−Oye tranquila, soy yo, ¿Qué te pasa?−preguntó alguien poniendo una mano en su hombro.
−Nada−No supo si sentirse aliviada o indignada al reconocer que era Ian.
Por un lado últimamente el chico de cabellos obscuros la había desconcertado con sus bruscas intromisiones, en su insolente actitud, dándole lata con el rollo de sus malas acciones. Pero por otro lado no quería ver ni en sueños a Ian, en ese caso prefería la primera opción. Al menos el desconocido le suponía un constante reto.
−Me espantaste–se sacudió su mano como si fuera una pelusa prendida en su suéter.
Ian caminó a su lado, ninguno de los dos decía nada. No habían hablado desde lo ocurrido en la fiesta y ese resultaba un momento sumamente incómodo. Ian no se había presentado a clases por lo que a Megan le parecía raro que ahora se apareciera a incordiar su único momento de paz en el día.
−¿Qué quieres, Ian?−Se detuvo, decidida a acabar con eso de una vez.
Ante la pregunta Ian se puso muy serio y la miró por unos segundos más de la cuenta. Se estaba portando de manera sospechosa, así que ella se cruzó de brazos.
−Solamente quería platicar contigo.
Megan frunció los labios. Era el peor día de su vida. Aparte de tener que soportar a Kim y las tonterías de Dylan ahora Ian reclamaba su turno. Como no había ido a la escuela se había tranquilizado al pensar que no tendría que verlo, pero no podía ser tan perfecto todo, ¿no? En algún momento tendrían que hablar.
−Ese día, después de la fiesta pase por un barrio al sur de la ciudad, y te vi− La voz de Ian salió con un leve temblor en su voz, por lo que se aclaró la garganta.
Megan pareció quedarse de piedra por un segundo, algo parecido al miedo cruzo su mirada, pero fue tan breve que Ian no alcanzó a notarlo.
−¿En serio?
−Sí, ¿Qué hacías allá?
−¿En dónde? ¿Al sur de la ciudad?−repitió con un semblante pensativo− No lo creo, me confundiste.
Ian la estudió entornando los ojos, ¿era su imaginación o ella se había puesto nerviosa de golpe? Pero era muy difícil afirmarlo, parecía muy segura de sí misma, con los hombros echados para atrás, la frente alzada, los pies firmemente plantados y los brazos cruzados encima de su pecho, como si fueran un escudo.
−No, como podría confundirte.
−Estabas borracho Ian, ¿cómo puedes estar asegurando semejantes tonterías?−El rostro de Megan se había vuelto una placa de hielo.
Ian se quedó callado, la verdad es que sí estaba muy borracho ese día.
−Casi estoy seguro– musitó vacilante, sin despegarle la mirada de encima –Entraste en un edificio de dos plantas, con una puerta de madera que parecía a punto caerse en pedazos. Luego...Alguien te tironeó dentro y te gritaba cosas horribles.
−No, no era yo– negó ella con el rostro muy serio, afianzando aún más sus brazos cruzados–No deberías beber tanto.
−Algo me dice que si eras tú.
−Cuando quieras hacer investigaciones sobre mí, procura estar sobrio Sherlock, porque creo que en ese momento ni siquiera podías recordar tu nombre−Los labios de Megan formaron una sonrisa mordaz.
−Es que no puedo sacármelo de la mente, ¿sabes? Incluso he soñado con eso– se quedó callado, como tratando de asimilar lo poco que lograba recordar y luego preguntó lentamente, hasta con miedo de su respuesta: – ¿Él era tu novio?
−¿Qué? ¿De qué hablas?–aseveró, fulminándolo con los ojos. Parecía estar tan serena, como si hablaran de otra persona, pero había un detalle que delataba su inquietud, la manera en que apretaba sus labios, forzándose a sonreír torcidamente.
−¿O tu padre...? ¿Qué era de ti?
−Qué idea tan tonta. Ian te estas imaginando cosas tan extrañas, ¿de dónde sacas todo eso? Has visto demasiadas series detectivescas.
Ian volvió a poner una mano en su hombro.
−Suéltame– dijo con exigencia, no le gustaba que le tocara de esa forma tan familiar, pero él ignoró su orden.
−No estoy loco, Megan. ¿Qué era ese lugar?–Se animó a enfrentarla, quizá si ejercía presión finalmente ella admitiría las cosas, estaba muy confundido y se había pasado toda la noche anterior pensando en eso, sin poder conciliar el sueño– ¿Qué hacías ahí? Ese sujeto te trató muy mal...
–¿Sigues con esa historia? Ian, no porque estés despechado, tienes derecho a inventar cosas como esas–explotó encolerizada. Estaba a punto de marcharse pero él reforzó la fuerza con la que la tomaba del hombro– Déjame en paz, ¡pronto!
−Yo sé que tú sabes que es cierto.
−No. Estas completamente demente. ¿Qué quieres de mí, Ian?–Exclamó mirando hacia arriba, con sufrimiento.
−Yo... me siento mal, siento que algo malo te ocurre y no puedo hacer nada. No se lo diré a nadie, ni siquiera entiendo nada...Descuida− prometió con una sonrisa triste y la soltó. Ella se frotó el hombro, como si el contacto le hubiera traspasado la ropa y envenenado la piel. Luego lo miró, se veía realmente atormentado, pero hizo caso omiso.