Transfórmate en animal –preferiblemente un cuervo– y atraviesa el árido desierto de los infortunados a toda prisa, intentado evitar cruzar miradas con los grandiosos. No presencies a las incontables almas bajo las dunas que imploran misericordia. No te lamentes. No te preocupes, después de todo, nadie obtiene misericordia siendo humano en estas tierras. A pesar de ello, presientes la extraña sensación de un seguidor. Entonces, te volteas y te fijas que están siguiéndote. Mantén la calma. A los dioses les disgusta los indecisos y por sobre todas las cosas, odian que los intrusos vean sus tierras y salgan intactos.
Si perteneces a alguna de las otras naciones, entonces será mejor conseguir un lugar donde responder a sus preguntas. De lo contrario, una ventisca helada te llevara a sus infiernos y serás sentenciado por incumplimiento de la ley y serás condenado a ser alimento de los grandiosos… O podría ser peor. Podrías, quizá, desaparecer y volverte nada existido gracias al hambre de los herederos de las sombras. Lo sabes, sabes que aun pretendiendo ocultarte, transformado en una creatura al servicio de la muerte, no lograras pasar desapercibido.
Pero, una voz profunda resuena dentro de tu mente: -Acepta su invitación, amigo mío-. Antes de pensar en una respuesta digna, diriges tu mirada a la estatua que ves al horizonte. ¿La sientes? Una obra maestra, digna de los antiguos escultores de Calamitas… Hecha de puro bronce y de inmenso tamaño; se podía observar y sentir desde la lejanía su inmenso poder. Ahora cierras tus ojos, y de la nada, estas en un pasillo de oro, sentado en un mueble, tomando algo extraño, pero sabroso que disgusta tu paladar. Te sientes impotente, insignificante, como si fueses una mascota. Sin embargo, tienes el sobre en tu mano. No lo abras, no es para ti. Súbitamente, se abre una puerta hecha de diamantes que esta al fondo del pasillo y de allí aparecen unas extrañas creaturas. No las mires, odian ser vistas. Haz una reverencia, mirando siempre al suelo y ellas tocaran las trompetas del destino, simbolizando la entrada del imparable dios del caos, Solares. Un hombre poco descriptible, pero más humano que cualquier otro ancestral: Facciones perfectas, cabello rubio, físico portentoso y poseedor de una voz penetrante. Se acerca y te da la bienvenida dándote la mano, pero no la aprietes demasiado; te congelara al hacer mucha presión. Entrega la carta que contiene información valiosa sobre las políticas de las naciones. En ese momento, el dios satisfecho de seguro te preguntara cómo te sientes. Responde con sinceridad, pero sin alardear demasiado de tu cansancio. Al responder, una de las creaturas traerá unos platillos y sorpresivamente una mesa de caoba se presentara delante de ti. Agradece nuevamente haciendo una reverencia y luego toma los cubiertos, pero no comas demasiado rápido o podrán verte con malos ojos. Normalmente en la nación del caos, es común servir a los invitados carnes rojas asadas con verduras y algún aperitivo especial tales como el chocolate o algunos dulces frescos. Acepta la comida con gratitud, pero rechaza la merienda, puede ser una trampa.
Las creaturas vendrán a recoger los platos y las miraras de cerca a escondidas. Descuida, todos somos creaturas analíticas. Preferimos cerciorarnos, antes de poseer fe:
Son grandes, pero no como los grandiosos. Son leales, pero no como los humanos. Son poderosos, pero no como los ancestrales. Y son terriblemente espantosos si dudas de su confianza. Por algo, cuentan las leyendas que ellos iniciaron la catástrofe en la nación del caos, causando la muerte de incontables humanos. Además, fue esa masacre la que obligo a todos los mortales de Calamitas intentar vivir como si Solares fuese solo eso, una mala leyenda. Llegados a este punto, puedes retornar en paz, pero Solares probara tu lealtad hacia tu dios: Te ofrecerá todo, desde hermosas doncellas hermosas, desnudas y listas para satisfacer tus deseos íntimos hasta colosales montañas de oro y diamante solo para tu persona.
No aceptaras, pues tu corazón ya fue comprado por la sabiduría.
Entonces, muestra como símbolo de buena fe tu aura. No muchos demuestran al enemigo la fuente de su poder. Ningún mortal mostraría tal acto de amabilidad… O seguridad ante Solares, dios del caos: Él ancestral, presumido, dirá unas últimas palabras:
Entonces tiéndele la mano. Si no la acepta, entonces asiente y responde:
Ahora responde con un nombre que, aunque no sea tuyo, te apropiaste solo para estas circunstancias.