Donde las luces no se apagan

Donde las luces no se apagan

Que tranquilo estaba ese lunes... el techo blanco de mi habitación me observaba como si llevara horas esperándome, y el olor a desinfectante no lograba borrar el peso en el aire que impregnaba mi casa esa mañana.

El lunes pasado, al salir de la escuela feliz porque era el último día de clases antes de las vacaciones de verano, me encontré con mis amigos como acostumbrábamos todos los días. Había un sol fuerte y hacía un calor abrazador mientras caminábamos a nuestras casas. Estábamos Santi, Willy, mi mejor amiga Rony y yo. Estábamos conversando sobre lo que tenía planeado cada uno para sus vacaciones. "Yo tengo buenos planes. Pasaré estos meses con mi novia, eso es de muy cursi y bobo. Yo voy a viajar con mis padres y pasaré todo el verano fuera de aquí, en la otra casa que tenemos", contestó Willy, cuyos padres tenían mucho dinero. Rony, con ganas de presumir, dijo: "¿Ah, sí? Pues Elena y yo tenemos algo bastante emocionante planeado, ¿verdad, Elena?". No tenía idea de qué hablaba, pero para seguirle la corriente le contesté con fuerza: "¡Sí, así es!". "¿En serio? ¿Cómo qué? Seguro es mentira", preguntó curioso Santi. "Es verdad, y no necesito explicar nada, pero para que te des una idea, hoy iremos al nido, compraremos algunos cigarrillos e iremos a fumar", dijo Lana bastante seria. "¿Al nido? ¿Qué es eso?", preguntó Willy. Se refería al viejo hospital que había estado abandonado por casi más de una década a las afueras de nuestro pueblo, que se está convirtiendo en un sitio algo popular para ciertos grupos de nuestra escuela donde se reúnen a fumar cosas ilícitas sin que los atrapen. Es bastante grande, de tres pisos, a los cuales subías por muchas escaleras, cada piso con numerosos pasillos que llevan a varias habitaciones donde alguna vez trataron a pacientes. Se rumorea que había maltratos por parte del personal a los pacientes, pero no se sabe mucho de eso; había de vez en cuando uno que otro vagabundo, pero era perfecto como escondite para unos adolescentes malcriados como lo éramos nosotros, sobre todo Rony que se dejaba llevar por los cuentos de los demás. Seguro que no lo aguantaría. Dije yo: "Yo no iría ni por todo el oro del mundo", murmuró Santi.

En fin, llegué a mi casa y no le di más vueltas al asunto. Al día siguiente, en la escuela, durante una de las clases, Lana, que siempre se sentaba a mi lado, me dijo en voz baja, tratando de que no la oyera el profesor, que ya sabía cómo y con quién ir. Le respondí que dejara de decir eso en clases y que ya no le diera vueltas a ese asunto (ojalá me hubiera hecho caso). Claramente yo no estaba tan emocionada como ella con este tema.

Eran las nueve y treinta de la noche cuando me llamó. De verdad que ya no entendía qué le estaba pasando; me llamó susurrando y desesperada diciendo: "Está lista, como en media hora pasaré por tu casa e iremos". Yo, a pesar de que no estaba tan convencida de ir, le dije que sí. Tenía curiosidad de qué era lo que hacían allí y porque me apetecía fumar un poco.

Rony llegó justo en el tiempo que había dicho que llegaría, lanzándome piedritas a la ventana de mi casa que daba vista hacia la calle. Aproveché que mis padres ya se habían dormido, me vestí, tomé las llaves y salí. Estaba con dos compañeros que yo conocía como los vagos de la escuela, Lian y Joshua, que tenía entendido eran unos de los que pasaban el rato en ese lugar tan feo. Mientras caminábamos hacia el lugar, uno de los chicos dijo: "Hicieron una buena elección al venir con nosotros, esto es algo que se viene transmitiendo desde cursos anteriores, y es bueno porque es alejado de adultos y policías, así que se puede fumar en paz". Lian dijo: "Sí, se siente mucha adrenalina al estar en sitios como ese, y más jugando con él...". "¿A qué te refieres con 'él'?", le pregunté yo. Se voltearon los dos y me respondieron: "No es para tanto, lo sabrás cuando estemos allá".

Caminamos más o menos 11 minutos. Al llegar y saltar una cerca, caminamos por la hierba hasta el hospital. Se veía tan imponente, era más grande de cerca que de lejos y te transmitía un aire de escalofríos con solo verlo. Antes de entrar, Joshua nos explicó algunas reglas: nada de hablar muy fuerte, si escuchas algo no lo escuches, si ves algo no lo viste, y la más importante: si sientes algo fuera de lo normal, no te muevas. "¡Qué reglas tan extrañas!", dije yo, y fue suficiente para querer irme de ese lugar, pero Rony insistió en que debía quedarme. Me dijo: "Por favor, ¿en verdad le crees a este imbécil? Nada más intenta asustarte para burlarse". Me convenció de quedarme, no sé si por la presión de no quedar mal o por valentía, pero ya bastante nerviosa.

