Al fin había llegado el día de mi cumpleaños. Estuve la mayor parte de la noche con insomnio, por lo que me fue casi imposible conciliar el sueño. Se me hacía imposible apagar mi mente y dejar de pensar en la fiesta, en la sorpresa que mi madre y Nicole me estaban preparando, y por sobre todo en Beatriz. En sus hermosos ojos color miel, en su figura perfecta, su delicioso perfume con aroma a fresas, en su cabello castaño siempre desordenado a causa del viento... Era el tipo de chica que hacía que mis hormonas se alboroten. Que me hacía elevarme no tan solo hasta las nubes, sino hasta el espacio exterior. El tipo de chica que me enloquecía y entorpecía. Que me hacía querer escribirle notas de amor todos los días; regalarle una rosa en cada cita; escribirle poemas de amor aunque me salieran sin rima ni verso; que me hacía tener ganas de conquistarla cada vez que estuviese con ella; que protagonizaba cada uno de mis insomnios. Que me enamoraba perdidamente.
Apenas entramos a la casa fuimos directamente a desempacar las maletas en nuestras respectivas habitaciones. Al entrar en la que me correspondía noté que no había cambiado mucho, solamente tenía telas de araña en algunos rincones. Las paredes aún eran del color del cielo, en el techo todavía estaban pegadas las pequeñas estrellas que brillan en la oscuridad, y mi repisa con juguetes seguía tan desordenada como la había dejado el último día en que jugué con ellos.
Lo único que me pareció extraño fue encontrar la lámpara encendida. Fui a la habitación de mi madre para preguntarle si ella la había encendido, pero su respuesta fue negativa. Decidí preguntarle también a Nicole, a pesar de que sabía que no le agradaba invadir mi perímetro. Su respuesta también fue negativa. Consideré la posibilidad de preguntarle también a Mauricio, que estaba en el baño, pero deseché la idea al instante. ¿Qué iría él a hacer a mi habitación? La respuesta era simple: nada. Le di vueltas un rato al asunto, pero finalmente lo olvidé porque el hambre comenzaba a molestarme.
Lo último en desempacarse fue la comida: gran error. Llegaron las diez de la noche y aún estábamos terminando de ordenar nuestras habitaciones, así que cenamos media hora después y nos fuimos a dormir alrededor de la medianoche.
Sentí como los rayos de sol comenzaban a golpear mi rostro a través de las cortinas. Abrí mis ojos lentamente, estiré los brazos y las cerré. "Creí haberlas cerrado", pensé. Apenas terminé de despertar tomé mi celular y decidí revisar mis redes sociales. Me asombró bastante ver que no tenía ningún mensaje, ningún saludo. Ni siquiera un miserable feliz cumpleaños. Eran las once y media y aún no llegaba nada. Me sentí completamente desilusionado y me costó un poco asimilar que nadie recordó mi cumpleaños; creí importarles. Aunque quizá tuvieron algo más importante que hacer, pero ¿todos a la vez? No, definitivamente se olvidaron.
Me cansé de esperar mensaje alguno y me levanté en mi pijama de oso panda para prepararme el desayuno, ya que estaba tan hambriento que me sentía capaz de comer las reservas de un mes completo.
Llegué a la cocina y saludé a mamá y Nicole, que estaban preparando el almuerzo: pastel de papas, con ensaladas de tomate y lechuga. Era mi comida favorita, al menos se ve que alguien si se acordó. No me desearon un feliz cumpleaños ni nada similar, pero conociéndolas sabía que estaban esperando a que comenzara la fiesta para hacerlo.
Encendí la televisión para buscar alguna película, canal musical de mi agrado, o alguna caricatura para entretenerme mientras me preparaba el desayuno. Al buscar me topé con el canal de noticias, y vi que estaban informando sobre un corte de luz que afectó a todo Valparaíso. Estaba todo mucho más claro: no me habían saludado porque no había electricidad. No podía creer que había sido capaz de dudar de mis amigos y familiares. Me sentía un completo idiota.
Una vez que terminé de desayunar fui a mi habitación a vestirme de un modo más decente, para luego colaborar en la preparación de la fiesta, ya que había muchas cosas que hacer: comprar la comida chatarra, las bebidas de fantasía, los licores, todo lo necesario para los hot dogs, etc. De eso nos encargamos Nicole y yo. Mi madre, con la ayuda de Mauricio, se encargaron de limpiar y arreglar la casa con el objetivo de dejarla en las condiciones necesarias para organizar la fiesta. Incluía mesas, sillas, parlantes, micrófono, limpieza general, entre otras cosas.
Esperé a Nicole, que aún no terminaba de arreglarse, en la entrada de la casa. No lograba comprender a las mujeres, ¿para qué se arreglan tanto si solo irán a una simple tienda a comprar?
Pasó a lo menos media hora, y mi hermana recién salió de la casa. Se situó en la entrada, mirándome como diciendo "estoy lista, ¿cómo me veo?"
–¿Esta lista la princesa? Su carruaje la espera, madame– dije sarcásticamente
–Sí, estoy lista. No te conviene molestarme demasiado, enano. Si continuas haciéndolo, terminarás en desventaja con respecto a mí.
Editado: 19.01.2019