Donde Huye la Luna

Capítulo 7 - La sombra que cruza el territorio

La noche había sido larga.

Después del entrenamiento con Lysa, Aria volvió a su habitación con las piernas temblando y los músculos ardiendo. No había vuelto a ver a Daren, aunque sintió su mirada siguiendo cada paso cuando se retiró.
Esa sensación persistía incluso ahora, como si él pudiera observarla incluso sin estar presente.

Aria se despertó sobresaltada cuando un suave golpe sonó en la puerta.

—Aria, ¿estás despierta? —era Rowan.

Ella se levantó lentamente; el cuerpo seguía resentido, pero algo dentro de ella —una especie de fuerza eléctrica— parecía crecer en lugar de disminuir.

Abrió la puerta.

Rowan la miró de arriba abajo, evaluando su estado como un beta acostumbrado a medir amenazas… y potencial.

—Creí que Lysa te iba a dejar descansar —dijo él.

—Lo hizo —respondió Aria, arqueando una ceja—. Esto es descansar, para ella.

Rowan soltó una risa leve y la invitó a salir con un gesto.

—Necesito que vengas. Daren quiere verte.

Aria se detuvo abruptamente.

—¿Qué? ¿Por qué?

Rowan no respondió de inmediato. Sus ojos, normalmente serenos, tenían una alerta silenciosa.

—Ocurrió algo anoche —dijo por fin—. Necesitas saberlo.

Caminaron por el pasillo en silencio hasta llegar al patio central de la fortaleza. Lysa estaba allí, afilando una lanza, pero al verlos se levantó de inmediato. Su expresión era dura, más dura que de costumbre.

—No deberíamos retrasarlo más —dijo Lysa.

Aria sintió la tensión hundirse en su pecho.

—¿Retrasar qué?

Rowan tomó aire.

—Hubo intrusos cerca del límite norte del territorio. Dejaron rastros… pero no olor. Ni huellas claras. Como si no existieran.

Lysa cruzó los brazos.

—Eso no es normal. Y menos en estas tierras.

Aria tragó saliva.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo?

Lysa y Rowan se miraron antes de que Rowan hablara:

—Porque los rastros llevan… a tu habitación.

El cuerpo de Aria se congeló.

—Eso no es posible. Yo no sentí nada.

—No sentir algo no significa que no estuvo —respondió Lysa—. Te entrené ayer y algo en ti se activó. Algo que no sabemos qué es, pero ellos sí. Y lo están buscando.

Antes de que Aria pudiera procesarlo, una puerta se abrió con fuerza detrás de ellos.

Daren entró al patio.

Su mirada dorada recorrió a los presentes y terminó clavada en Aria. Había algo distinto en él… algo más serio, más afilado.

—Aria —dijo con voz firme—. Ven conmigo. Ahora.

Rowan inclinó la cabeza en señal de respeto. Lysa dio un paso atrás. El aire cambió, volviéndose denso, cargado.

Aria se acercó despacio.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

Daren la observó durante varios segundos, como si buscara algo en su rostro.

—Hay alguien buscándote —dijo por fin, en un susurro que la atravesó por completo—. Y no viene solo.

Aria sintió un escalofrío recorrerle la columna.

Algo allá afuera… estaba aquí por ella.

Daren la guió hacia la sala de estrategia, una habitación amplia, con un enorme mapa de los territorios colgado en la pared principal. Antorchas altas iluminaban el espacio, creando sombras que parecían moverse con vida propia.

Aria nunca había estado allí.

Rowan cerró la puerta tras ellos.

Lysa entró también, situándose a un costado, aunque era evidente que no estaba cómoda estando tan cerca del alfa en una situación tan tensa.

Daren se apoyó en la mesa central, cruzando los brazos. Sus ojos no se apartaban de Aria.

—Lo que voy a decir no sale de esta habitación —advirtió.

Rowan y Lysa asintieron de inmediato.

Aria tragó saliva.

—Dijeron que alguien estaba buscándome… —murmuró.

Daren inclinó la cabeza.

—No alguien. Dos presencias. No dejaron olor, no dejaron huellas… pero dejaron esto.

Le lanzó un pequeño objeto.

Aria lo atrapó instintivamente. Era una pluma.

Negra. Brillante. Helada al tacto.

Y no parecía de ningún ave que hubiera visto antes.

—Eso… eso no es normal —susurró Lysa—. Se siente… vacío.

Daren la observó fijamente.

—Lo encontramos entre los árboles, a unos metros de donde Rowan te halló aquel día —explicó—. Lo cual significa que no fue casualidad. No estabas perdida, Aria. Te estaban moviendo. Conduciendo.

Aria sintió un escalofrío profundo.

—Yo… no recuerdo nada —dijo, con la voz quebrada—. Solo recuerdo correr. Y el miedo. Era como si algo… me persiguiera.

—Probablemente sí —respondió Rowan, con una calma inquietante—. Daren y yo seguimos los rastros. Había marcas en los árboles: cortes perfectos, como de garras… pero no de lobo.

Aria apretó la pluma sin darse cuenta.

Daren dio un paso hacia ella.

—Y cuando estas presencias llegaron al límite de nuestro territorio… se detuvieron —continuó—. No cruzaron. Pero nos observaron. Sabían exactamente dónde estabas tú.

Aria sintió que el aire se iba de sus pulmones.

—¿Creen que fue… Adrian? —preguntó, apenas audible.

El silencio que siguió fue pesado, casi doloroso.

Lysa fue la primera en hablar.

—Adrian es un alfa fuerte, pero no tiene este tipo de… señales —dijo, mirando la pluma como si temiera que cobrara vida—. No es su estilo. Esto viene de algo más oscuro.

Rowan asintió.

—Si él quiere recuperarte, lo hará a su manera: violencia, manipulación, control. Pero esto… —deslizó los dedos sobre el mapa—. Esto es otra cosa.

Aria levantó la mirada hacia Daren, buscando alguna certeza.

Daren la sostuvo con firmeza.

—Sea quien sea… —dijo con la voz grave, profunda— no tendrá tu vida mientras estés aquí.

Aria sintió un golpe en el pecho que no supo definir. No era miedo. No del todo.

Era la forma en que Daren lo dijo.

Protección. Determinación. Furia contenida.

Como si ella no fuera una desconocida.

Como si fuera suya.




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