Lian encendió una lámpara y nos decidimos a entrar. El hospital se alzaba como un cadáver olvidado entre la maleza. Sus paredes, alguna vez blancas, estaban cubiertas de manchas oscuras. En el interior, todo era un caos: escombros y jeringas que habían sido arrojadas por las ventanas, el hedor era cada vez más fuerte a humedad y cosas podridas; todo eso hacía que me dieran ganas de vomitar. Subimos las escaleras más cercanas hacia el tercer piso. Queríamos estar en lo más alto, donde nadie nos escuchara. Al llegar, en el último piso, todo estaba en silencio, solo se oía el corazón que me latía muy fuerte. Joshua nos mostró una habitación al final del pasillo; era un cuarto pequeño con un rincón donde se veía un muñeco gigante de trapo, de esos que usaban para reanimación en los cursos de enfermería. Rony y yo nos sentamos en una de las pequeñas sillas, mientras los muchachos se quedaron de pie.

Misterio, sin embargo, como a la hora de estar ahí ya me sentía bastante más suelta, en Rony parecía lo contrario. Joshua mencionó un pequeño detalle, y es que nos dimos cuenta de que la lámpara empezaba a cesar su brillo, a cada rato se hacía tenue, pero nos tranquilizó diciendo que quizás no la cargó bien, pero que duraría una o dos horas, y seguimos en lo nuestro.

Se hizo más tarde y, con ella, la lámpara con poco brillo empezaba a formar sombras enormes y desfiguradas, mientras Lian mencionaba algo sobre la escuela. Rony lo interrumpió: "¿Oyen eso?". Era un sonido de arrastre lento en el piso de abajo que parecía seguir un ritmo, como un susurro tenue, pero no sabíamos confirmar si era real o imaginario. En eso Joshua rápido la calló: "No olviden las reglas". Nos hicimos los sordos y seguimos conversando como si nada. Era algo tonto, nadie podía negar el sonido de arrastre que oíamos cada vez más cerca, mientras que un hedor cada vez se hacía más notorio. Le pregunté a Joshua si había cerrado bien, a lo cual respondió que no la cerró por completo. Sin darme cuenta empecé a respirar rápido y ruidoso, cuando lo oímos justo al lado de la puerta. Nos quedamos helados, paralizados, pero mi espalda que daba hacia la puerta me hacía sentir una necesidad irresistible de moverme... el sonido de mis pulmones competía con el silencio de la cosa al lado de la puerta. Apenas el ruido se perdió a lo lejos de los pasillos, Lian se levantó lentamente, corrió hasta la puerta y la cerró; nada fue igual para mí después de eso, aunque a los muchachos se les veía bastante tranquilos después de lo ocurrido e insistían en que ya había pasado y no había nada de qué preocuparse. Rony estaba igual de asustada que yo. Solo quería irme, pero me causaba pavor siquiera mirar hacia la puerta; seguimos fumando desesperadamente para tratar de calmarnos. Nos alejamos de la puerta y nos movimos hacia un rincón. El muñeco parecía sonreír desde el otro lado de la habitación. Un silencio pesado se instaló en el ambiente, solo por el goteo de una tubería lejana. "Ya tranquilos", dijo Joshua, su voz apenas un hilo. "Solo es un hospital viejo, vamos a calmarnos, carajo". "No sé a dónde me trajeron, pero tenemos que largarnos ya de aquí", dije bastante desesperada por la situación. Lian me miró y dijo: "Ey, tú viniste por tu cuenta y ya estamos aquí, y ya saben dónde estamos, salir ya no es tan fácil". Rony estaba muda y pálida. La luz de la lámpara seguía oscureciéndose, y la mano de Lian temblaba mientras trataba de encender un cigarrillo. Se empezó a escuchar en la lámpara un sonido como corriente muy fuerte, cuando de un segundo a otro empezó a parpadear bastante fuerte y cada vez más rápido, mientras nos quedamos paralizados y sin poder respirar. Se escuchaba un sonido eléctrico fuerte y agudo, como si la batería fuera a explotar. Joshua dijo: "La batería está agotándose, sabía que no duraría tanto". Se oyó un fuerte "**CRAC**"; por unos segundos nos quedamos en una oscuridad tan densa que me presionaba y no podía respirar o moverme, y solo escuchaba a Rony llamándome. Por unos segundos me pareció escuchar un sonido de tela arrastrándose o un golpe seco justo en la esquina donde estaba el muñeco gigante. Justo en ese momento alguien que parecía ser Lian me tocó y grité tan fuerte que se oyó por todo el hospital. En eso Joshua me tapó la boca, pero era muy tarde, había roto una de las reglas... Unos segundos después de eso la lámpara volvió a dar luz y respiré por primera vez en esos segundos que parecieron horas. Vi al muñeco, que ya no sonreía y ahora parecía estar encorvado, confirmando lo que oí, y la puerta que habíamos cerrado momentos antes ahora estaba **abierta**. Lian, Joshua y Rony no lo pensaron dos veces y, al ver la puerta abierta, se lanzaron a correr. Yo, con la regla de no moverse grabada en la cabeza, me quedé paralizada totalmente. Rony volteó y me tomó del brazo y me grito tan fuerte, el grito de Rony se convirtio en un eco en mi cabeza haciendo que entrara en razón. Salí de la habitación corriendo con todas mis fuerzas, volteando para atrás casi que por instinto, y lo vi... mis rodillas se sentían como gelatina cuando vi a aquel muñeco enserezarse, como si fuera el diablo, comenzó a moverse detrás de nosotros, bailando o corriendo. Sus movimientos tan raros...



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En el texto hay: terror mental

Editado: 14.12.2025

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