Donde las bestias se ocultan (la isla #1)

¿Tragedia?

Horas más tarde, cuando ya habíamos comprado todo lo que se nos vino en gana, nos tocó volver a casa. Apenas mamá estaciona el auto frente a la casa se abre la puerta principal y sale Mauricio, completamente furioso.

–¡Ana! –exclama con una sonrisa forzada–. Ya estás en casa, que alegría. ¿Así que me has dejado plantado por ir de compras? ¿por qué simplemente no me dijiste que no querías cenar conmigo? ¡Quedé como un estúpido en el restaurante! ¿Sabías que tuve que pagar toda la comida que había pedido para ustedes? ¿¡Eh!? ¡Eres una maldita irresponsable!

Claramente está embriagado, tal vez bebió él solo todos los licores que había pedido para nosotros. Tose un poco, toma aire y continúa:

–Jamás debí reservar lugares en el restaurante más caro de la ciudad. Si hubiera sido para cenar contigo, no me hubiese molestado gastar hasta mi último peso contigo. Pero, ¿con esos asquerosos hijos que tienes? ¡No gastaría ni un peso en ellos! Dime, Anita, ¿con qué te sobornaron para que decidieras no asistir a la cena? ¿dinero? ¿joyas? ¡Son unos malditos!

Mamá solo guarda silencio, esperando a que él deje de gritar. ¿Qué derecho tiene él de gritarle de ese modo? No logro contener la rabia que siento, por lo que me bajo del auto, camino hacia él y lo golpeo violentamente en su zona íntima.

–Nadie le grita a mi madre, ¿me oíste?

Mientras se retuerce del dolor con las piernas flexionadas y cubriendo con sus grandes manos la zona afectada, vuelvo al automóvil donde se encuentra mamá horrorizada, y Nicole intentando no reírse a carcajadas. Abro la puerta del conductor, tomo la mano de mamá y la invito a bajar.

–Mauricio, ella es una reina –digo mientras camino con mi madre hacia él, tomados de la mano–, y debes tratarla como tal, ¿me oyes? Jamás vuelvas a gritarle, y si lo haces me encargaré de dejarte sin hijos, ¿entiendes?

–Son unos hijos de…

No lo dejo terminar la frase. Suelto la mano de mamá, la aparto suavemente hacia la derecha y lo golpeo nuevamente en el mismo lugar, aún más fuerte que la vez anterior.

–Ni siquiera te atrevas a decirlo. Ella no es una prostituta –la defiendo–, jamás lo ha sido y jamás lo será. Si continúas insultándola de esa manera me veré obligado a echarte de la casa, con o sin consentimiento de mamá.

–¿Pero quién te crees que eres para golpearme? –pregunta–. ¡Soy tu padrastro!

–Exacto –afirmo–, eres mi padrastro, y jamás podrás reemplazar a mi padre. Él jamás le levanto la voz a mamá, en cambio tu… No la mereces.

–Logan, basta –interviene mamá–. No empeores las cosas, luego conversaré con él, solo intenta no entrometerte más. Además está borracho, no sabe lo que dice.

–¿Entrometerme? ¡Él comenzó todo esto, mamá! –replico, indignado.

–¿Qué yo comencé? –pregunta Mauricio, ofendido–. ¡Ustedes me dejaron plantado!

–¿Y qué? Tú dejaste a mamá plantada en muchas de sus primeras citas, ¿no te parece que ya era hora de emparejar las cosas? –espero que esto acabe la pelea, no quiero que mamá sufra más. Estoy seguro de que en este momento está pensando en papá, tiene la mirada perdida en alguna parte del cielo.

–Logan, Mauricio… –fue lo último que dice ella antes de caer desmayada al suelo.

–¡Mira lo que has provocado! –grito horrorizado, mientras dirijo mi mirada hacia el automóvil–. ¡Nicole! ¡llama a una ambulancia!



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En el texto hay: criaturas, aventura, sorpresas

Editado: 19.01.2019

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