuerpo se tensaba. Una foto de él y Ethan había sido editada y modificada con mala intención, haciéndolos ver como si fueran pareja. La imagen estaba acompañada de comentarios ofensivos y burlas.

Noa sintió cómo la angustia lo apretaba por dentro. Buscó a Ethan de inmediato y lo encontró en un pasillo, con la cara dura y la mirada baja.

—¿Viste eso? —preguntó Noa en un susurro.

Ethan soltó una risa sin humor y cruzó los brazos.

—¿Cómo no verlo? Está en todos lados. Ahora resulta que soy la comidilla de la universidad. Felicidades, Noa, parece que ahora sí tendrás la reputación que querías evitar.

Noa sintió un nudo en la garganta. Ethan tenía razón. Desde que esa foto se filtró, su mente se llenó de miedo, de dudas, de recuerdos de comentarios pasados que intentaba ignorar. Todo su mundo se tambaleaba, y lo peor es que no sabía cómo enfrentarlo.

Los días pasaron, y Noa comenzó a cambiar. Sus calificaciones bajaron, dejó de participar en clase y, sobre todo, evitaba a Lucas. Cuando Lucas intentaba hablarle, Noa se alejaba con excusas vagas. Pero un día, cuando Lucas lo acorraló después de clase, Noa soltó algo que lo dejó congelado.

—Asco los homosexuales, ¿no? —dijo Noa con una sonrisa tensa, sin poder sostenerle la mirada.

Lucas lo miró fijamente, sintiendo un golpe en el estómago.

—¿Qué dijiste? —preguntó con incredulidad.

—Eso es lo que piensa la gente, ¿no? —insistió Noa, apartando la vista—. Mira lo que pasó. Todo se arruinó en un segundo.

Lucas sintió una punzada de rabia y dolor al mismo tiempo. Noa nunca había mostrado rechazo antes, ni siquiera cuando Jack y Max empezaron a salir. Pero ahora…

—¿A ti te daba igual antes? —preguntó Lucas, buscando alguna señal en su expresión.

Noa se mordió el labio y desvió la mirada.

—Es diferente —murmuró, antes de darse la vuelta y alejarse.

Lucas se quedó ahí, solo, con una sensación de vacío en el pecho. A su alrededor, sintió las miradas de los demás, escuchó susurros y comentarios que parecían clavarse en su piel.

—Ese es su amigo, ¿no? — —Seguro él también lo es… Qué asco. — —¿Cómo hay personas así en nuestra universidad? —

El ambiente se volvió espeso, tenso, horrible. Todo lo que antes parecía normal, ahora estaba teñido por el desprecio y la ignorancia de los demás.

Lucas cerró los ojos y respiró hondo. Noa estaba equivocado. Noa estaba asustado. Pero Lucas no pensaba dejar que se hundiera en el miedo y el prejuicio. Aunque doliera, aunque fuera difícil, tenía que hacerle entender que lo que sentía no era algo que pudiera ignorar o negar.




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