Los días siguientes tuvo que cumplir forzosamente con su nueva rutina: Despertar cuando la mayoría de la gente aún permanecía sumida en sus sueños, arreglarse para ir a la escuela y llegar a la biblioteca a ordenar libros, quitar polvo de estantes, barrer y trapear. La señora Robles era muy paciente con ella, eso había que subrayarlo, y le explicaba varias veces como hacer bien las cosas. Megan no quería fastidiar a la pobre señora y le hacía caso a regañadientes. Si ahora iba a tener que verla tan seguido lo mínimo que podía hacer era procurar que su relación fuera llevadera, pero, ¿por qué le costaba tanto hacer lo mismo con Keythan? No había mucha diferencia, ¿no? Simplemente debía cerrar la boca, y eso era algo que ya estaba poniendo en práctica, pero darle una cara amable, eso sí que no. No podía hacerlo, a pesar de lo mal que se sentía. Ser linda con él no estaba dentro de sus facultades. Keythan simplemente le había informado, con una escueta actitud, que podía aprovechar el tiempo de las tutorías para adelantar tareas. Eso había sido todo. Era tan incómodo compartir con él el consultorio que cuando por fin salía de ahí sentía que por fin podía respirar.
—Megan.
La aludida se volteó al escuchar su nombre, era Kim quién se dirigía a ella, sacándola de su ensimismamiento.
—¿Qué ocurre?—Preguntó con cautela, luego de la última discusión que había tenido con Dylan y ella las cosas no se habían arreglado, por el contrario su grupo de amigos se había disuelto bruscamente. Ya los recreos se mantenía aparte y ellos no reparaban demasiado en su ausencia. Dolía, sí, en cierta forma, pero estaba dispuesta a sobrellevarlo sin deprimirse.
—¿Qué está pasando?
—Nada, ¿de qué hablas?
—¡De todo Megan!—Exclamó Kim en un estallido de frustración—Nunca pudimos comprenderte, por qué actuabas así, algunas veces parecía que cuando molestabas a otros chicos lo hacías por simple diversión y lo pasábamos muy bien, ¿recuerdas? Pero luego tu actitud era tan extraña, tú jamás hablabas con nosotros a cerca de ti misma, de lo que te pasaba... A veces tu rostro era tan frío, tan lejano... Era tan difícil platicar contigo de otras cosas que fuesen más personales, ¿entiendes?
Oh, pensaba que no lo había notado.
—Y luego lo qué pasó con ese chico, fue increíble...— El rostro de Kim reemplazó la confusión y en cambio ahora relucía enojo—No sé, nos quedamos impactados... Nunca nos lo dijiste. Creo que se te olvidó mencionarlo. Y no me malinterpretes, pero Ian es un amigo demasiado cercano como para que no nos haya molestado eso.
—¿Se molestaron? ¿Por qué me vieron con un chico que no conocían? Eso es absurdo.
—Se supone que eras nuestra amiga, ¿no?—Kim apretó sus labios en una fina línea recta.
¿Era su amiga? ¿Por qué hablaba en pasado? Las preguntas flotaron en el aire, pero Megan no tuvo tiempo de reparar en ellas porque Kim continuó hablando.
—Presentárnoslo era lo menos que podías hacer. Además si sabías perfectamente lo que Ian sentía por ti no tenías derecho a jugar con él. En serio fue algo muy desleal de tu parte.
—Detente—La cortó Megan, desesperada por toda esa ráfaga de sórdidas acusaciones que Kim lanzaba contra ella—¿Pero qué cosas dices? Yo jamás jugué con Ian, desde el primer momento le deje claro que no sentía lo mismo por él. Ustedes insistieron tanto con eso... Pero no entienden que yo no puedo obligarme a mí misma a sentir nada por nadie.
Ya no entendía porque se esforzaba tanto en dar explicaciones que caían en un saco roto. Era horrible que trataran de emparejarla casi a la fuerza con Ian.
—¡Claro! Ese es el problema, que no sientes nada por nadie, ¿Sabes qué?–Kim colocó ambos brazos en su cintura, mirándola con recelo, luego suspiró cerrando los ojos y habló–No quería llegar a esto, pero estoy cansada de tu engreimiento y tu modo silencioso. Intente aguantarte, pero realmente te la pasas encerrada en tu mundo, deberías replantearte la idea de que te has quedado completamente sola...—La señaló con un dedo, haciendo énfasis en cada una de sus palabras.
—¿De qué hablas?—Replicó Megan atrapada por una rabia que se enroscaba poco a poco en su garganta, oprimiéndola—Tú fuiste quien se pegó a mí, queriendo ir conmigo a todos lados. Yo te aguante a ti, con tu gorgoteo imparable de perico, tu impertinencia y tus cosas raras. Yo nunca quise ser tu amiga, tú fuiste la que creyó que por juntarse conmigo obtendría más popularidad, ¿O no fue así?
Kim abrió la boca pero la volvió a cerrar, parecía un pescado ahogándose.
—Qué falsa eres, Megan–dijo con los ojos cubiertos de algo parecido a la decepción–De ahora en adelante no existirás más para mí.
—Has lo que mejor te parezca.