La fiesta de graduación era todo lo que se esperaba: ruido, risas, luces de neón destellando en la pista de baile y el sonido inconfundible de copas chocando en brindis constantes. Noa estaba en un bar junto a sus compañeros de la facultad de derecho, riendo con ellos, dejándose llevar por la alegría del momento.
Por otro lado, Lucas también celebraba en su propia fiesta con sus compañeros de producción musical. Pero mientras todos bailaban y se divertían, él se apartó un momento cuando su teléfono vibró en su bolsillo. Al ver el nombre de Noa en la pantalla, sintió un vuelco en el corazón.
—¿Lucas? Ven por mí… estoy borracho —balbuceó Noa, su voz arrastrada por el alcohol.
Lucas suspiró. No podía dejarlo así.
—Dame tu ubicación, voy para allá.
En cuanto Noa envió la dirección, Lucas salió del lugar sin pensarlo dos veces. Tomó su coche y condujo rápido hasta el bar donde Noa estaba con sus amigos. Al llegar, su mirada recorrió el lugar hasta que lo vio. Noa estaba tambaleándose, su risa torpe, pero lo que heló a Lucas fue la figura de Ethan sujetándolo del rostro, inclinándose peligrosamente hacia él.
Noa, demasiado borracho para notar la situación, no se alejó. De hecho, sonrió y dejó que Ethan se acercara más, confundiéndolo con Lucas en su estado ebrio.
—Lucas… —susurró Noa, con una sonrisa atontada.
Pero Lucas sintió un fuego encenderse en su interior. Avanzó rápidamente y empujó a Ethan lejos de Noa.
—¡Aléjate de él! —rugó, con una furia contenida que hizo que varios presentes giraran a mirar.
Ethan trastabilló y lo miró con una expresión que iba de la sorpresa a la molestia.
—Tranquilo, solo lo estaba cuidando —dijo con un tono falso de inocencia.
Lucas sintió cómo su paciencia se evaporaba.
—Tú no lo toques —espetó. Luego se volvió hacia Noa—. Noa, soy yo. Vamos, voy a llevarte a casa.
Noa entrecerró los ojos, y cuando enfocó bien a Lucas, su expresión cambió.
—¿Lucas…? —musitó, como si hasta ahora su mente se pusiera en orden.
Lucas asintió y, sin dudarlo, tomó el rostro de Noa entre sus manos.
—No te entiendo —susurró Lucas antes de inclinarse y besarlo con firmeza.
El contacto pareció despejar la mente de Noa. Sus ojos se abrieron con sorpresa antes de cerrarse lentamente mientras se entregaba al beso. Lucas sintió cómo Noa correspondía, su cuerpo relajándose en sus brazos. Fue un beso que hablaba de todo lo que había quedado en el aire, de lo que nunca se había dicho en voz alta.
Cuando se separaron, Noa lo miró con los ojos brillantes.
—Lucas…
—Vamos a casa —le dijo, tomándolo de la mano.
Noa asintió, tambaleándose un poco, y Lucas lo sujetó con firmeza.
Antes de salir del bar, Noa se volvió hacia Ethan, quien los miraba con una expresión indescifrable.
—No quiero verte nunca más —dijo con voz firme, más sobrio de lo que habría esperado.
Lucas sintió una ola de alivio al escuchar esas palabras. Finalmente, Noa había puesto un punto final a lo que Ethan representaba en sus vidas.
Días después, con la mente clara y el corazón más tranquilo, Noa y Lucas se reunieron para tomar una decisión. Hablaron con sus amigos, recolectaron pruebas y, con determinación, decidieron denunciar a Ethan.
—No quiero que vuelva a hacerle daño a nadie —dijo Noa, con la convicción brillando en su mirada.
Lucas le sonrió y tomó su mano con suavidad. Era un nuevo comienzo, uno en el que, esta vez, ambos estarían juntos.