Donde nacen los lirios

Capítulo 15: Sin salida.

—¿Dónde está tu mochila?—Preguntó Kim, extrañada, enrollando un mechón de su cabello pelirrojo en un dedo. Se dirigían juntos para su próxima clase y advirtió que después del receso Megan no había exhibido la posesión de dicho artículo.

—Pues yo...—Comenzó a decir, ¿cómo explicarles que un chico al cual prácticamente acaba de conocer había tenido la insolencia de quitársela?—La deje en casa—Inventó rápidamente.

—¿Qué?—Ambos comenzaron a reírse con ganas.

—La lave anoche y estaba mojada, así que ¿para qué traerla?—Se excusó de la manera más creíble que creyó posible.

—Qué sabio de tu parte, de todos modos no creo que te haga mucha falta—Comentó Dylan risueño.

Megan alzó la mirada y divisó que entre los alumnos que caminaban a tropel entre los pasillos, con destino a sus diferentes salones, venía Ian, directamente hacia ellos. A pesar de la cantidad de personas a su alrededor le miraba a ella como si fuera lo único que pudiera ver, con insistencia, de una forma que le incomodaba sobremanera y que le resultaba lo más molesto de su aparición.

Se encontró con la disyuntiva de permanecer ahí por los amigos que tenían en común, obligada a soportar su presencia o simplemente renunciar a cualquier tipo de contacto y huir.

Bien, pensó Megan, quédate con Dylan y Kim, no los necesito.

—Nos vemos—se despidió alejándose rápidamente de ahí antes de topárselo de cerca.

Su respiración se acompasó cuando estuvo lejos, se entretuvo con la idea de no acudir a clases e ir a su refugio en el patio trasero, bajo el roble. Alzó la vista y contuvo el aire que había en sus pulmones. Nuevamente su corazón punzó en su pecho.

Sarah, caminaba en el mismo pasillo, en el lado contrario.

Se vieron frente a frente. Sarah apartó los ojos en seguida, sin embargo no le pasó por alto que en el breve segundo que sus miradas se entrelazaron brilló en ella una rabia ínfima junto con algo más intenso, algo como... Aflicción, en su forma más pura.

Megan tragó saliva, sin saber porque repentinamente tenía su garganta tan seca.

El cabello dorado de Sarah, que antes le llegaba hasta la cintura, ahora estaba al nivel de su mentón. Ya no era más la chica de las trenzas, ahora lo llevaba liso y suelto, cayendo sin mucho volumen a los lados de su rostro, con un leve reflejo deslucido y seco. Su cabello largo siempre le había dado ese aire de inocencia apocada. Ahora no se veía mal, de hecho ahora lucia más moderna, con un aspecto audaz...Se dijo estas palabras a sí misma, tratando de grabárselas en la mente y de creerlas, en un intento desesperado de ignorar el hecho de que el cambio había sido drástico y brutal, y más importante aún: Era su culpa.

¿Qué había hecho? Se había sobrepasado con esa irreflexiva broma. Entre más se acercaban Megan iba sintiendo que los segundos se estiraban inexorablemente, extendiendo ese momento con una lentitud helada. Percibía con más claridad cierto miedo y rencor en las facciones Sarah, quien abrazó con más fuerza contra su pecho los libros que cargaba entre sus manos.

Justo cuando estaban a punto de cruzarse, a hombro a hombro, Megan se apartó y dobló por una bifurcación del camino, sin ningún ánimo de molestarla, como anteriormente tanto le gustaba hacer. Sí, era una cobarde. Había huido de Ian y volvía a huir de Sarah, negándose a afrontar las consecuencias de sus actos.

(***)

Era la última clase de la jornada escolar, y cuando el timbre sonó Megan salió apresurada, era de los pocos alumnos que restaban e iba con las manos vacías (o los hombros), dado que no tenía mochila, hecho por el cual había recibido regaños durante toda la mañana de parte de los profesores, quienes le decían que no debía ser tan olvidadiza al salir de casa, haciéndole sentir como la reina de los tontos. Además del esperado disgusto por parte de la profesora de artes por no cumplir con el trabajo que le había pedido también le había llamado la atención por no llevar libreta ni lápices, por lo que ella tuvo que pedir prestada una hoja donde anotar la teoría que había dictado durante la clase. Suspiró, irritada, la maestra de artes, el profesor de Matemáticas y Keythan la iban a volver loca.

No serviría de nada tratar de explicarles que le habían robado su mochila, era una coartada estúpida e inverosímil. Su grupo de amigos también se había burlado de ella durante todo el día, a la menor oportunidad.

Estaba tan malhumorada y cuando atravesó la puerta del salón casi se fue de espaldas al ver que Keythan estaba recargado en la pared, esperándola con los brazos cruzados, en una postura apacible pero con una fina línea recta en sus labios y el mentón muy tenso. Observó que a sus pies, tirada en el suelo como si fuera cualquier cosa inservible, estaba su mochila roja, hecho que no ayudó en nada a mejorar su ánimo.

—Hola, ¿estás teniendo un buen día?



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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