Donde las bestias se ocultan (la isla #1)

Hogar, dulce hogar

Luego de un buen rato nadando logramos llegar a la orilla del balneario. Llegamos sin novedad, ya que al parecer la bestia de algas está aún devorando al cocosaurio, o está tomando una siesta.

Llegamos a la orilla sin sentir los brazos ni las piernas, y nos costó un poco ponernos de pie. A lo lejos se ve la casa familiar, y en la puerta esta nuestra madre con los brazos cruzados, completamente furiosa.

–¿¡Donde estuvieron toda la noche!? –grita, sin esperar a que nos acerquemos–. ¿Es que no saben lo preocupada que estaba? ¡Pudieron haberme matado de angustia!

–Tranquila, mamá –dice Nicole una vez que llegamos a su lado, con serenidad–. Construimos un pequeño refugio con madera y enredaderas que encontramos –miente–. No te preocupes, estamos a salvo.

–Sí, así veo. Un momento –frunce el ceño–. ¿Y la lancha en la que llegaron a la isla? ¿dónde está?

–Eh... Sobre eso... –dice Nicole, nerviosa. Siento el deber de ayudarla, así que continúo:

–Tenía un agujero que no notamos y se hundió a los pocos metros de haber arrancado –confieso, con la mirada baja.

–¿¡Que qué!? –crastou, creo que solo logré empeorar todo.

–Tranquila, madre –le dice Nicole lanzándome una mirada fulminante, y luego dirigiéndose nuevamente a ella–. Llegamos sanos y salvos a la isla. A penas llegamos logramos encender una fogata para secarnos y así evitar resfriarnos.

Esta vez parece algo más calmada, pues deja de cruzar los brazos y nos invita a entrar.

–Cámbiense de ropa para que no se refríen, y a penas hayan terminado irán a comer, deben estar hambrientos. Luego harán inmediatamente sus maletas, nos iremos de vuelta a Valparaíso pasado el medio día, ¿de acuerdo? No quiero retrasos, por ningún motivo. Mauricio nos tiene reservado un restaurante con vista al mar a las tres de la tarde, así que no podemos llegar tarde, ¿entendido? Mientras lo hacen iré a comunicarle la perdida al dueño de esa pobre lancha, espero no se lo tome a mal. Posiblemente tendré que pagarla, así que se lo descontaré a sus mesadas, ¿de acuerdo?

–De acuerdo –dice Nicole, logrando ocultar el disgusto que le provocó enterarse de que tendría que comer con su padrastro, y que perdería parte de su mesada.

–¿Logan…? –dice mamá con impaciencia.

–Está bien mamá, pero conste que solo lo haré por ti –respondo desanimado–. Sabes que Mauricio no es el tipo de persona que me hubiese gustado para tomar el lugar de papá, para quedarse contigo…

–Hijo, ya hemos hablado de esto.

–Lo sé, madre, lo sé –me dirijo a Nicole con mirada melancólica–. ¿Vamos a cambiarnos de ropa?

–Vamos, hermanito –dice ella, desordenándome mi cabello castaño.

 

Más tarde, tras ya habernos secado y alimentado, hicimos nuestras maletas. Al finalizar todo lo mencionado anteriormente, nos dirigimos hacia nuestro auto. No. El auto de nuestra madre. El resto de la familia que había asistido a mi fiesta de cumpleaños se marchó mientras aún estábamos en la isla, por lo que ni Nicole ni yo pudimos despedirnos.

–¿Están listos? ¡Al fin! Me salieron canas esperándolos –exclama mamá, burlona–. Ya he solucionado el problema de la lancha. El anciano fue amable al decirme que no era necesario que le pagase nada, ya que de todos modos alguien tenía que usarla una última vez y luego darla de baja.

Me sentí aliviado, temía la reacción del anciano al enterarse, y la de mi madre al saber que tendría que pagar por lo menos $15.000 pesos.

–Tendrás que disculparme, madre, pero ellas llevan allí mucho tiempo –dije, devolviéndole la broma, pero la expresión de su rostro cambió bruscamente y frunció el ceño.

–¿Perdón…?

–No le hagas caso mamá, sabes que sus bromas siempre han sido así –interviene Nicole, para evitar que la situación se ponga tensa–. Además, sigues igual de hermosa que hace una década.

–Me alagas, Nicole, pero debo recordarte que es malo mentirle a tus seres queridos –sonrió alegremente–. ¿Volvamos a casa?

–Volvamos a casa –respondimos al unísono mi hermana y yo.

Dicho esto nos subimos al auto y partimos hacia nuestro hogar. Durante el viaje mi único paisaje fue lo que veía a través de la ventana, ni siquiera me animé a sacar el celular, a pesar de que me llegaron unos cuantos mensajes.



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En el texto hay: criaturas, aventura, sorpresas

Editado: 19.01.2019

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