Iba dando tumbos por los pasillos de la escuela, al tiempo que tiritaba por el frío. La lluvia había cesado por fin y ahora el cielo lucia casi despejado, con algunas nubes moviéndose y cubriendo por tramos al pálido sol. Varios muchachos que encontraba a su paso la saludaban mirándola con una mezcla de intriga y curiosidad, pues iba dejando un rastro de agua tras de sí, cosa que en realidad a ella no le importaba mucho. Lo único que quería era quitarse la ropa húmeda y ponerse algo seco y que le calentara. Esperaba no pescar un resfriado.
−Megan, ¿qué rayos te ha ocurrido?−Kim no tardo en encontrarse con ella, le dedicaba una sonrisita incomoda que no ocultaba su extrañeza.
−Un idiota me ha salpicado encima un bache lleno de agua−Le explicó.
−Eso si es estar salada−Kim la siguió hasta la bodega de cosas extraviadas. Nunca faltaba el despistado que perdía algún suéter, así que Megan esperaba encontrar algo que le sirviera. Para su ventaja en ese colegio no era obligatorio el uso del uniforme.
−No me lo recuerdes.
−¿Y qué hiciste?−Kim revoloteaba sus ojos alrededor de ella.
−No pude hacer mucho, aunque quisiera haberlo golpeado−soltó una exhalación al recordar al sujeto que todavía había tenido el descaro de bajarse de su auto. Le frustraba no haberse salido con la suya.
Rebuscó un poco y resultó que había una chamarra café algo empolvada arrumbada en un rincón. La sacudió, y deshaciéndose de su abrigo, se la puso. Luego usando una camiseta que parecía estar aceptablemente limpia se secó el cabello.
Salieron de ahí juntas y Megan alcanzó a divisar a un chico de primer grado que usaba gafas con fondo de botella, llevaba un montón de libros en el regazo e iba un poco encorvado, como si quisiera esconderse. Venía hacia ellas y Megan con un gesto pícaro extendió un pie, bloqueándole el paso. Todo pasó como en cámara lenta, el chico tropezó y todos sus libros salieron volando en diferentes direcciones. Los alumnos que estaban cerca de ahí voltearon a mirarlo. Avergonzado levanto sus cosas y salió corriendo sin decir una palabra. Megan estaba muerta de la risa y Kim le secundó. Algunas risitas también resonaron en los alrededores.
−Cómo que te has pasado, ¿no? −Oyeron una voz a sus espaldas.
Ian se plantó delante de ellas. Megan alzó los ojos, con desdén ante su censura.
−¡Vamos ríete, Ian!−Exclamó Kim, aún muy divertida.
−Fue un accidente− Megan alzó los hombros, sin ningún tipo de remordimiento. Sabía que lo había hecho tan solo como una manera de desquitar su mal humor de la mañana con ese pobre enclenque que había corrido la mala suerte de cruzarse con ella, pero no le importó.
Ian no le creyó del todo pero aun así comentó, refiriéndose al chico:−Debería tener más cuidado.
−Lo mismo digo−Megan sonrió, Ian no era capaz de llevarle la contraria.
−No quisiera tenerte de enemiga−Él movió la cabeza de un lado a otro con un suspiro pesado y acercándose la saludo con un beso en la mejilla.−¿Las acompaño?−Les preguntó pero se dirigía más bien a Megan, era obvio que su opinión era la que le importaba.
Él estaba interesado en ella y Megan no sentía nada por él, para ella solo como cualquier otro chico, a pesar de que no era nada feo, tenía una muy linda sonrisa. Sin embargo todos daban por sentado que deberían salir, y por alguna razón incomprensible hacía exactamente eso los demás esperaban de ella, a pesar de que no le agradara que le dijeran qué hacer.
De repente un muchacho gigantón y fornido salió a su encuentro, propinándole un fuerte golpe a Ian en el brazo, que le hizo tambalearse.
−Hey, gracias por la demostración de afecto, Dylan−Le recriminó, torciendo el gesto.
−Vamos niñita, O ¿rompí tu brazo?−se burló Dylan. Él e Ian eran muy amigos y la única explicación lógica de que pudieran llevarse bien era que se conocían desde pequeños ya que Ian era muy pasivo y no era partidario de su manera de actuar: no sentía placer por molestar a otros, pero aún así tampoco hacía nada para evitar que ellos lo hicieran. Simplemente no se metía.
−Buenos días señoritas−luego de su brusca intromisión Dylan habló con galantería a las dos chicas.
−Dylan, ¿cómo van los arreglos de la fiesta?−Quiso saber Kim mientras se retocaba el maquillaje mirándose en un pequeño espejo.
−El domingo, dentro de dos semanas en mi casa−se apuntó a sí mismo, con una sonrisa de suficiencia.
Dylan era el equivalente a Megan en versión masculina, le gustaba burlarse de todos, se creía mucho y en fin, no había quien pudiera hacerle frente gracias a su físico. Formaba parte del equipo de futbol de la escuela, era muy conocido y todos le tenían admiración o miedo, según fuera el caso. Se dirigieron a sus salones riéndose por cualquier tontería.