Donde nacen los lirios

Capítulo 11: Cuestiones de peso.

Mientras caminaba sostenía firmemente su sombrilla, se había asegurado de no olvidarla, poniéndola todas las noches junto a su mochila, para que al salir por las mañanas no tuviera un pretexto para dejarla. Ese día había amanecido lluvioso y no quería repetir la experiencia de enfermarse, por lo que iba con cuidado, poniendo mucha atención también a los automóviles que pasaban velozmente en las avenidas.

En cuanto llegó a la escuela se encontró con sus amigos. Con los días las cosas con Dylan no habían cambiado para nada, él la saludo con normalidad, sin dejar de lado sus impertinencias, también los ánimos de Kim se habían aplacado respecto a ella, aunque aún la miraba una desconfianza que era incapaz de ocultar y ahora solía platicar más a menudo en sus ratos libres con un par de chicas que al igual que ella ponían todo su interés en que su maquillaje se viera perfecto y que obviamente parecían compartir su entusiasmo por la moda y demás asuntos superficiales. Haciendo un trio perfecto de amistad.

En cuanto a Ian, él solo le había dirigido un escueto "Hola" en algunas ocasiones y no se había acercado más de lo necesario. Lo único que le tranquilizaba era que parecía haber cumplido su promesa de no abrir la boca. Esperaba que con toda la verborrea que le había lanzado él hubiera acabado confundido y desistiera de pensar que lo que había visto era real. Sonó la campanilla y sus amigos se despidieron de ella yendo a sus respectivas aulas, no compartía muchas clases con Ian y eso le quitaba un peso de encima. Lo había visto a varias veces platicando con diferentes chicas, las observaba con interés y se reía con ellas, haciendo eco a su renombre de chico adorable, e incluso se había besado apasionadamente con una en el pasillo principal, cuando sabía que ella iba a pasar justamente por ahí, pero en vez de conseguir que Megan sintiera celos eso solo le causaba alivio. Por fin encontraba otra chica con la cual entretenerse y parecía olvidarse de ella.

La mañana transcurrió de prisa, su primera clase era artes y le divertía imaginar nuevas maneras de hacer rabiar a la profesora. Aunque no tuvo que ingeniárselas mucho, cuando la maestra pasó a su lugar y nuevamente se enteró de que no tenía un trabajo decente que presentarle, estaba tan irritada que la volvió a reprender. Luego tocaba el turno de revisar la tarea de Sarah, complacida alzó su dibujo en lo alto, mostrándoselo a todos y alabándolo.

−Por favor, presten atención, especialmente aquellos que no entregan ninguna tarea en cada clase.

Megan se aguantó las ganas de hacer un comentario insidioso, puesto que era evidente que aludía a ella. En cuanto la maestra salió un momento del salón a recibir una llamada, la pobre de Sarah fue quien se llevó la peor parte, puesto que le tiró el vaso de agua con el que enjuagaba sus pinceles, obligándola a limpiar el piso. Megan se rió de su hazaña, divertida y todos sus compañeros la imitaron, considerando su majadería como algo habitual.

En cambio Sarah, viéndose convertida en el hazmerreír, se mordió los labios, mirando con tristeza a Megan, quien la ignoraba. Esa era de las pocas clases le tocaba junto con ella, y era la única clase en realidad en la que compartían la mesa, por lo que los días anteriores Megan ni siquiera se la había encontrado ni había hecho el mínimo intento de buscarla. Sintió sus esperanzas desplomarse, después de todo Megan no dejaría de ser la abusona que era mágicamente de la noche a la mañana.

−¿Por qué no haces tus tareas?−Cuestionó la maestra, cuando terminó la clase, llamando a Megan a su escritorio. Todos los demás alumnos se habían retirado así que la chica se recogió sus cosas y se dirigió hacia allá con desgana.

−Quiero ser comprensiva contigo, en serio: quiero creer en ti, ayudarte, ser tu amiga, pienso que ningún alumno es un caso perdido pero si tú no pones de tu parte no tengo muchas opciones... ¿No te importa pasar este año?

−No lo sé− Al escucharla maestra se controló para no enfurecerse. Oficialmente esa chica era su dolor de cabeza.

− ¿Tan difícil es mostrar un poco de espíritu artístico? Eso te relajaría, te haría bien.

−Ajá.

La maestra bufó pues al parecer iba a retractarse más pronto de lo que pensó, Megan sí parecía ser el peor caso perdido de la historia.

−Adolescentes, ¿quién los entiende? Megan te doy hasta la clase de la próxima semana para que me presentes un trabajo que me dé una prueba de tu compromiso, de que realmente vas a colaborar, necesito tener la convicción de que en algún rincón recóndito de tu alma posees la capacidad de expresar de una manera hermosa lo que hay dentro de ti. Quizá de una manera abstracta, creo que eso se te daría bien.

−Sí, claro...−asintió, dándole por su lado.

−Dime, ¿acaso quieres acabar como una mafiosa? ¿Es eso lo que quieres de la vida? Porque al paso que vas dudo mucho que te conviertas en una adulta responsable.

−No sé−repitió, retirándose el cabello de la cara, y mirando inexpresivamente a través de la ventana.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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