–¡Rápido, enano! ¡o llegaremos tarde a la cena! –me grita Nicole, histérica.
–¡Ya pues, hijo! ¡no tengo toda la tarde! ¡Mauricio nos está esperando! –grita mamá, también alterada.
–¡Ya voy! ¡Estoy ocupado! –respondo desde el baño, angustiado.
–¿¡En qué!? ¡Llevas ahí encerrado más de una hora! Entiendo que no quieras comer con tu padrastro, pero no por eso significa que vas a estar allí encerrado el resto del día. Además esta es la casa de tu tía, ella también necesita usar el baño.
–¡Estoy sacando un tren del túnel!
–No me mientas, Logan. Ambos sabemos que no cabe un tren allí dentro.
–¡Estoy despidiendo a un amigo del interior, mamá!
–¿¡Que estás haciendo qué!? ¡Suelta ese celular y sal del baño ya! Tu tía, Nicole y yo queremos usarlo.
–¡Estoy sacando el mal! –grito aún más angustiado, con lágrimas en los ojos.
–¿¡El mal!? ¡Ni que fueras un héroe de película! ¡Sal de ahí ya!
–¡Que estoy cagando, mamá! –grito con todas mis fuerzas, a la vez que siento como algo se afloja en mi interior. Ya era hora.
–¡No me contestes así! –escucho como suspira–. Pudiste haberlo dicho desde el principio, Logan.
Me aseo, verifico que mi pelo este donde debe estar y salgo del baño, triunfante.
–Lo siento, madre –digo con la voz más tierna posible, y me acerco para abrazarla. Se aparta.
–Que ni se te ocurra tocarme –dice.
–Está bien. Pueden usar el baño cuando lo deseen, ya está disponible.
Ambas me miran, dudosas, pero finalmente deciden entrar. Antes de que lo hagan me dirijo hacia mi habitación, lejos del baño, por sea caso.
–¡Logan! –gritaron ambas a la vez. Crastou, creo que estoy en problemas.
Finalmente estuvimos listos para asistir a la cena con Mauricio. Por mi parte no tengo ánimos de ir, por parte de Nicole al parecer tampoco, y me parece extraño ver una leve expresión melancólica en el rostro de nuestra madre.
–¿No tienes ganas de ir? –pregunta Nicole, preocupada, mientras le abre la puerta del auto.
–No es eso. Es solo que de pronto recordé mi boda con Nicolás. Cada detalle, cada palabra, cada aroma…
–Mamá –digo con la mayor compresión posible–, si no te sientes bien, no vayamos a cenar con Mauricio. ¿Qué te parece si vamos de compras?
–¿De compras? No lo sé, hijo. No sé si sea lo correcto dejarlo plantado.
–¿A quién no han dejado plantado alguna vez? –dice Nicole desde el auto, mientras baja la ventanilla–. Olvidemos por un rato a Mauricio y vayamos de compras, ¿de acuerdo?
–No lo sé… –dice con tono dudoso.
–¡Inventemos excusas! –propongo–. Yo empiezo. “Mauricio, lamentamos no poder asistir a la cena. Hallaron ratas en la casa de la anciana de al lado luego de que volviera de viaje con sus nietos, así que Logan, Nicole y yo estamos cuidándola mientras los exterminadores hacen su trabajo. Lo sentimos.”
–Buena idea –dice Nicole con una gran sonrisa, mientras busca aprobación en el rostro de mamá.
–Está bien, hijo. Llamaré a Mauricio –busca su cartera en el interior del auto–, y le diré lo que me acabas de decir.
Transcurrió un buen rato en el que las discusiones no cesaban, pero finalmente mamá ganó. Como siempre.
–Entonces, ¿al centro comercial? –dice emocionada.
–¡Al centro comercial! –exclamamos los tres al unísono, felices.
Editado: 19.01.2019