Un día, Rosa anunció que dejaría la empresa. Había encontrado una mejor oferta de trabajo, algo que, según ella, resolvería muchos de sus problemas económicos. A pesar de su alegría por ella, John no pudo evitar sentir que una parte de su vida se iba con Rosa. La noche antes de su partida, John la abrazó con fuerza, le dijo que la quería mucho y prometió mantener el contacto. Rosa, aunque distante, también le agradeció.
Después de que Rosa se fuera, John no dejó de intentar mantener el contacto. Le enviaba mensajes, la llamaba, pero las respuestas de Rosa eran cada vez más esporádicas y frías. A pesar de esto, John seguía preocupado por ella. No lo hacía por interés personal, sino porque se preocupaba por su bienestar, queriendo que fuera feliz, sin importar la distancia entre ellos.
John comenzó a invitarla a salir, sin ninguna otra intención que no fuera compartir momentos juntos. Ella siempre le decía que sí, pero nunca aparecía. La frustración de John creció cuando, después de invitarla varias veces, ella seguía diciendo que sí, pero luego cancelaba a última hora. La última invitación fue al cine, una propuesta que ella aceptó, solo para rechazarla en el último momento.
Una vez más, John le hizo una invitación, y una vez más, Rosa aceptó, pero al llegar el día, volvió a cancelarlo, alegando que le había surgido algo de último minuto. Esta vez, John le preguntó por qué no le respondía y le recordó que ya se habían planeado el encuentro desde hacía una semana. Fue entonces cuando Rosa le confesó que estaba saliendo con alguien más.
Aunque dolido, John le respondió que solo quería que ella fuera feliz, pero que no podía aceptar que la ignorara así. Rosa no contestó. Esta revelación fue un golpe muy fuerte para John, y en su dolor, decidió ir a hablar con la madre de Rosa, con quien siempre había tenido una buena relación.