Donde nacen los lirios

Capítulo 5: Falsas apariencias.

Entre toda la gente que la saludo por los pasillos durante ese día, jamás espero que el extraño de cabello obscuro le hablara. Era la última persona a la que deseó encontrarse.

−¿Tú aquí de nuevo?−Le miró con cara de pocos amigos. Sin embargo seguía latente la idea de fastidiarlo y ya que estaba ahí no le daría tregua. Le suponía un reto. Además aún seguía preguntándose qué haría alguien como él en el instituto. ¿A caso trabajaba ahí? Sentía una secreta curiosidad por él, pero nunca dejaría que se le notara.

−Parece que no te alegra mucho verme, y eso que solo trato de ser amable contigo.

−Pues no, todo lo contrario ¿Y qué quieres? ¿Por qué me sigues?−Le interrogó, impaciente por saber a donde quería llegar con todo ese protocolo de cordialidad.

Él comenzó a reírse.

−¿Crees que se han invertido los papeles? No te imagines cosas, te recuerdo que la última vez tú andabas detrás de mí persiguiéndome, pequeña acosadora− lo dijo con un toque de burla que lo único que daba a entender era que también quería hacerla enojar.

−Eso desearías−Dijo sonriendo. No iba a caer a sus provocaciones, la vez anterior ya la había hecho rabiar lo suficiente, esta vez no le daría el gusto−Tú sí que pareces un acosador apareciéndote así de la nada.

−Hay, por favor, no te creas tan importante−Le sugirió con un tono desdeñoso−Yo no me aparecí así de la nada, te vi y decidí saludarte, como toda persona educada. Se llaman buenos modales, por si nunca habías escuchado hablar de ellos...Y aquí trabajo, si eso responde tus dudas a cerca de mí misteriosa presencia.

−A mí me da lo mismo lo que hagas aquí−comentó con indiferencia−Y no eres educado. Cuando te conocí, ¿Amablemente me diste un baño de agua de lluvia?

−¡Cielos! ¿Nunca podrás olvidarlo? Supéralo, ¿Cómo te cabe tanto rencor dentro de ese cuerpo tan pequeño? Además ¿Cómo pides respeto si tú no lo das a los demás?

Megan le dedicó una mirada que dejaba notar que no le simpatizaba ni lo más mínimo a pesar de su aspecto risueño y despreocupado. Tenía pinta de ser la clase de chico con mil amigos a quien no le cuesta nada congeniar y que a todos les cae bien, pero a ella ni en un millón de años le caería bien. Quería molestarlo pero estaba perdiendo.

−No guardo rencor y menos a ti. Es solo que tú eres muy desagradable. Nunca falta quien cree saberlo todo y en realidad es un pobre infeliz.

−Haces que me sienta mal conmigo mismo−Ironizó, restándole importancia a su comentario−No seas niña. Además supongo que tan solo estás enojada porque te di una cucharada de tu propia sopa, ¿o acaso tú eres tan educada con tus semejantes? Supongo que no te importó el chico del otro día al que le pusiste el pie o los chicos de esta mañana a los cuales tú y tu amiguito les tiraron el almuerzo encima?

−Eres un loco. Deja de espiarme−ahora si tenía fuertes sospechas sobre él y sus intenciones ocultas, lo había subestimado, seguro que era una especie de desequilibrado que en sus tiempos libres se dedicaba a acechar adolescentes.

−No, qué va, también tengo que comer y el lugar más cercano es la cafetería−respondió él con un semblante serio, esfumando cualquier hipótesis que ella se hubiera planteado sobre él−Me daría flojera andar espiando a un montón de niñitos gamberros, solo tengo la mala suerte de estar en el lugar equivocado y presenciar sus tonterías− bufó, alzando la mirada con un gesto de aburrición−¿Has meditado en lo que te dije el otro día?

Megan hizo una mueca pensativa. Ah, sí, aquello de no hacer sufrir a otros, la empatía, lograba recordarlo vagamente.

−No, no voy a perder el tiempo con eso, ¿Por qué habría de pensar sobre lo que un desconocido me dice?

Ante su respuesta él se puso serio por un momento, pero luego su semblante volvió a ser burlesco –Porque es la verdad, aunque te duela. Pero bueno, supongo que si te gusta tanto molestar a otros es porque estas desesperada por recibir un poco de miradas sobre ti.

−Eso me da exactamente lo mismo−Megan apretó los puños, ¡Oh! ¡Cómo le irritaban sus comentarios! Le iba a volver loca−No estoy desesperada por llamar la atención.

−Claro que sí, sino no harías parecer que lo estuvieras. Deja de hostigar a otros−Megan se le quedó viendo muy feo, pero él no se inmutó−Y no te servirá de nada que me mires con tanto odio. Si te molesta tanto es porque sabes tengo la razón. Recuerda que soy la voz de tu consciencia.

−¿Qué te hace pensar que eres mi consciencia?−alzó el mentón con pretensión.

−Porque al parecer tu careces de ello−su respuesta sarcástica acompañada de risa solo la hizo enojar más, puesto que lo único que buscaba era hacerle quedar expuesta−¿Es eso lo que creo? Di en el clavo, ¿no es cierto?



#89 en Joven Adulto
#1830 en Novela romántica

En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.