Donde florece la luz

Prólogo

Dos primaveras después...

El aire tiene un aroma a flores recién abiertas y a promesas cumplidas. El parque está lleno de vida, y los cerezos tiñen el cielo de un rosa suave, como lo hicieron aquel día en que todo cambió.

Emily camina descalza sobre el césped tibio, con los zapatos en una mano y una sonrisa en los labios. Su cabello se mueve con la brisa ligera, mientras observa cómo los pétalos flotan alrededor de Ji-yung, que la espera unos pasos adelante y la mira con su cámara en mano.

—¿Lista? — pregunta él, sonriendo con esa mezcla de ternura y confianza que aún logra acelerarle el corazón.

Ella asiente y se acerca a él. Sus dedos se entrelazan con naturalidad, como si el mundo entero hubiera sido creado solo para que sus manos se encontraran.

Mucho ha pasado desde aquella primera vez. Las heridas que Enzo dejó cicatrizaron lentamente, y aunque el dolor no desapareció por completo, aprendió a no dejar que la defina. Ji-yung no fue un rescate, fue una guía. Un faro. Un compañero en su proceso de reconstrucción.

Ahora, Emily escribe su propia historia. Ya no tiene miedo de alzar la voz, de elegir sus caminos, de amar con libertad.

Ji-yung le susurra unas palabras en coreano al oído, algo que aún le cuesta entender, pero no importa. Porque el lenguaje más importante entre ellos no se pronuncia, se siente.

El disparo de la cámara congela el momento: dos almas, entrelazadas bajo un cielo florido, mirando juntas hacia un futuro brillante.

Porque a veces, florecer no es volver a ser la misma... sino transformarse en algo más fuerte, más hermoso.

Y eso, lo había aprendido justo aquí.

Donde florece la luz.




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