Donde Mueren Las Estrellas

Capitulo 4 - AQUELLO QUE CAMINA CON LA NOCHE

El viento arreció como si el bosque entero hubiese inhalado de golpe.

Nora cerró las cortinas con manos temblorosas mientras Elian bajaba las persianas metálicas del observatorio, activando un sistema antiguo de cerraduras que chirriaban como si llevasen siglos sin usarse.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó Nora, apretando el cuaderno de su padre contra el pecho— ¿Es... humana?

—Lo fue —respondió Elian, sin mirarla— O al menos, eso dicen algunos registros. Los llamaban "portadores de silencio".

Seres que aparecen donde la memoria del universo comienza a fallar.

—¿Y qué significa eso? ¿Que vienen por mí?

Elian se detuvo, apoyó una mano sobre el escritorio y la miró.

—No por ti, por lo que llevas dentro.

Nora se sintió como si le hubiesen arrojado un balde de hielo sobre la espalda.

—¿Y qué llevo dentro, Elian?

Él vaciló un instante antes de responder, como si las palabras le pesaran.

—Una estrella muerta.

La frase colgó en el aire, absurda y aterradora.

—¿Una estrella muerta... dentro de mí?

—No en un sentido físico. Tu conciencia... o parte de ella, está resonando con una estrella colapsada, es como si fueras su eco en la Tierra y cuando el eco es fuerte, puede arrastrar recuerdos, voces, incluso... fragmentos de realidades perdidas.

Nora sintió que el suelo se tambaleaba bajo sus pies.

Caminó hasta una silla, se dejó caer. El cuaderno de su padre se abrió de golpe en su regazo, como si hubiera elegido la página exacta, un dibujo de un círculo rodeado de líneas erráticas y al centro, un ojo no humano.

—¿Y eso que está allá afuera? —preguntó— ¿Viene a borrar ese eco?

Elian asintió.

—Donde hay eco, hay recuerdo, donde hay recuerdo, hay conexión y donde hay conexión... hay peligro. A veces, cuando un humano se vincula demasiado a una estrella extinta, algo despierta, algo que no quiere ser recordado.

Las luces de la torre parpadearon un segundo. Luego, se apagaron.

La oscuridad fue total, no la oscuridad suave de la noche, sino un negro cerrado, pesado, que parecía tener forma.

Un zumbido llenó la habitación, bajo, constante, como un campo magnético en el aire.

—¡El generador! —dijo Elian, y sacó una linterna—Ayúdame a llegar al sótano.

Bajaron por las escaleras a tientas, con el haz de luz cortando la negrura como un cuchillo.

Las paredes vibraban, y el aire olía a ozono, como si una tormenta eléctrica hubiese estallado adentro de la tierra.

Cuando llegaron al sótano, Nora vio por primera vez el corazón oculto de la torre.

Decenas de cables se conectaban a máquinas que no reconocía. Algunos parecían de otra época, tubos de vacío, interruptores manuales, antenas parabólicas pequeñas girando sin sentido. En el centro, un cilindro de cristal lleno de líquido azulado burbujeaba suavemente.

—¿Qué es esto?

—Un convertidor de señal —dijo Elian— Tu padre lo construyó para recibir pulsos de baja frecuencia de ciertas regiones celestes, pero también servía como escudo.

Protegía la torre y si ha fallado...

Un ruido arriba los interrumpió.

Un golpe seco, después otro, como pasos.

Nora sintió que el aire en sus pulmones se volvía más denso.

—¿Está... aquí?

Elian alzó la linterna.

Por un momento, sus ojos parecieron reflejar algo más allá de la luz, algo que no venía de él.

—Todavía no, pero está buscando la fisura y esta torre... esta torre es una grieta abierta en la realidad.

Un tercer golpe, más fuerte.

Entonces, el zumbido cesó.

Todo quedó en silencio y fue peor, porque el silencio tenía dirección.

Elian sacó el cristal oscuro de su morral.

Esta vez brillaba con una luz tenue, pulsante.

—Tienes que tocarlo —dijo.

—¿Qué?

—Hazlo ahora, si esa cosa logra entrar, sólo tú puedes detenerla.

Nora retrocedió.

—No entiendo qué pasa.

¡No puedo! ¡Ni siquiera sé qué es eso!

—¡Tócala! —gritó Elian—O vendrá por todos, vendrá por ti.

Con un nudo en el estómago y el corazón latiendo como un tambor de guerra, Nora extendió la mano.

Sus dedos tocaron el cristal.

Un estallido de luz llenó la habitación.

Y entonces...

Estuvo en otro lugar.

Un cielo sin estrellas.

Un océano de oscuridad viva.

Frente a ella, una figura hecha de luz quebrada. Era... hermosa y aterradora a la vez, no tenía rostro, pero sus ojos brillaban como dos pequeños soles en extinción.

Y habló, no con voz, con pensamiento.

"Tú me llevaste contigo."

Nora no podía responder. Solo sentir.

"Estoy atrapada. Entre lo que fue y lo que aún no ha sido."

Ella dio un paso hacia la figura y de alguna forma que sintió que aquella cosa la entendería, pregunto...

"¿Eres... mi estrella?"

La entidad vibró.

"Fui. Pero tú me elegiste para recordar. Ahora, debo elegir si olvido."

—¿Qué quieres decir?

"La criatura que busca la torre... no viene por ti. Viene por mí, por lo que aún guardo dentro de tu alma y tú debes decidir... ¿seguir recordando... o dejarme morir para siempre?"

El cristal se quebró entre sus dedos.

Nora abrió los ojos, estaba en el sótano.

Elian la sostenía por los hombros, a su alrededor, el aire brillaba con una luz tenue y pálida.

La criatura...había desaparecido.

—¿Qué hiciste? —preguntó Elian.

Nora apenas podía hablar.

—Elegí recordar.



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En el texto hay: suspenso amor intriga y ficción

Editado: 03.10.2025

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